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CLÁSICA

Melancólica alegría

Beethoven y Fauré, la luz más nostálgica y el dolor más luminoso, se encuentran en el Auditorio Nacional

Orquesta Metropolitana y Coro Talía en uno de sus conciertos.
Orquesta Metropolitana y Coro Talía en uno de sus conciertos.EP

Cuando el sueño se impone y comienza la vigilia, la música se torna una compañera de viaje que nos conduce a donde ni siquiera nosotros sabíamos que queríamos ir. El fin de semana que viene, la Orquesta Nacional de España se embarca en un recital que aúna al Beethoven más clásico y el Fauré más auténtico en el Auditorio Nacional (viernes y sábado). Una suerte de contraposición para llevarnos del canon a la desmesura.

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El Concierto para violín y orquesta es la única pieza de estas características que compuso el maestro de Bonn. Beethoven es aquí aún un creador que no ha cruzado el soberbio puente de las épocas para entrar en el Romanticismo. Bebe esta pieza de la tradición clásica sublimada por los compositores austriacos, y nos lleva a un Beethoven que dedica al rey de la cuerda una obra que es un remanso de paz en medio de la tempestad que en sus siguientes obras se desatará sin contemplaciones, cambiando la Historia de la Música. De interpretar la parte solística de esta partitura de elegante estructura se encargará el prestigioso violinista Frank Peter Zimmermann.

Para la segunda parte del concierto, el rito y la regla del Clasicismo se diluyen en el mar bravío y turbio del Romanticismo. Fauré pone lo mejor del espíritu de Francia en su Réquiem, un alegato de música sacra pasada por los coloridos tamices de la tradición francesa más desmedida. Una paleta de colores y una instrumentación efectista y en ocasiones llevada a la mínima expresión sirven a Fauré para levantar un Réquiem de una belleza sin igual. Lejos del drama de Mozart y de la teatralidad de Verdi, el de Fauré es delicioso y delicado, como una orquídea que se enfrenta a su fragilidad solo con su belleza como arma. Aquí no hay tristeza, solo un sereno sendero que conduce al paraíso.

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