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La utopía en construcción de RCR

Los ganadores del premio Pritzker cuentan en el Pabellón de Cataluña en Venecia su sueño y su forma de entender la arquitectura

Imagen del pabellón catalán en la Bienal de Venecia, obra de RCR.
Imagen del pabellón catalán en la Bienal de Venecia, obra de RCR. Giuseppe Dall'Arche

“Para nosotros la arquitectura no es diseñar edificios icónicos, sino espacios vivenciales, donde cada uno puede tener una percepción diferente acorde con su forma de ser, espacios que transmiten emoción y no dejan indiferentes”. Lo explica Carme Pigem, alma con Rafael Aranda y Ramón Vilalta, de RCR que desde la periferia de Olot (Girona) ha conseguido llegar a lo más alto de la arquitectura mundial, como demuestra el Premio Pritzker, el máximo galardón en este campo, que ganaron hace un año. Para su participación en la 16ª Bienal de Arquitectura de Venecia, como representante de Cataluña, RCR ha creado uno de estos espacios vivenciales, una primera presentación de su sueño, que se cristaliza en La Vila, una masía en medio de los bosques de la Vall de Bianya, que quiere convertir en su más importante legado.

“Cuando nos invitaron tuvimos claro que no queríamos explicar quiénes somos y qué hemos hecho, sino nuestra forma de entender la arquitectura, nuestros valores y nuestra utopía”, explican los arquitectos, que han bautizado su proyecto Sueño y Naturaleza. Pese a ello, en la primera parte del pabellón, El Umbral, se despliega toda su trayectoria en las proyecciones del japonés Hisao Suzuki en pantallas redondas y flotantes. El círculo como símbolo de la perfección protagoniza también El Sueño propiamente dicho, un espacio inmersivo donde La Vila se materializa en 58 instalaciones de lentes y lupas que provocan una visión distorsionada y fragmentada de las imágenes. “Pensamos en La Vila como una sombra en la niebla, un laboratorio abierto capaz de transformar la percepción de las personas, llevándolas a engendrar nuevas relaciones y comportamientos”, explican.

En París sí, en Barcelona quizás

Desde que Cataluña participa en Venecia, el Institut Ramon Llull ha presentado los proyectos en La Virreina y en Santa Mònica. El exconsejero de Cultura Lluís Puig anunció que este último cambiaría su rumbo. No se concretó, el centro quedó descabezado y La Venecia que no se ve, de Antoni Abad, no se presentó. No se sabe aún qué pasará con el de RCR. Mientras se espera la formación de Gobierno, hay conversaciones para presentarlo en la Escuela de Arquitectura de París.

“Impacto sensorial”

 Quizás sea por las lentes Fresnel, que evocan cierta estética sicodélica años 70 o por el suelo y las paredes recubiertas de plástico, pero de entrada en el pabellón es más fácil identificar el sueño que la naturaleza del titulo. “Para nosotros la naturaleza es una fuente de inspiración inagotable y finalmente todos los materiales son reciclables. Necesitábamos crear una sensación etérea e indefinida, lo más posible cercana al no-lugar. Para un evento como la Bienal queríamos crear un espacio donde desconectar de inmediato del entorno”, explica Rafael Aranda. “Es una instalación que crea un fuerte impacto sensorial y también cierto desconcierto”, añade Estel Ortega, comisaria del pabellón catalán con Pati Núñez.

En definitiva es un sueño, cuyo objetivo es despertar las mentes. Por eso las 58 instalaciones no quieren ser declaraciones, sino sugerencias de las ideas, los estados de ánimos y los proyectos en procesos que se detallan en el catálogo. “El pabellón es la parte sensorial y el libro, la conceptual”, dice Aranda.

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“La Vila es un espacio que queremos mantener en constante proceso”, indica Vilalta, destacando varios proyectos que ya han puesto en marcha. Los antiguos establos se convertirán pronto en laboratorios y en el jardín se está levantando un pabellón japonés, cuyo techo se construirá con un papel especial que se pinta durante la propia creación. “Será el edificio fundacional, concebido como un homenaje a la madera y se inaugurará en 2019”, añade Vilalta. Mientras tanto ya se están realizando proyectos de investigación con empresas, por ejemplo sobre cómo utilizar la cerámica de formas inéditas y talleres con estudiantes. “Queremos que aprendan a sentir el lugar, sin olvidarse de dónde vienen y de sus raíces, para que encuentren allí las respuestas”, explica Aranda indicando que también habrá talleres con bailarines para que los alumnos aprendan a sentir a través del cuerpo. “Como decía el gran arquitecto mexicano Luis Barragán: que no hagan lo que yo hice, sino que vean lo que yo vi”, concluye.

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