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OTRES
Columna
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Museo de las vergüenzas

Hay un concurso en el que la gracia está en que los concursantes "no saben hablar muy bien en español" y en cerrar los ojos para emular nuestros rasgos

Un momento de la obra 'Blackface (y otras vergüenzas)'.
Un momento de la obra 'Blackface (y otras vergüenzas)'.
Chenta Tsai Tseng

En la obra Blackface (y otras vergüenzas), Silvia Albert Sopale se imagina un futuro próximo en el que existe un museo de las vergüenzas, un espacio expositivo en el que muestran todos los errores cometidos a lo largo de la historia a la comunidad racializada negra. Silvia interpreta a una médium que se encarna en figuras históricas negras para mostrar sus emociones y sentimientos. Entre ellas el Bosquimano de Bañolas, Tomasa La Negra, o Sarah Baartman, cuyo cuerpo fue expuesto en un zoo humano y cuyo esqueleto, cerebro y genitales, al fallecer, fueron expuestos al público durante más de 160 años en el Museo del Hombre de París.

Un caso parecido fue el de Afong Moy: por 50 centavos, los espectadores podrían verla expuesta en un zoo humano de 10.00 a 14.00 horas y luego nuevamente de 17.00 a 21.00. Se trataba de una mujer cantonesa de unos 16 años, cuyo nombre real desconocemos, que fue llevada en barco a la ciudad de Nueva York en 1834 por los comerciantes Nathaniel y Frederick Carne. Le pusieron como nombre Afong Moy; algunos medios, como New-York Daily Advertiser le llamaban Julia Fooche Ching-Chang King, mofándose de los nombres chinos. Empezó siendo expuesta en una sala de exposiciones en el Park Palace, y fue llevada a otros centros como el Museo Americano o el Instituto de Brooklyn. El éxito era garantizado. Como ponía un póster promocional, "estará vestida con 'el disfraz chino" y los espectadores tendrían la oportunidad de "observar sus ¡ASOMBROSOS PIES PEQUEÑOS!" de cuatro pulgadas y un octavo de largo, "que hace que las damas chinas sean tan notables".

Ella sería la pieza central de la estancia, sentada en un trono, rodeada de muebles, artesanías y objetos decorativos chinos. En el escenario, usaba palillos chinos, explicaba las prácticas sociales chinas y cantaba canciones tradicionales chinas. Parece que a veces mostraba sus pies atados elevándolos sobre un cojín o caminando por la habitación. Su última exposición fue en New York City Hotel en abril de 1850. Después de esta actuación, no se supo más de ella.

Desde 1834 y salvando bastante las distancias, ¿cuánto ha cambiado la representación de la comunidad asiática del este? Teniendo en cuenta que las políticas de la representación pueden llegar a crear una ilusión de una falsa inclusión, aunque no por ello les reste importancia, ¿cómo nos siguen representando en occidente? Mientras Awkwafina va a recoger el merecidísimo Globo de Oro a mejor actriz, que le convierte en la primera asiática-americana en lograrlo, hay programas en los que siguen cosificando a los asiáticos, ridiculizándonos intencionadamente, como es el caso reciente de un programa que llevó a Lipee, a la que bautizaron con el nombre artístico de Chinoa, y Lumato, a quien llamaron el Chino Bravo. Como dice uno de los presentadores, la gracia está en que ellos "no saben hablar muy bien en español" y les van a poner canciones en español para que lo canten y que lo adivine el invitado. Cómo no, en la canción que introduce la sección sale el presentador haciendo yellow facing como si fuera Mickey Rooney haciendo de Mr. Yunioshi en Desayuno con Diamantes, cerrando los ojos para emular nuestros rasgos. Otra pieza más para el museo de las vergüenzas del siglo XXI.

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