El monumento olvidado
La azotea de El Corte Inglés de Portal de l’Àngel conserva un conjunto escultórico desconocido, único testigo de la época gloriosa del edificio
Barcelona es una ciudad con un gran número de esculturas y monumentos conmemorativos que recuerdan a personajes y acontecimientos que marcaron, positiva o negativamente, su historia. El último, es el que está tomando forma para honrar a las víctimas del atentado terrorista del pasado 17 de agosto en La Rambla. Pero no todos los monumentos de Barcelona están a la vista de los ciudadanos, ni son fotografiados por los millones de turistas que visitan esta ciudad. Es lo que le ocurre al conjunto que se levanta en la azotea del edificio de Can Jorba de Portal de l'Àngel (hoy El Corte Inglés) esquina con calle de Santa Ana. El enorme conjunto escultórico forma una estructura escalonada presidida por una figura femenina, quizá una diosa Fortuna que lleva en sus manos una especie de cornucopia, atributo de buena suerte y fertilidad. La figura está sentada sobre una silla clásica tipo klismos y está rodeada de 16 niños repartidos en grupo de tres en los cuatro vértices. Los niños llevan juguetes como pelotas, barcos y muñecas. El monumento, que da la espalda a la calle, pasa totalmente desapercibido porque es imposible verlo desde la calle, ya que solo es visible desde las azoteas de los edificios cercanos.
¿Pero qué hace un conjunto escultórico de estas dimensiones subido en la terraza de unos grandes almacenes a la que solo puede accederse desde el último piso, con autorización de los propietarios del edificio y en compañía de personal de seguridad? La historia de este monumento está ligada a los avatares de este imponente edificio historicista construido por Arnald Calvet Peyronill en 1926 para albergar una sucursal de la empresa familiar de grandes almacenes nacida en Manresa, que contaba entre sus logros el ser el primer edificio comercial de España con escalera mecánica.
Hoy el monumento está aislado y solitario, pero a comienzos de los años treinta del siglo pasado fue la guinda de una de las zonas más concurridas de la ciudad. En octubre de 1932 la prensa daba noticia de la inauguración de la ampliación de los Almacenes Jorba tras el derribo de la casa que hacía esquina con Santa Anna, además de crecer dos plantas. Las obras permitieron “proyectar un gran cuerpo circular en el vértice de ángulo que termina con una elevadísima cúpula”, un elemento que hoy caracteriza la arquitectónica fachada de este edificio. La inauguración se celebró en el cuarto piso donde se instalaron exposiciones de pintura y flores, además de abrir oficinas de correos, teléfonos y telégrafos, cables, certificados y giro postal, además de una zona donde se impartían cursillos de costura, cocina y labores, para fidelizar a la clientela femenina. En la nueva zona se instaló una guardería para niños para que las madres compraran con mayor tranquilidad. La guardería contaba con un pequeño zoo que hacía las delicias de los pequeños y dio algún disgusto a sus propietarios, como cuando uno de los chimpancés se escapó de su jaula y se pasó unos días subido en los árboles de plaza de Catalunya.
El conjunto no es visible desde la calle, solo desde las azoteas cercanas
En abril de 1933, los diarios recogían otra inauguración: “una nueva terraza de recreo y descanso, especialmente dedicada a los niños, que está perfectamente instalada, rodeada de pérgolas, un lujoso bar americano y charcutería, una artística fuente luminosa con 20 juegos distintos de agua y de luz, unos dioramas del fondo del mar, de un volcán de erupción y varias glorietas de descanso”. La crónica prosigue: “Se están instalando en dicha terraza juegos infantiles, columpios, un carrusel miniatura y otros atractivos que harán las delicias de los pequeñuelos”, pero nada dice del monumento.
Dos meses antes, en febrero de 1933, los dueños de los almacenes realizaron un completo reportaje fotográfico que recorre el edificio desde el exterior hasta su piso superior en el que aparecen las nuevas secciones y los nuevos espacios. Tres fotografías muestran cómo era la nueva terraza que estaba presidida por el monumento dedicado a la infancia subido sobre un enorme pilar cuadrangular que escondería el ascensor o el montacargas y que estaba decorado también con esgrafiados con niños jugando. Junto al monumento, la enorme fuente de luz y agua inspirada en la que Carles Buïgas creó para la Exposición Internacional de 1929 y que contaba también con figurillas escultóricas a juego con el monumento. El resto de la terraza estaba ocupada por una enorme cafetería que acogía a numerosas familias y sus niños como los que posaron en otra de las imágenes que conserva el Arxiu Lluís G. Jorba Gomis.
En la terraza había una fuente con luz de colores como la de Buïgas de 1929
En 1963 el edificio pasó a ser propiedad de Galerías Preciados que reformó, de nuevo, el edificio y lo reinauguró al año siguiente. Fue entonces cuando se remontaron dos pisos más y todo lo que había en la terraza desapareció. Pero no el monumento que se salvó gracias al enorme pedestal que le permitió superar, por muy poco, el remonte. Y ahí se ha quedado, sin sentido, casi olvidado, de espaldas a todos e inaccesible. Desde hace unos meses un andamio cubre la fachada de este edificio propiedad desde 1995 de El Corte Inglés. Los planes de restauración y limpieza de la fachada también afectan a esta diosa y su joven séquito que darán lustre y protección a estas figuras para que sigan enfrentándose, en soledad, a las inclemencias del tiempo.