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La crisis del coronavirus
Tribuna
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Quédate en casa por Navidad

La jungla legal de perímetros y allegados es opaca e inútil. Renunciad a las fiestas por una vez

Ambiente de compras pre-navideñas en el Portal del Ángel, este lunes, en el centro de Barcelona.
Ambiente de compras pre-navideñas en el Portal del Ángel, este lunes, en el centro de Barcelona.Enric Fontcuberta (EFE)
Javier Sampedro

Ante la manifiesta incompetencia de nuestras Administraciones públicas para llegar a un acuerdo no digo ya racional, sino al menos inteligible, sobre la gestión pandémica de las navidades, tendremos que ser los ciudadanos los que nos comportemos con sensatez en esas fechas señaladas. Hay una contradicción evidente entre los parámetros, perímetros, cuñados y allegados que dice la norma, por un lado, y las meras recomendaciones de los políticos que la han redactado. La norma dice que puedes viajar para reunirte con tus allegados, pero sus firmantes te aconsejan no hacerlo. Dice que os podéis reunir 10 en Nochebuena y otros 10 en Año Viejo, lo que da al virus 20 oportunidades de contagio, pero sus firmantes recomiendan no hacerlo. Dice que puedes formar aglomeraciones en espacios cerrados sin ventilar como el salón de tu casa, pero sus firmantes te aconsejan no hacerlo.

Muchos medios han buscado “allegado” en el diccionario con la esperanza de entender algo. Vana pretensión. Por lo que se refiere a esta norma, “allegado” significa cualquier persona, cosa o excusa que te sirva para hacer lo que dé la gana, y esa es una acepción que no recoge el diccionario. No es fácil encontrar un científico satisfecho con esa norma acordada fatigosamente en el Consejo Interterritorial de Salud. Lo que los epidemiólogos aconsejan se parece mucho más a lo que los políticos recomiendan que a lo que han firmado.

Este país, que fue capaz de anular la feria de abril y las fallas, de vaciar los teatros y los estadios y de confinarnos a todos en casa salvo para salir a aplaudir al balcón, está atado de manos a la hora de suprimir las navidades. Ni el Gobierno ni las comunidades se atreven a tanto, algunos por respetar las tradiciones familiares y todos por salvar la principal campaña comercial del año. Son objetivos comprensibles, pero inoportunos. Nos llevarán de cabeza a la tercera ola poco después de Reyes, y eso significa más muerte y penalidad. También implica poner un parche efímero a los graves problemas de las empresas y prolongar su sufrimiento durante mucho más tiempo del necesario. La ansiedad económica mezclada con un vago fervor religioso nos están conduciendo a un error garrafal. Uno más, por si nos hiciera alguna falta.

La impaciencia de la industria farmacéutica por presentar resultados a los inversores es lógica, pero emite el mensaje engañoso de que las vacunas ya están aquí, quizá la semana que viene, quizá en enero. Eso estimula las glándulas salivares del sector financiero, pero implanta en la gente –y en los Gobiernos— un cuento de hadas donde los excesos de Navidad quedarán redimidos el mes que viene. Pero no será así en absoluto. Las dosis que llegarán ahora no darán ni para un 1% de la gente, y necesitamos un 70% para alcanzar la inmunidad de rebaño. La población occidental se irá vacunando a lo largo de 2021, y estaremos inmunizados para las navidades de ese año. Por ahora, lo que debes hacer es quedarte en casa.

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