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Ocho meses sin tratamiento curativo contra la covid y sin solución a la vista

La investigación de terapias contra el coronavirus acumula fracasos, pero los especialistas han optimizado sus escasas armas y han logrado reducir la mortalidad

La médica Carolina García Vidal, especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Clínic de Barcelona.
La médica Carolina García Vidal, especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Clínic de Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)
Manuel Ansede

Ocho meses después de que se identificara el nuevo coronavirus en la ciudad china de Wuhan, todavía no existe ningún tratamiento eficaz contra la enfermedad que ya ha matado a casi un millón de personas en el mundo, según la cifra de muertos más conservadora. Ni existe una bala de plata contra el virus ni se espera que aparezca a corto plazo. “No somos demasiado optimistas. Hasta ahora no hay ningún fármaco curativo de una enfermedad vírica respiratoria. No hay un tratamiento curativo de la gripe ni del adenovirus del resfriado común. No hay precedentes. Parece poco probable que en el futuro cercano tengamos un fármaco curativo para esta enfermedad”, opina el médico Ricardo Gómez Huelgas, presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).

Durante la primera ola de la epidemia, alrededor del 86% de los pacientes hospitalizados en España recibieron hidroxicloroquina, un viejo medicamento contra la malaria promocionado como casi milagroso por el presidente estadounidense, Donald Trump. En el 62% de los enfermos se optó por una combinación de dos fármacos indicados para el virus del sida, lopinavir y ritonavir, según el registro de la SEMI. Hoy se sabe que aquellos primeros tratamientos aportaron a los enfermos de covid poco más que un vaso de Agua del Carmen. Uno de cada cinco pacientes ingresados murió en aquellos meses caóticos, pero hoy la tasa de mortalidad está muy lejos de ese 20%. “Hicimos tratamientos sin base científica porque no teníamos otra opción. Hemos mejorado el conocimiento de lo que no funciona y de lo que sí funciona en algunas circunstancias”, señala Gómez Huelgas, del Complejo Hospitalario de Málaga. Uno de los grandes avances es simple: poner boca abajo a los enfermos.

El registro de la SEMI incluye a 18.000 pacientes con covid en más de un centenar de hospitales españoles. Gómez Huelgas, uno de sus coordinadores, subraya que en la primera ola los enfermos tenían un promedio de 70 años, sufrían otras patologías y llegaban al médico demasiado tarde. Ahora rondan los 50 años, tienen una mejor salud y se tratan mucho antes. La mortalidad de los pacientes ingresados en la segunda ola está por debajo del 10%, según una estimación preliminar de Gómez Huelgas. “No es porque los tratamientos hayan cambiado sustancialmente. La diferencia es que los pacientes antes eran bastante más mayores y tenían muchas patologías de base”, argumenta.

"Parece poco probable que en el futuro cercano tengamos un fármaco curativo para la covid”, opina el médico Ricardo Gómez Huelgas

La médica Carolina García Vidal, del Hospital Clínic de Barcelona, es más optimista y muestra sus resultados. “Casi todos los hospitales europeos comunicaron una mortalidad de entre el 20% y el 30% de los pacientes con covid en la primera ola. Nosotros tuvimos una mortalidad del 12%”, afirma. García Vidal recuerda la confusión de los primeros meses, cuando la OMS cambiaba “cada tres días” sus protocolos para tratar la covid. “El follón de información desbordaba el sistema sanitario”, lamenta. El equipo de la médica diseñó entonces un sistema de inteligencia artificial que ayudó a ofrecer tratamientos personalizados a más de 2.000 pacientes ingresados en el Clínic.

