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Marta Carrasco subyuga en el festival Grec con su ‘Perra de nadie’

La bailarina encontró en la intimidad de la sala Hiroshima un escenario ideal

Marta Carrasco está algo gruesa. En ninguno de sus vestidos puede subirse la cremallera hasta arriba. Y su pelo pide un tinte a gritos. No obstante está magnífica en su último espectáculo de teatro/danza, Perra de nadie, una pieza cruel, tierna, poética y esperpéntica donde reúne a las diferentes mujeres que ha encarnado a lo largo de su dilatada carrera profesional. Sentada en una silla, vestida con una combinación negra, su cuerpo, machacado por la vida, emana la misma sensualidad que el de Serafina, la protagonista del drama de Tennessee Williams La rosa tatuada,cuya película interpretó Anna Magnani.

Este espectáculo, que se convirtió en uno de los mejores de la pasada edición del Sismógraf de Olot, encontró en la intimidad de la Sala Hiroshima, en el marco del festival Grec, el lugar ideal para entablar un duro diálogo con el público, que desde el primer momento se quedó subyugado por la personalidad de Marta Carrasco. El comienzo de Perra de nadie es sobrecogedor, la artista aparece con un corsé ortopédico, una collarín, y unas prótesis en las muñecas, al igual que en su obra B. Flowers y con esa mirada de ida, que ha popularizado desde que interpretó a Camille Claudel en Blanc d'ombra, saluda efusivamente al público, se entremezcla con los espectadores, les da la mano o los besa, todo ello con el soberbio tema de Joni Mitchell, Both sides Now. .

Una vez se ha deshecho de todos estos artilugios que la oprimían, Marta Carrasco se convierte en una perra herida, violenta o cariñosa, que inicia un viaje emocional a través de su vida. Los recuerdos amargos se mezclan con los dulces, al igual que los fragmentos brillantes coreográficamente se mezclan con otros más planos. Es curioso comprobar como su célebre y hermosos movimiento de brazos, aquí toma otra dimensión, sus brazos están rollizos, pero no importa su expresividad es máxima. A lo largo de la obra abundan las secuencias hipnóticas, la artista hace una buena utilización de los elementos escénicos, por ejemplo su baile con la gran cortina roja a son de Gracias a la vida, aquí en versión de Albert Pla, o el juego con el filo de un gran cuchillo invitando al público a cortarse la cabeza. El fragmento final es de lo más sugerente, Carrasco sentada en una silla cogerá barro de un recipiente, donde suelen comer los perros, y se irá embadurnando, sin pudor con insolencia, hasta convertirse en una bella esfinge. Para esta parte del espectáculo la artista ha escogido un lied del ciclo de canciones de Schubert El canto del cisne, interpretado por el grandísimo bajo-barítono alemán, Thomas Quasthoff, otro acierto de esta inquietante Perra de nadie.

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