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Los bosques de coral bajo el cañón de Blanes

23 científicos analizan unas colonias marinas centenarias, las mejor preservadas del Mediterráneo

Corales blancos de la especie ‘Madrepora’, en el cañón de Blanes.
Corales blancos de la especie ‘Madrepora’, en el cañón de Blanes.

Una veintena de científicos de diversos ámbitos han zarpado rumbo a las profundidades submarinas del cañón de Blanes –un valle submarino de laderas inclinadas incidido en el talud continental catalán- para analizar unos “bosques de coral” que han quedado preservados de manera natural entre unos 600-800 metros de profundidad. Se trata de unas colonias “excepcionales”, centenarias, de las más importantes de corales de aguas frías o profundas que hay en la costa catalana y de las mejor preservadas del Mediterráneo. El objetivo es saber su extensión, su grado de preservación, datarlas y estudiar la biodiversidad existente. También tomarán muestras para averiguar los efectos negativos que les causa el quedar cubiertos de los sedimentos levantados por el paso de las puertas y redes de los barcos de pesca de arrastre.

Bajo la capa superficial de las aguas del litoral catalán hay dos grandes cañones submarinos –tan grandes como el conocido cañón del Colorado en Estados Unidos-, describen los expertos. Son el cañón de Palamós y el de Blanes. Más al norte está el del Cap de Creus, donde a inicios de los años 2000 se hallaron colonias de coral blanco. Más adelante también se documentaron en Palamós, pero “la sorpresa fue ver que en Blanes las colonias no eran pocas y pequeñas, como en los otros cañones, sino que eran grandes, muy bien formadas y con enclaves con gran densidad de coral”, explica el geólogo y jefe de campaña del Instituto de Ciencias Marinas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ICM-CSIC), Pere Puig. Ahora una expedición internacional de investigadores ha salido rumbo a este “oasis de coral” para analizar su gran valor científico.

El Cañón de Blanes desde su cabecera a unos 60 metros frente a la Playa de Fenals se sumerge hasta una profundidad de unos 2.400 metros. Desde el 14 al 29 de febrero, 23 científicos, geólogos y biólogos marinos y oceanógrafos físicos de Inglaterra, Francia, Italia y España, bajo la coordinación de Puig, se han embarcado en el Sarmiento de Gamboa, un buque del Ministerio de Ciencia e Innovación operado por el CSIC. Se han situado a pocos kilómetros de la costa, en los flancos y paredes del cañón de Blanes y gracias dos robots submarinos operados remotamente, el ROV Liropus del Instituto Español de Oceanografía, y el ROV Ariane del Institut Français de Recherche pour l' exploitation de la Mer, toman imágenes tridimensionales de los ecosistemas de corales profundos. Todo ello en el marco del proyecto ABRIC que estudia “los impactos derivados de la resuspensión de sedimentos por pesca de arrastre sobre comunidades bentónicas profundas".

“Fue una sorpresa ver que las colonias eran grandes”, explica Pere Puig

Los arrecifes coralinos de aguas frías o aguas profundas en el Mediterráneo suelen estar a grandes profundidades, -más de 300 metros- y a un máximo de 12-13 grados. No tienen nada en común más que el género con el codiciado coral rojo (Corallium rubrum), amenazado por sobreexplotación por su bello esqueleto usado para adornos y joyas.

En Blanes han hallado hasta cinco especies diferentes de corales blancos de interés ecológico como la Madrepora oculata y la Lophelia pertusa “cubriendo paredes verticales de más de cien metros de altura, y terrazas de la ladera del cañón, formando bosques de corales”, explica Puig. Ambas están protegidas por peligro de extinción y por su importante papel como refugio de la biodiversidad del fondo marino.

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Extensión, especies y muestras

El objetivo de la expedición marina formada por 23 expertos de diversos países es averiguar cual es la extensión exacta cubierta de corales, en qué grado de preservación se encuentra, qué especies acompañan a los corales para hacer un estudio de la biodiversidad y tomar muestras. Con la extracción de muestras de esas colonias frágiles y ramificadas se intentará datarlas, -ya que se cree en algunos casos son centenarias-, y conocer sus ritmos de crecimiento. Para conocer su desarrollo se harán pruebas en un acuario del CSIC. A unas ramas se las cubrirá con sedimentos y a otras no, y se analizará qué crecimiento tiene cada una para determinar los efectos que una lluvia diaria de lodo provocada por la pesca de arrastre puede tener en las colonias.

Estos bosques de corales, en algunos casos tienen colonias de hasta un metro y medio de largo. Explica el geólogo marino que “el coral va creciendo, pero solo está vivo el organismo en la punta de la rama, que es de carbonato cálcico y de un color blanco inmaculado. La parte muerta es de tonos marrones y está tapada por sedimentos”. Estos corales, que generan un oasis de biodiversidad de especies asociadas a estos ecosistemas, están rodeados de caladeros de pesca de arrastre de la gamba rosada.

Los científicos pretenden estudiar hasta qué punto la dinámica de la pesca de arrastre, básicamente de gamba y cigala, puede estar afectando a este “tesoro submarino”. “Las artes de pesca levantan grandes nubes de fango que se posan sobre el coral, este para sacárselo de encima segrega un mucus, pero esto le comporta gastar mucha energía. Si con el paso de los arrastreros el fango les llega a diario, puede acabar sofocándolos y matándolos”, alerta Puig. Por ello han iniciado en Blanes, como ya hizo el puerto de Palamós, un proyecto de cambio de las puertas de los barcos de arrastre para que dejen de “arar en fondo”, y usen un modelo que se queden a unos metros de distancia dejando que sea solo la red la que se deslice por el lecho marino.

Los sedimentos que deposita la pesca de arrastre son la mayor amenaza

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