Los médicos ya ven la covid casi como si fuesen dos enfermedades en una. En la primera etapa, el coronavirus se multiplica en las células del sistema respiratorio y empiezan los primeros síntomas: fiebre, tos seca, malestar general. La segunda fase empieza cuando el virus invade las profundidades de los pulmones y el cuerpo humano responde enviando un torbellino de células defensivas, una respuesta que puede desbocarse y ser incluso más peligrosa que el virus. “No es una enfermedad en la que haya que tratar a todos los pacientes de la misma manera”, advierte García Vidal. “Personalizar el tratamiento en cada momento es lo que te acaba llevando al éxito”.

La comunidad científica busca antivirales efectivos para la primera etapa y fármacos que modulen la respuesta inmune para la segunda fase. Las autoridades sanitarias europeas solo han aprobado hasta la fecha un medicamento antiviral contra el coronavirus: el remdesivir, desarrollado inicialmente contra el virus del ébola por la farmacéutica estadounidense Gilead Sciences. Es un fármaco controvertido. Un tratamiento completo cuesta algo más de 2.000 euros y hasta el momento no se ha demostrado que reduzca la mortalidad por covid, según lamenta el farmacéutico Jesús Sierra, del Hospital Universitario de Jerez de la Frontera (Cádiz). Un estudio internacional con unos mil pacientes sí mostró en mayo que los tratados con remdesivir tenían un tiempo medio de recuperación de 11 días, frente a los 15 días que necesitaron los que recibieron una sustancia inactiva. EE UU ha comprado casi todas las existencias del fármaco.

“El remdesivir no es la solución que esperábamos. Y existe el riesgo de que pensemos que sí lo es y no sigamos investigando”, advierte Sierra, que coordina el registro de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), una base de datos de 16.000 pacientes para identificar fármacos asociados a una menor mortalidad por covid. “Ahora el miedo es que se acabe el remdesivir. ¿Qué más da que se acabe si no ha demostrado que funciona? La preocupación debería ser probar con nuevas dianas para ver si salvamos vidas, porque nos queda un año muy largo por delante”, opina Sierra. Uno de los fármacos experimentales más prometedores es el MK-4482, un antiviral creado en la Universidad Emory (EE UU) y desarrollado por las empresas estadounidenses Ridgeback Biotherapeutics y MSD. El MK-4482 se administra en comprimidos orales y competiría con el intravenoso remdesivir.

“El remdesivir no es la solución que esperábamos. Y existe el riesgo de que pensemos que sí lo es y no sigamos investigando”, advierte el farmacéutico Jesús Sierra

Carolina García Vidal está convencida de que el remdesivir sí reduce la mortalidad si se suministra muy pronto, en esa primera fase en la que el virus se multiplica. La médica presentará sus resultados el 17 de septiembre en el I Congreso Nacional de Covid-19, un evento en Internet en el que participa medio centenar de sociedades científicas españolas. “Creo que a un año vista nos va a costar encontrar un antiviral más efectivo que el remdesivir”, opina García Vidal.

La búsqueda desesperada de un tratamiento contra la covid prácticamente acaba de comenzar, pero ya está llena de fracasos. La OMS lanzó en marzo un ensayo internacional, bautizado Solidaridad, para comparar estrategias contra la covid. El 4 de julio, la organización advirtió de que dos de los tratamientos más utilizados en el mundo —la hidroxicloroquina y el cóctel lopinavir/ritonavir— no solo no funcionaban en los enfermos hospitalizados, sino que incluso podían provocar efectos adversos.

El único fármaco que hasta la fecha ha demostrado que salva vidas es la dexametasona, un corticoide sintetizado en 1957 que alivia la inflamación y disminuye la respuesta del sistema inmune. El medicamento apenas cuesta unos céntimos diarios y reduce un tercio el riesgo de muerte de los pacientes más graves, según los datos de Recovery, un ensayo clínico en 175 hospitales del Reino Unido. Estos resultados, publicados el 16 de junio, llegaron demasiado tarde para muchos enfermos. Jesús Sierra calcula que en España “un 35% de los pacientes hospitalizados deberían haber recibido corticoides y no los recibieron”, según su registro.

