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La investidura también divide a Òmnium y la ANC

El futuro de Puigdemont enfrenta a las entidades secesionistas y reproduce la disputa que mantienen Junts per Catalunya y Esquerra

Miles de catalanes durante la celebración de la Diada en 2012.
Miles de catalanes durante la celebración de la Diada en 2012.PAU BARRENA (AFP)

La Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural han ido de la mano desde 2012, han convocado de manera conjunta manifestaciones y todo tipo de actos y han aglutinado a todas las familias del independentismo, pero la estrategia para investir al presidente de la Generalitat ha acabado por provocar su enfrentamiento. Es la misma división que afecta estos días a Junts per Catalunya y la CUP, por un lado, y Esquerra Republicana, por otro, pese a los esfuerzos del secesionismo por que no trasciendan sus disputas y clamar una y otra vez por la unidad.

El empecinamiento de Puigdemont en ser investido, sin pensar en las consecuencias legales que se derivarían de ello para el presidente del Parlament ni para los miembros de la Mesa que lo hicieran posible, es el origen de la disputa entre la ANC y Òmnium.

En síntesis, la primera está alineada con el legitimismo que reivindica el expresidente de la Generalitat huido a Bruselas, y ganador contra pronóstico de las elecciones del 21 de diciembre entre la familia secesionista. Mientras, la segunda está muy cerca del pragmatismo que reivindica ahora ERC, con su presidente, Oriol Junqueras, en prisión, con una continua llamada a abandonar la desobediencia y evitar que aumente el número de imputados y de procesos judiciales.

La situación se puede comparar a un complejo cubo de Rubik que el independentismo intenta resolver, pero que se complica cada día que pasa porque son muchas las manos que mueven las diferentes caras y aún no está claro cuál de ellas será la elegida. Y por si eso no fuera poco, las posiciones han ido evolucionando con el paso del tiempo y tanto las formaciones políticas como las entidades secesionistas han intercambiado postulados y ahora defienden aquellos que hasta hace unas semanas estaban en boca de los otros.

Llamada al enfrentamiento

El acuerdo del secretariado de la ANC del pasado sábado reivindicando la investidura inmediata de Puigdemont y su regreso a Cataluña para “liderar la creación efectiva de la república catalana” es una llamada al enfrentamiento directo con el Tribunal Constitucional, que ha prohibido la elección del expresidente si no acude en persona al Parlament y con permiso del Tribunal Supremo.

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Ese es el posicionamiento que mantienen también algunos diputados de Junts per Catalunya del núcleo más próximo a Puigdemont, como la portavoz del grupo, Elsa Artadi, que parece ser la apuesta personal del expresidente. O el portavoz adjunto del grupo parlamentario y exdirector de la emisora RAC1, Eduard Pujol, y algunos diputados del PDeCAT, pero no sus principales dirigentes, como la coordinadora general Marta Pascal ni exconsejeros como Meritxell Borràs o Joaquim Forn. Las dos primeras no quisieron ir en las listas electorales y el tercero, también en prisión, ha renunciado a su acta de diputado.

El pasado 3 de febrero, una semana antes de posicionarse la ANC, lo hizo Òmnium Cultural en sentido muy distinto. La entidad no se decantaba por ningún candidato a la investidura, sino que reclamaba “máxima unidad y generosidad” para garantizar la elección de un presidente, la formación de un Gobierno y la restitución de las instituciones.

Son los postulados que defiende ahora Esquerra Republicana, que en su día empujó a Puigdemont a no convocar elecciones y seguir adelante con la idea de proclamar la república. El resultado electoral del 21-D ha dado un baño de realismo a ERC, que no para de reivindicar “una presidencia efectiva”, algo que no es posible con Puigdemont.

Òmnium reclamaba también en su comunicado que cada partido explique claramente cuáles son sus estrategias a partir de ahora y que “hablen claro” a la ciudadanía, al tiempo que recordaban que tienen casi 100.000 socios y es una entidad con 56 años de historia. Nada que ver con la ANC, nacida en 2012 y con unos 60.000 socios.

Si a Òmnium se la situaba tradicionalmente en la órbita de la extinta Convergència, el escoramiento de Puigdemont a posiciones radicales ha resituado ahora a la entidad más cerca de Esquerra Republicana, partido en el que milita Carme Forcadell, expresidenta de la ANC y del Parlament. Y la CUP, que en su día se jactaba de haber enviado a Artur Mas a la papelera de la historia, ahora está alineada con la llamada al enfrentamiento institucional que proclama desde la capital belga Puigdemont, designado en su día como relevo del expresidente que sustituyó a Jordi Pujol.

Los diferentes actores del secesionismo están confiados en que, de una u otra manera, acabarán resolviendo el dilema y que es cuestión de tiempo. Pero la fractura provocada en la sociedad catalana por el proceso independentista parece que ha alcanzado ya a las propias entidades. Por no entrar en cómo han quedado las relaciones personales en todo este proceso. Puigdemont, por ejemplo, ni siquiera ha tenido tiempo en estos más de tres meses de telefonear a la esposa de Oriol Junqueras para preguntarle cómo se encuentra anímicamente por la ausencia de su marido.

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