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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El barón se desmelena

Alfonso Vilallonga ha reunido algunos de su experimentos recientes y los ha hilvanado a modo de sainete chusco y picante

Con el paso de los años Alfonso Vilallonga ha ido perdiendo todas sus inhibiciones. Ya sin ataduras (ni personales, ni sociales, ni escénicas) su verborreica imaginación le permite viajar desde los recovecos familiares más íntimos hasta las paranoias más delirantes y de dudosa moralidad, desde la pura confesión (casi autoflagelación) hasta el simple divertimento cabaretero.

Todo bien agitado en una coctelera de diseño (a ser posible de aires vintage) y servido, con su correspondiente guinda, en un ambiente estudiadamente adecuado sobre un piano de cola horripilantemente pintado de azul verdoso.

LA NOTE D'À CÔTÉ (RETRAT MUSICAL DEL BARÓ DE MALDÀ)

De Alfonso de Vilallonga. Intérpretes: Antoni Comas, Mónica López, La Shica y Alfonso de Vilallonga.Teatre Lliure, Barcelona, 5 al 16 de octubre.

En La note d'à côté, De Vilallonga (recuperando el “de” de su ahora ya desinhibida aristocracia) ha reunido algunos de su experimentos recientes y los ha hilvanado a modo de sainete chusco y picante salpicado de buena música, toques de inofensiva crítica social y constantes guiños a lo políticamente incorrecto.

Así, como quien no quiere la cosa, el flamante Barón de Maldà, va repasando desde las historias sexuales de sus abuelos hasta sus escarceos pornográficos (nunca explícitos, claro) o políticos (recuperando, ukelele en mano, su himno por la independencia antiindependentista).

Hilarante

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Muy bien acompañado en escena por el tenor lírico Antoni Comas, la actriz Mónica López y la magnífica todoterreno (del cabaret a la copla) La Shica, Vilallonga se desmelena como actor, pianista, cantante y, sobre todo, como autor de canciones, textos y situaciones hilarantes.

El resultado es casi hora y media de espectáculo tan atractivo como imposible de etiquetar en el que, a pesar de no tener ninguna continuidad, nunca se pierde el ritmo y la sonrisa (a menudo maliciosa) se mezcla con brotes de inevitable carcajada.

El único problema de este nuevo espectáculo es que los fieles seguidores de Vilallonga reconocerán muchos fragmentos de trabajos recientes restando el el factor sorpresa que un producto así necesita.

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