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Madre y asesina de un bebé sin nombre

La fiscalía pide 22 años para la acusada de acabar con la vida de su hija. El abogado defensor pide su absolución alegando que sufría un brote psicótico

Juan Diego Quesada
De espaldas, detrás de sus abogados y sentada en una silla, Sonia Bedoui, acusada de asesinar a su hijo recién nacido, este martes.
De espaldas, detrás de sus abogados y sentada en una silla, Sonia Bedoui, acusada de asesinar a su hijo recién nacido, este martes.J. D. Q.

En los pasillos del juzgado a veces se escuchan risas. Provienen de las salitas de los abogados y los funcionarios, que ese día pueden estar celebrando un cumpleaños o una jubilación. La solemnidad del sistema judicial español a menudo queda en suspenso por la rutina del día a día. En la sala donde se guardan las togas se discute el funcionamiento del VAR. Los guardas de seguridad bostezan después de ver pasar cientos de bolsos y mochilas por el escáner de rayos X. Los estudiantes de Derecho llegan por la mañana muy ceremoniosos, como si entraran en una iglesia, pero a lo largo de la mañana se relajan y acaban flirteando entre ellos. Las hormonas se esparcen por la sala. La intervención ingeniosa de un abogado o las explicaciones disparatadas de un detenido despiertan carcajadas. Pero hoy no, hoy no cabe nada de eso. Nadie se atreve a hacer un mal chiste. En el banquillo se sienta una mujer acusada de asesinar a un bebé durante sus primeras horas de vida.

La fiscal que lleva el caso hizo este martes un relato minucioso de lo que ocurrió hace dos años exactos en un viejo apartamento de Alcalá de Henares (Madrid). Los miembros del jurado popular se revolvían nerviosos en sus asientos. Frente a ellos tenían a Sonia Bedoui, llorosa, empequeñecida en la silla, como si quisiera volverse invisible. En febrero de 2018, cuando acababa de cumplir los 18, la mujer rompió aguas de madrugada. Estaba sola en el piso en el que vivía con su novio y la familia de él. Ellos no sabían nada del embarazo porque ella lo había ocultado. La niña nació viva, midió 48 centímetros y pesó casi 3 kilos. Según los médicos, respiró espontáneamente fuera del vientre de su madre, aferrándose a su vida recién estrenada.

La mujer cortó el cordón umbilical, y seguramente con las mismas tijeras, apuñaló nueve veces a la recién nacida. En tres ocasiones le perforó el corazón, en una el diafragma y en otra el pulmón izquierdo. Cuando el bebé dejó de respirar, de acuerdo al relato de la fiscal, la madre limpió la sangre con papel de cocina y toallitas húmedas. Después introdujo los papeles manchados, la placenta y el cadáver en bolsas de plástico. Todo eso lo guardó en una mochila que dejó colgada en una silla de su habitación.

A esas alturas del relato, sobraba una explicación más detallada. Cada palabra parecía una mancha innecesaria. La fiscal, que pide 22 años de prisión por el asesinato, le recordó al jurado que no se sabe quién era el padre biológico de la bebé asesinada y que los abuelos, los padres de la acusada, no han querido ejercer la acusación popular. Nadie estaba allí para defender su memoria. Salvo ella, el Estado en mayúsculas:

—Pensad que yo soy la abogada de esa niña que no ha llegado a tener una vida, que ni siquiera tuvo un nombre porque su madre se lo impidió.

La reflexión dejó poso en la habitación, coronada por un retrato de Felipe VI de España. Era el turno del abogado defensor. Jaime Sanz de Bremond, pelo largo cano, una toga que le cae hasta la cintura, llegó envalentonado: hace dos semanas consiguió que los 22 años de prisión que le iban a caer a un miembro de una banda latina por matar a su hermano se quedaran solo en tres, reducida la condena a homicidio imprudente. "Les voy a sorprender", arrancó dirigiéndose al jurado, "aquí no vamos a discutir que Sonia fue la causante de la muerte de su hija".

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El jurado popular abrió los ojos con sorpresa. Los estudiantes de Derecho sentados en las primeras filas se miraron entre ellos. ¿Se ha vuelto loco este señor? Sanz de Bremond, que recorre los pasillos del juzgado con un sombrero de ala y un fular, como un aventurero de la cuerda de De la Quadra-Salcedo, desveló a continuación su estrategia procesal: "Los médicos consultados y los forenses certifican que existe una causa por la que Sonia no es plenamente responsable de sus actos".

El abogado reconoció que a cualquiera le llama la atención este crimen. ¿Cómo es posible que "una cría de 18 años" llegue a hacer algo así? "Esa cría", continuó, "ya tiene un hijo de dos años, al que adora y él la adora a ella". ¿Cómo es posible?, se preguntó de forma retórica. "Ese es el quid de la cuestión". Nadie está justificando nada, advirtió. Solo quería una explicación, un por qué, que los especialistas puedan dar respuestas a estas preguntas que abrumaban a los presentes en la sala.

Entonces el abogado sacó toda la artillería: "¿Saben lo que es una depresión? ¿Conocen a gente que tenga una depresión? Puede que sea algo leve, pero también que sea algo más grave y requiera un ingreso. Si además esa expresión tiene características psicopáticas el cóctel es explosivo. Eso fue lo que sucedió en el caso de Sonia. Ella padeció una depresión grave con características psicóticas y amnesia disociativa. Nos dirán algunos testigos que ella hacía una vida normal, pero quizá eso es lo grave. Quien sufre una depresión no tiene un cartel luminoso anunciándolo".

A su lado, Sonia continuó con la misma expresión compungida y ausente. Su abogado explicó que tiene comportamientos erráticos y extraños desde el instituto. Dormía en el suelo, hablaba con su imagen frente al espejo y decía notar la presencia de sombras. Sacaba fotos de esos puntos vacíos para demostrar a sus conocidos que no mentía. En el momento del crimen trabajaba en la discoteca Magna, en Torrejón de Ardoz. Vivía con su familia política.

Dos días después de dar a luz, Sonia ingresó en el hospital aquejada de un sangrado vaginal. La familia de su novio, al revisar sus pertenencias para llevárselas a la habitación en la que estaba ingresada, dice que descubrió la mochila con el cadáver. Lo llevaron al hospital, donde se le hizo la autopsia. El ADN demuestra que el padre no era su actual pareja. Sonia no ha desvelado quién es. Ella fue ingresada en la unidad psiquiátrica y más tarde enviada a la cárcel de Alcalá Meco.

Sanz de Bremond aprovechó esas partes inconexas del relato para sembrar la duda: "Evidentemente, aquí hay algo que no funciona. Un bebé muerto colgado de una silla durante dos días. En la misma habitación donde duerme con su novio y su cuñada. ¿Creen que eso es un comportamiento normal? Con contarles ese detalle verán que hay algo que no encaja, que no va bien. Por eso la ley establece, como así solicitamos, que sea condenada a estar ingresada en un centro donde se cuide de sí misma".

La primera jornada del juicio no dio para más. Puede que el miércoles las partes lleguen a un acuerdo, pero mientras tanto debe continuar con la declaración de los testigos. Al acabar, dos policías se llevaron del brazo a Sonia, que durmió en prisión. El jurado se fue al bar de enfrente, donde habían reservado una mesa para almorzar el menú del día. Ahí comenzó su deliberación.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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