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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La oportunidad de Iceta

El conflicto con el PSOE dificulta el papel de puente que el PSC pretende ejercer entre Cataluña y España

Enric Company

És difícil comprender por qué razón una buena parte del movimiento soberanista catalán identifica referéndum con independencia. Cómo si un referéndum pudiera lanzar sólo un resultado favorable a sus deseos. Hay bastantes indicios que apuntan al hecho que esta identificación es un error y que la sociedad catalana está dividida sobre este asunto en dos mitades de medida muy parecida. El último es el sondeo reciente del Centre de Estudis de Opinió (CEO), que muestra un empate entre partidarios y contrarios de la independencia, aunque con una ventaja de los segundos de escasas décimas.

Es un empate, que oscila en favor de unos u otros, pero con muy poco margen, una indefinición muy estable, valga la paradoja, y nadie sabe hasta cuando puede durar. La semana pasada, sin embargo, Miquel Iceta, el reelegido primer secretario del PSC, auguró de forma un poco solemne, enfática, que si el gobierno de Puigdemont-

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Junqueras mantiene sus posiciones actuales, se encamina no hacia la independencia sino hacia el fracaso, la frustración y el desastre. El fracaso vendría según el dirigente socialista de haber ofrecido la independencia como una solución milagrosa a todos los problemas y no haber conseguido ni independencia ni soluciones. El desastre resultaría de dividir la sociedad en mitades cada vez más enfrentadas.

Iceta cree que este escenario es una oportunidad de oro para su partido. Lo ha explicado sin tapujos en el congreso del PSC y al comité federal del PSOE y lo ha difundido en todos los foros posibles. El PSC sostiene que el diálogo, la negociación y el pacto que han sido el instrumento estratégico del catalanismo en el último medio siglo tienen todavía recorrido para incrementar el autogobierno. Está tan convencido del papel de mediador que con estas ideas el PSC puede y tiene que jugar en esta coyuntura difícil, que defenderlo lo trajo a enfrentarse a la mayoría del Comitè Federal del PSOE en la dramática reunión en que el socialismo español decidió permitir la investidura de Mariano Rajoy. El argumento de Iceta fue que por el PSC votar a favor de Rajoy, aunque fuera mediante una abstención, equivale en el contexto catalán a decantarse en favor de uno de los responsables del conflicto y de la ausencia del diálogo “y entonces dejaríamos de ser útiles para construir puentes”.

Refuerza esta posición el hecho que el sistema catalán de partidos se encuentra en plena transformación desde el 2010 y en estos momentos de cambio, el PSC se encuentra, sin haberlo buscado expresamente, como casi la única fuerza útil para representar el universo social catalanista. ERC, el PDCat y la CUP forman el frente independentista. El PP y Ciutadans integran el frente del nacionalismo españolista, en versión sénior y júnior, respectivamente. Dit en las palabras del mismo Iceta, “la antigua CiU ha sido absorbida por el magma independentista, Unió no ha conseguido representación parlamentaria, y Iniciativa se encuentra en proceso de confluencia con otras fuerzas políticas y sociales que todavía están en la fase de definir su proyecto”. Qué queda, pues, al escenario catalán? El socialismo catalanista y reformista, con su oferta de diálogo, unidad civil y federalismo. Al menos, hasta que no se vacíe la incógnita del nuevo partido impulsado por Ada Colau. Y mientras el PSOE no lo contradiga, como pretenden buena parte de sus dirigentes regionales.

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Esta oportunidad llega al PSC, sin embargo, cuando vive sus horas más bajas. Y no sólo por su actual conflicto con el PSOE. El socialismo ha visto cómo desde el 2010 su apoyo electoral se reduce elección detrás elección y no parece que sus expectativas tengan que mejorar. Los nuevos competidores se están consolidando, con el efecto de reducir hasta límites insospechados el espacio electoral antaño indisputat. Si a los socialistas los votaran en las próximas elecciones generales sólo quienes según el CIS están actualmente decididos a seguir haciéndolo, obtendrían 37 diputados. O 55 si se los añaden quienes todavía simpatizan con ellos. Estas magras expectativas propician un cierre del PSOE sobre posiciones cada vez más cercanas al PP en el plan del nacionalismo: una sola nación, un solo partido socialista. Iceta lo tiene claro: el que más lo horroriza es que la incapacidad de aceptar las diferencias y gestionar las discrepancias que ha demostrado el PSOE en su último conflicto sirvan porque en Cataluña “mucha gente es capaz de convencerse que esto del federalismo no es viable y se acabe resignando a la independencia como una cosa inevitable”.

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