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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Brad Mehldau, tan virtuoso, como aburrido y carente de sentido

El músico y la Orquestra Simfònica de Barcelona participan en el Festival de Jazz con un concierto en el Auditori

Todos los músicos de jazz de todas las épocas y estilos han sentido una atracción, generalmente fatal, por las orquestas sinfónicas. Algo que se ha interpretado como un más o menos solapado complejo de inferioridad, el de un solitario instrumentista ante el poderío de toda una orquesta, que se inició con las grabaciones del solista de turno con cuerdas y alcanzó su apogeo a finales de la década de 1950 con la eclosión de la entonces llamada third stream cuando la clásica contemporánea y el jazz rompieron realmente sus fronteras.

En pleno siglo XXI ese complejo de inferioridad sigue tan vivo como el primer día pero la tercera corriente es cosa del pasado. En los últimos tiempos da la impresión de que el músico de jazz desearía despojarse de su pasado swingante (no como estilo sino como sentimiento) para convertirse en compositor clásico incluso olvidando el calificativo contemporáneo. Así parece haberle sucedido a Brad Mehldau, y no es el único. El estreno de su Concierto para piano y orquesta fue tan virtuosístico como aburrido y carente de sentimiento, de ese swing que debe tener toda música (no solo el jazz aunque en otros contextos se le ponga otro nombre). Y ya lo decía el bueno de Duke Ellington: “no tiene sentido si no tiene swing”.

Brad Mehldau

OBC POPS/FESTIVAL DE JAZ
Brad Mehldau con la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya. Clark Rundell, director.
Auditori, 9 de noviembre.

El concierto de Mehdau es un puro ejercicio de estilo más mirando al pasado que al presente con toques tanto impresionistas como hollywoodenses que se salva por el buen hacer del compositor sentado ante el piano aunque siempre pegado a la partitura, incluso en las cadenzas. Con otro intérprete la pieza pasaría desapercibida.

El estreno barcelonés se produjo en el marco de la colaboración entre el Festival de Jazz y la OBC y el Auditori se llenó para la ocasión. Brad Mehldau tiene un público fiel en Barcelona.

Comenzó la velada con el pianista en solitario. Tres temas, algo más de media hora, que valieron por todo el concierto. Intimista, expresivo y con un dominio total del teclado rezumó una sensibilidad de las que calan hondo.

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La orquesta interpretó después la banda sonora de la película Pozos de ambición escrita por el guitarrista de Radiohead. Intrascendente e innecesaria en aquel programa a pesar del buen trabajo de los contrabajos y un curioso tratamiento del pizzicato. Al acabar ni siquiera el director pudo volver a salir a saludar porque el público casi ni aplaudió. Duke Ellington tenía razón.

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