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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La confluencia es la clave

Albano Dante Fachin intenta con Podem lo mismo que en 1999 llevó a los anguitistas al fracaso en unas elecciones decisivas

En la emergencia de Podemos como fuerza política a la izquierda del partido socialista registrada en España en 2014 hay varias circunstancias que se prestan a equívocos. Una de ellas es su indefinición ideológica, reflejo de los tiempos de confusión en que nace. Otra es su carácter plurinacional, mucho más marcado en su caso que en el del PSOE, su inevitable punto de comparación. Y otra es su condición de amalgama multipartidista, que a su vez trae a cuento la siempre conflictiva convivencia de grupos y partidos históricamente enfrentados.

Estos tres factores inciden ahora mismo en el intento que se desarrolla en Cataluña para crear una nueva fuerza política en respuesta al llamamiento lanzado por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Los partidos situados a la izquierda del PSC intentan una fusión que integraría a Iniciativa-Verds, Esquerra Unida i Alternativa, Podem, Barcelona en Comú, junto a numerosos independientes. Crear el híbrido ideológico que bajo la dirección de activistas de diversas causas englobe en una sola organización a ex comunistas, comunistas, ecologistas, trotskistas, socialistas revolucionarios, socialdemócratas y libertarios de diverso pelaje más una legión de excreyentes en todas y cada una de estas filiaciones es una tarea titánica. Y una garantía de lío permanente, eterno.

Los protagonistas del empeño aseguran, sin embargo, que las discusiones político-ideológicas no han sido la dificultad principal. Lo mismo sucede respecto a la otra fuente de equívocos, el conflicto nacional, a pesar de que en una sociedad de mezcla plurinacional como la catalana tiene un elevado potencial polémico. El nuevo sujeto político ha venido a nacer en un momento histórico de aguda crisis de la conciencia colectiva catalana, dividida entre catalanistas, españolistas, internacionalistas, mezclados, indefinidos y ambiguos. El riesgo es que el artefacto explote en el momento en que haya que dar un o un no que deje sin espacio a posiciones intermedias. Pero, de momento, eso resulta manejable.

Otra cosa es el tercer equívoco ¿Quién va a mandar ahí? Esta cuestión se ha revelado cada día más difícil. La crisis ha estallado en el momento en que Podem, uno de los actores llamados a diluirse en el nuevo partido, ha exigido una cuota mayor de la que otros están dispuestos a cederle. La organización catalana de Podemos ha comenzado a actuar como si tuviera el peso que le otorga representar a la segunda fuerza en España en las elecciones legislativas. Su secretario general en Cataluña, Albano Dante Fachin, quiere tener vara alta entre unos pares que no se la reconocen.

El conflicto nace de la interpretación de los éxitos electorales de Podem, de los que Fachin actúa como si fuera el responsable, cosa que todas las partes saben que no es. Los aliados de Podemos saben también que la clave diferencial del éxito a escala española radicó en la confluencia del núcleo de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón con una serie de partidos de las nacionalidades. Sin confluencia en Galicia, Navarra, Illes Balears, Valencia y Cataluña, los resultados de Podemos habrían sido mediocres en estas comunidades y, en consecuencia, todavía más mediocres en el conjunto. No se estaría hablando de la tercera fuerza estatal casi empatada con la segunda. De los 5.048.092 votos obtenidos en las últimas elecciones generales, 2.394.262 fueron obtenidos en estas seis comunidades. En cinco de ellas las confluencias superaron al PSOE; en Cataluña fue la primera fuerza; fueron la segunda en tres: Baleares, Navarra y València, superadas solo por el PP; y fueron la tercera en la otra, Galicia.

Eso significa, sencillamente, que el administrador del éxito de Podem en Cataluña solo puede ser la confluencia, no una de sus partes. No el jefe local de Podem, que para colmo es un recién llegado a estas lides. La organización catalana de Podemos no ha concurrido nunca en solitario a unas elecciones.

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Lo único claro en el camino escogido por Fachin es que quedar fuera del nuevo partido puede debilitar a todas las partes, pero la que más a la propia Podem. La amenaza es la fuerza de Fachin, pero es una posición destructiva, abocada al fracaso. Lo lógico es que los demás partidos acepten el envite y sigan el camino sin él. Lo que Fachin intenta es lo que en Cataluña hicieron los anguitistas en 1999. Fueron a las elecciones por su cuenta creyendo que se quedarían con el espacio de Iniciativa Verds y lo que pasó es que quedaron extraparlamentarios.

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