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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El limbo de los cómicos

Joan Pera y Carles Canut se elevan hacia el final de 'La taverna dels bufons' como dos impactantes trágicos

Los actores, durante un ensayo.
Los actores, durante un ensayo.Joan Sánchez

En el universo que ha generado William Shakespeare desde su fallecimiento hay lugar incluso para los más variados spin-off: tramas protagonizadas por personajes secundarios de sus más célebres tragedias y comedias. Robert Browning le dio la palabra a Caliban (La tempestad) en un ambiguo poema teologal. Gareth Armstrong construyó con el judío Tubal un memorable retrato sobre Shylock (El mercader de Venecia) y el antisemitismo. Tom Stoppard situó a los bachilleres Rosencrantz y Guildenstern (Hamlet) en un limbo beckettiano para cuestionarse la deriva violenta en el pútrido reino de Dinamarca.

La taverna dels bufons

De Martí Torras Mayneris y Denise Duncan, a partir de William Shakespeare. Dirección: Martí Torras Mayneris. Intérpretes: Joan Pera, Carles Canut y Dafnis Balduz. Músicos: Els Berros de la Cort. Teatre Romea, 29 de diciembre.

Martí Torras Mayneris y Denise Duncan aportan con La taverna dels bufons un nuevo giro a este material, alejándose del personaje inventado para inventarse una situación dramática con dos de los más renombrados actores cómicos de la compañía de Shakespeare: William Kempe y Robert Armin. Dos nombres desconocidos para los legos y reconocidos por los expertos en el dramaturgo inglés. Dos bufones que esperan –en una situación similar a la planteada por Stoppard– que algo o alguien les libere de su nebulosa existencial. Será el mismo Shakespeare el que les ofrezca la oportunidad en un juego de engaños mutuos, de humillación del maestro y dignificación de los fools, en medio de una parodia del teatrillo que los rústicos de Sueño de una noche de verano montan con el mito de Píramo y Tisbe.

Un homenaje a los renovadores del bufón isabelino que es un implícito tributo a los dos actores catalanes protagonistas del montaje: Joan Pera y Carles Canut. Dos maratonianos de las tablas. Pera (Armin) y Canut (Kempe), acompañados por Dafnis Balduz (Shakespeare), se encierran en un curioso círculo, entre Dante y el sainete, para elevarse hacia el final de la comedia como dos impactantes trágicos. Mayneriz no ha hecho nada para contener sus marcadas particularidades. Al contrario. Aquí –en una versión libre y socarrona de la metateatralidad– son más Pera y Canut que nunca para sorprender al espectador en el último tramo de la función con una exhibición de sus artes interpretativas. Las máscaras aprendidas, los sonsonetes, los gestos familiares, caen y desaparecen para dejar a la audiencia con la boca abierta ante la desnuda gravedad de su aliento dramático. Es entonces cuando la obra adquiere el sentido que parece hasta entonces esquivo y furtivo.

Cuando Pera y Canut son iluminados por un foco que oscurece todo lo demás –y hace callar la alegre giga de Els Berros de la Cort– se descubre que todo lo anterior es un jovial prólogo de retazos shakespearianos para reivindicar la grandeza sepultada del cómico. Los cómicos: Canut, con ese talante tan Gielgud de distanciarse de la tontería psicodramática. Pera, cubriéndose con la capa de invisibilidad y armiño del cariño del público.

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