La científica española que busca los secretos de la Vía Láctea desde niña
María Teresa Antoja estudia el movimiento del disco de nuestra galaxia y el origen de sus brazos espirales
María Teresa Antoja Castelltort (Barcelona, 40 años) recuerda que cuando era niña pasaba muchas noches sin dormir en los campamentos de verano por quedarse viendo el cielo. “Me acuerdo de que había dos o tres compañeros del grupo a los que les pasaba lo mismo: mientras todos los demás descansaban, nosotros aprovechábamos la oscuridad de las montañas para mirar las estrellas”, dice Antoja.
De esas noches en vela, la científica española reconoce que lo que más le impresionaba era la Vía Láctea. Al Águila, el Cisne y a las otras constelaciones del verano las podía ver desde casa, pero la V...
María Teresa Antoja Castelltort (Barcelona, 40 años) recuerda que cuando era niña pasaba muchas noches sin dormir en los campamentos de verano por quedarse viendo el cielo. “Me acuerdo de que había dos o tres compañeros del grupo a los que les pasaba lo mismo: mientras todos los demás descansaban, nosotros aprovechábamos la oscuridad de las montañas para mirar las estrellas”, dice Antoja.
De esas noches en vela, la científica española reconoce que lo que más le impresionaba era la Vía Láctea. Al Águila, el Cisne y a las otras constelaciones del verano las podía ver desde casa, pero la Vía Láctea era imposible de encontrar en la ciudad por la contaminación lumínica. “Aunque suene poético o exagerado es verdad: pasé muchas noches de mi niñez al aire libre, sin tienda, sin carpa, mirando asombrada la belleza de la Vía Láctea”, cuenta por teléfono Antoja. Y añade: “Ahora me hace gracia porque –¡quién lo diría!– le he dedicado la mayor parte de mi vida a tratar de entender cómo funciona nuestra galaxia”.
Antoja estudió la carrera, el máster y el doctorado en física en la Universidad de Barcelona. Hizo un posdoctorado en el Instituto de Astronomía de la Universidad de Groningen (Países Bajos) y otro en la Agencia Espacial Europea (ESA). Obtuvo la beca Marie Curie en 2018 y en la actualidad es investigadora Ramón y Cajal en el Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona. Tiene dos niños pequeños y gasta sus pocas horas libres escuchando música y leyendo novelas históricas y libros de ciencia ficción. “No miro el televisor. Leo para escapar un poco de la realidad, me gustan las cosas que estén muy lejos del mundo en el que vivo. La fantasía va bien para desconectar”.
Su investigación, que se centra en el estudio de la dinámica y el movimiento del disco de nuestra galaxia y en el origen de sus brazos espirales, acaba de recibir el apoyo de la beca Leonardo de la Fundación BBVA. El objetivo del proyecto es tratar de resolver una de las grandes preguntas de la astrofísica moderna: ¿cómo es la estructura de nuestra propia galaxia y cuál ha sido su evolución en los últimos cientos de millones de años?
El trabajo de Antoja busca confirmar si las alteraciones en las órbitas de miles de estrellas de la Vía Láctea, documentadas por la misión Gaia en 2018, se deben a una sacudida causada por el acercamiento de otra galaxia, posiblemente Sagitario, hace más de 500 millones de años. La idea, además, es precisar en qué tiempo exacto fue el acercamiento, cómo se dio y cuáles otras consecuencias pudo haber tenido en el desarrollo de nuestra galaxia. “Queremos saber, por ejemplo, si el Sol fue una de las estrellas que sufrió perturbaciones en su órbita o si ese acercamiento es el responsable de la formación de los brazos espirales de la Vía Láctea”, dice Antoja.
Queremos saber, por ejemplo, si el Sol fue una de las estrellas que sufrió perturbaciones en su órbita o si ese acercamiento es el responsable de la formación de los brazos espirales de la Vía Láctea”
Con el propósito de explicar los posibles efectos de la cercanía de Sagitario, Antoja propone una comparación sencilla: “Imagínese un barco que va navegando y genera ondas en el agua que se pueden propagar a otros sitios del mar, incluso hasta llegar a la costa. El barco se va, pero las olas permanecen por un tiempo”, explica la científica. “Pensamos que esas ondas serían las responsables de las perturbaciones en las órbitas de algunas estrellas de la Vía Láctea y del surgimiento de los brazos espirales”.
Para confirmar o desmentir estas hipótesis la científica española utilizará un modelo de investigación que combina astrofísica, métodos matemáticos y minería de los datos nuevos que en el próximo año proporcionará la misión Gaia y proyecto WEAVE en el telescopio William Herschel. “Una de las herramientas de este telescopio, ubicado en La Palma, Canarias, podrá observar mil estrellas a la vez en una hora. Usaremos toda esa información para intentar responder los principales interrogantes sobre nuestra galaxia”, dice la científica.
La Fundación BBVA valora el trabajo investigativo de Antoja. “Aunque se sabe que la Vía Láctea es una galaxia espiral, hay muchas cosas que parecen muy básicas, pero que aún se desconocen. El fin del proyecto de Antoja es aclarar las preguntas relacionadas con el posible acercamiento de Sagitario, y descifrar la evolución de nuestra galaxia y su interacción con otras galaxias”, se lee en un comunicado de prensa de la Fundación.
Además de los hallazgos científicos, el proyecto de Antoja tiene un componente pedagógico para tratar de despertar en los niños y en las niñas el amor por la astronomía. “Es importante que los jóvenes tengan ejemplos reales de mujeres que hayan hecho la carrera científica”, dice Antoja. Y concluye con una anécdota: “Hace poco una amiga del Instituto me contó que de un año para otro los profes de ciencia pasaron de ser dos hombres a dos mujeres y el número de chicas que eligió seguir con un bachillerato científico o técnico se multiplicó por siete. Es un detalle sencillo, pero real. Hay que seguir por ese camino”.
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