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Tribunales

Juzgan a un guardia civil por intentar envenenar a una compañera y a su familia

El fiscal pide para el agente, en prisión, 40 años de cárcel por tres delitos de intento de asesinato

El guardia civil acusado de intentar matar con veneno a una compañera del cuerpo, a su marido y a su hijo de 3 años en Villajoyosa.
El guardia civil acusado de intentar matar con veneno a una compañera del cuerpo, a su marido y a su hijo de 3 años en Villajoyosa. Manuel Lorenzo (EFE)

La historia de Francisco García, un brigada de la Guardia Civil destinado en Villajoyosa (Alicante), es la del presunto intento de envenenamiento a su compañera de trabajo, su marido y el hijo de ambos, de tres años, con raticida e insecticida. El agente, en prisión por esta causa, ha sido juzgado este viernes en la Audiencia de Alicante. La fiscalía reclama para él cuarenta años de cárcel por tres delitos de intento de asesinato, otro de allanamiento de morada y un delito contra la intimidad. Él únicamente se declara culpable de los dos delitos menores y niega cualquier intención homicida.

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Francisco ha admitido ante el tribunal que se apropió de varios objetos personales de la víctima, Vanessa M.G, como llaves, pasaportes, ropa interior, dispositivos informáticos con fotos íntimas y un juguete sexual. Lo hizo, según su declaración, porque ella le gustaba, a él le iban a destinar fuera de Alicante y conservar esos efectos le hacía creer que no estarían del todo “separados”. “No tiene sentido, no puedo darle una explicación lógica, pero para mí entonces la tenía”, ha explicado.

Además de la desaparición de los objetos, el matrimonio comenzó a notar a principios de 2016 que la comida que el marido -también guardia civil- dejaba preparada por la mañana para toda la familia se “ponía mala” en pocas horas. La sopa, por ejemplo, cambiaba de color o desprendía olores y sabores desagradables y tenían que acabar tirándola a la basura. “Llegamos a renovar todas las sartenes y las ollas”, han testificado esta mañana los perjudicados.

La “psicosis” y el estado de ansiedad motivado por este extraño fenómeno llevó a la pareja a instalar una cámara oculta en su vivienda. El 3 de junio del pasado año, Manuel, el marido, dejó un arroz en la mesa del comedor para capturar al culpable, “poner cara al problema”, como él mismo lo ha definido, pues era evidente que un intruso estaba colándose en su bajo de la casa cuartel de Villajoyosa. A mediodía, al volver a su domicilio, las imágenes le sacaron de dudas. La cámara había captado al brigada cuando vertía el contenido de una botella a la comida.

Según los análisis efectuados en un laboratorio, el producto era clorpirifós, un compuesto para el control de plagas de insectos cuya ingesta puede llegar a causar inconsciencia, convulsiones e incluso la muerte a los seres humanos. El procesado admite que vertió esa sustancia al arroz, tras colarse en la vivienda de las víctimas, igual que hizo en otra ocasión “con agua de mar”. Pero matiza que solo quería “llamar la atención” y provocar una “discusión” en la pareja, que se “percatasen de que algo estaba ocurriendo”.

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Sin embargo, según sus palabras, el clorpirifós solo “es nocivo en cantidades inmensas” de las que él no disponía y la dosis que utilizó resultaba “inocua” para la salud. “El clorpirifós no es un producto ajeno a la alimentación y mi padre y mi abuelo lo han utilizado siempre para conservar las patatas y las naranjas”, ha añadido durante el interrogatorio.

La fiscalía y la acusación particular, que representa a la pareja afectada, aseguran que el brigada intentó en más de una ocasión envenenar la comida, incluso con un raticida denominado brodifacoum. Una de las pruebas que sostienen esa conclusión fue descubierta tras su detención, en el registro de su vivienda. En un archivo informático que él mismo había guardado unas horas antes de ser ‘cazado’ por la cámara oculta, había escrito: “Bueno, llegó el “momento de ver si de verdad tengo el valor para hacer lo que planificado muchas veces (al menos en mi pensamiento).

Francisco decía hallarse “en un constante sinvivir” por “culpa” de su compañera, a quien había tenido bajo sus órdenes durante varios años, pues la veía “inmensamente feliz” mientras él no podía “dormir por las noches”. “Me corroe la envidia y me ahoga; si no lo hago, creo que reventaré”, se desahogaba. También confesaba haberlo “intentado en otras ocasiones” sin pensar en “los daños colaterales” de su acción, pero no había tenido éxito. Preguntado hoy por este escrito, ha declarado que se refería únicamente al hecho de entrar en la vivienda de su compañera para echar “algo en la comida” y llamar así su atención, en modo alguno a un plan criminal.

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