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“Me gustaría descubrir nuevos talentos, ayudar a la gente que empieza”

Representante, promotor de conciertos o disquero sin dejar de sentirse artista, Juan Santaner vuelve a las tablas con Vancouvers, dos décadas después de disolverse la banda

Juan Santaner, músico, fotografiado en el Mercado de la Cebada.
Juan Santaner, músico, fotografiado en el Mercado de la Cebada.Claudio Alvarez

Juan Santaner (Mallorca, 1966) es un personaje omnipresente en la escena alternativa madrileña de las tres últimas décadas. Al frente de bandas (Vancouvers, Jet Lag), promotoras de conciertos (Love To Art), agencias de management (I’m An Artist) y sellos (Mojave, Bittersweet, Marxophone) o con su actual firma de representación, Industrias Bala, formada después de un viaje tras romper con todo en 2015. “Con mis socios en Marxophone, para ser más exactos, un proyecto de autogestión que continúa solo como vehículo para las obras de Nacho Vegas. Dejé de ser su mánager pero nos sigue uniendo una gran amistad”, asegura Santaner. El homenaje al fallecido Rafa Fustes, dueño del emblemático Flamingo Bar en Malasaña, propició hace meses el retorno de Vancouvers con su formación clásica. “Nos juntamos a ensayar y vimos que, con la experiencia, sonábamos aún mejor”. A sus cuatro discos (entre el rock y el power-pop) de los noventa unen ahora un nuevo tema, Before you hit the ground, (“estamos ya preparando varios”) y una agenda creciente de actuaciones.

 ¿Cómo compagina Vancouvers e Industrias Bala?

Salir de gira es duro pero se hace con ilusión. Y tengo callo: compaginé el grupo Jet Lag con la promotora Love to Art y, en su día, Vancouvers con mi trabajo en un Ministerio.

 ¿Qué fue de aquel puesto en el Ministerio de Defensa?

Lo perdí tras la excedencia de cinco años. Era editor en la revista. Entré como documentalista para indexar el archivo fotográfico y me favoreció mi conocimiento de la materia: mi padre fue piloto de caza.

Pero su vocación roquera existía de forma precoz.

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A los trece años ya tocaba. Y a los quince o así iba a ver todo: bolos en el Paseo de Camoens, en la Escuela de Caminos o en Rock-Ola. Ayudaba el que existieran entonces pases de tarde.

¿Cuál es su recuerdo de la carrera de Vancouvers?

En contra de lo que se dice, no éramos una banda de culto: funcionábamos muy bien y llenábamos las salas. En los primeros tiempos, figuraban los fijos de nuestros padres en la maqueta y ellos atendían las llamadas. Y memorable fue la carta en la que Alex Chilton se ofrecía a producirnos: se la mandó a un amigo suyo en Madrid para que él nos localizara.

 ¿Esa oportunidad de trabajar con una leyenda cómo surgió?

Alex vino a tocar a Madrid y le dimos nuestra maqueta. Al poco supimos que interpretaba una versión en sus directos de una de las canciones. Tras la carta manuscrita, la grabación en Barcelona resultó genial, en un estudio hasta con piano de cola. Había pasta porque el sello era el que lanzó los megamixes.

¿Y qué ocurrió para que Vancouvers pasaran al olvido?

Lanzamos discos maravillosos, cada uno con historia de terror detrás por el gafe con los sellos. Y para el recuerdo no contribuyó el que nos disolviéramos antes de Internet o cantar en inglés. Tampoco los medios daban ya tanta bola como en la Movida, fuimos una generación perdida.

¿Por qué Love To Art se lanzó a la aventura discográfica?

Nacimos a finales de los noventa para traer a grupos norteamericanos, australianos y suecos con los que casi nadie se atrevía. Como la mayoría no tenían sello aquí, qué mejor que crearlo para favorecer las giras. Así empezó Bittersweet. Aquello se parecía a la evolución posterior del negocio hacia el 360. El tengámoslo todo, vamos.

Su siguiente paso se llamó I’m An Artist.

Una agencia de representación centrada en el producto nacional [Nacho Vegas, Christina Rosenvinge, Sidonie…], área que Love To Art también había cultivado y yo supervisaba. Se llamó así porque haber sido artista te lleva a trabajar de otra forma, ni mejor ni peor, pero diferente si sabes lo que es una gira, componer o cómo funciona un amplificador.

¿Cómo es su rol de mánager aparte de buscar bolos o sello?

Muy de psicólogo, dialogar mucho con el artista para orientar su carrera en consenso con él. Y recomiendo no hablar mal de nadie. Al revés: me gusta organizar los domingos aperitivos con amigos de las artes de los que han salido muchos proyectos. El mío ahora es añadir a mis representados nuevos descubrimientos, ayudar a la gente que empieza.

Entre la guitarra y el 'management'

Industrias Bala figura en Spotify detrás de lo nuevo de Vancouvers. Como siempre, pop brioso pero melódico con Santaner como compositor, papel en el que colabora la cantante, Marta Romero. A la vez, el músico cuida de su roster de artistas, que incluye veteranos (Cápsula), bandas más jóvenes (Fuckaine, Disco Las Palmeras!) o un supergrupo alternativo como Forastero (con el radiofónico Javier Gallego Crudo).

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