El farmacéutico español echa de menos más ensayos clínicos bien organizados, como el propio Recovery, un proyecto promovido por la Universidad de Oxford en el que se comparan los resultados de unos 11.500 pacientes. En España se han puesto en marcha unos 120 ensayos de potenciales tratamientos contra la covid, según los datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). “Es un número altísimo, no deseable, ilógico. En España se han hecho iniciativas muy locales, cuando lo lógico habría sido hacer ensayos clínicos centralizados, a los que se unieran los hospitales. Somos como islas, todo el mundo está aislado”, explica Sierra. “Hay que hacer autocrítica y plantearse si haría falta alguna estructura pública centralizada de investigación, que permitiera hacer ensayos propios de manera ágil”, reflexiona.

Un 35% de los pacientes hospitalizados en la primera ola deberían haber recibido corticoides y no los recibieron

“Es altamente deseable que nos agrupemos, no solamente en estudios nacionales, sino mundiales”, coincide el médico César Hernández, jefe del Departamento de Medicamentos de Uso Humano de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Hernández recuerda que su agencia apoyó la puesta en marcha del ensayo Solidaridad de la OMS, en el que participan unos 40 hospitales españoles. “Hay que hacer más cooperación y menos competición. Y los que tienen que liderar este cambio cultural son los propios investigadores. Hay veces que, incluso dentro de una misma institución, cuesta trabajo que se pongan de acuerdo dos departamentos distintos. Esas barreras hay que vencerlas”, incita el médico.

Hernández recalca las evidencias científicas de los actuales tratamientos: el remdesivir acorta cuatro días la recuperación y la dexametasona evita un tercio de las muertes de los pacientes hospitalizados más graves. Eso es todo lo que hay demostrado por el momento. “Yo estoy bastante expectante por ver qué resultados dan los anticuerpos monoclonales frente al coronavirus, porque podrían ser un tratamiento altamente efectivo”, señala el médico.

Los anticuerpos monoclonales son una de las grandes esperanzas contra la covid. Las personas que han superado la enfermedad tienen en su plasma sanguíneo unas proteínas específicas, llamadas anticuerpos, que han ayudado a neutralizar el coronavirus. La estrategia más simple sería realizar directamente transfusiones de plasma de supervivientes a los enfermos, pero no se sabe si esto funciona. En EE UU se ha hecho con decenas de miles de pacientes, pero sin comparar los resultados con otro grupo de control que no recibiera la transfusión. En España, un primer estudio con 83 pacientes sí sugiere que el plasma mejora el pronóstico de los enfermos menos graves, pero los resultados no son concluyentes.

La idea de los anticuerpos monoclonales va más allá. Consiste en aislar los anticuerpos específicos del plasma sanguíneo para producir grandes cantidades de clones sintéticos en el laboratorio. La estrategia está teniendo mucho éxito contra algunos tipos de cáncer, como muestra el trastuzumab, uno de los fármacos más eficaces contra los tumores de mama agresivos. Contra virus, sin embargo, la técnica está en pañales, salvo una inyección de anticuerpos monoclonales, llamada palivizumab, para prevenir las neumonías de bebés provocadas por el virus respiratorio sincitial.

La empresa biotecnológica estadounidense Regeneron ha recibido 450 millones de dólares de las autoridades federales para impulsar su cóctel de anticuerpos monoclonales REGN-COV2, ya en pruebas con miles de personas para ver si es capaz de tratar o incluso prevenir la covid. Hay decenas de compañías privadas y laboratorios académicos de todo el mundo compitiendo para desarrollar cuanto antes anticuerpos monoclonales, unos fármacos que en cualquier caso serían caros y difíciles de producir. “Sea cual sea el punto de inflexión en el tratamiento de la covid [...], tendremos que esforzarnos por lograr un acceso equitativo. Sabemos que no todas las respuestas se encuentran en los despachos de la industria farmacéutica”, ha advertido Julien Potet, de Médicos Sin Fronteras.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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