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Fiesta, muerte y juventud

El colectivo artístico Play Dramaturgia estrena 'Liberté, Egalité, Beyoncé' en Teatro Pradillo Se trata de una obra que empezó como una reflexión sobre la tragedia del Madrid Arena

Dos de los componentes de Play Dramaturgia en un momento del ensayo de la obra.
Dos de los componentes de Play Dramaturgia en un momento del ensayo de la obra.Jorge Anguita

Play Dramaturgia son Javier Cruz, Fernando Gandasegui y Juan Luis Gomá. Han hecho poco pero se habla de ellos, unos los miran de reojo, otros con el deseo de ver arder la escena, otros con interés curioso, pero lo cierto es que el mundo de la independencia y la experimentación artística madrileña anda ávido de ver qué pasa con su nuevo trabajo. Algo que este fin de semana se desvelará en Pradillo. Presentan nueva pieza hasta el domingo: Liberté, Egalité, Beyoncé. Danza, palabra e imagen buscan, en tiempos lentos y sincopados, las formas y modos de una juventud lacerada.

Se declaran promiscuos, miran con mucho recelo el concepto de autoría, bucean en lo colectivo y tienen claros enganches tanto con la tradición escénica experimental de los últimos 30 años como con las artes plásticas. Nacen en la RESAD en el año 2010. En octubre del 2012, año en que se une Javier Cruz, se atreven con un proyecto que, a través de la plataforma escénica digital Teatron, tiene una difusión inusitada: Escenarios del streaming, un proyecto auspiciado por Intermediae en el que invitaban a artistas a realizar una pieza en streaming y que suscitó artículos incluso al otro lado del Atlántico. En 2013, estuvieron en el festival de la Casa Encendida ¿Y si dejamos de ser artistas?, donde crean la pieza Chroma Key; y participaron dentro del ciclo Apuntes en sucio de Teatro Pradillo, donde presentaron dos piezas entre las que se encontraba, con el mismo título, la génesis de la obra que ahora presentan.

En Apuntes en sucio, Play Dramaturgia supo trabajar desde una poética desconcertante y efectiva sobre la tragedia del Madrid Arena: una juventud agrupada y desactivada llenaba de manera sorda y dolorosa el escenario. “Fue un acercamiento a los materiales del artista Jorge Anguita, con el que hemos seguido trabajando, que tratan sobre colapso humano en la arquitectura espectacular”, explica Gandasegui. “Nos interesaba la traducción de unos materiales más propios de las artes visuales al hecho escénico. Estaba más centrada en el Madrid Arena, incluso se reconstruía una de las pocas fotos de aquella avalancha. La obra de ahora parte de esa pieza pero se ha contaminado. Desde hace dos meses abrimos el melón, llamamos a Paulina Chamorro, Jaime Conde Salazar, Daniel Carretero y Janet Novas (joven coreógrafa gallega que viene pisando con tiento y fuerza) y aquello empezó a cambiar”, explica Cruz. “Se fue conformando un colectivo que es lo que nos interesa. Y en un momento Conde Salazar nos espetó que ya estaba bien de pensar en intérpretes y que nos manchásemos las manos nosotros mismos. Ahí, Javier decidió entrar en escena”, explica Gandasegui sobre el sólido trabajo actoral y de danza que realiza Cruz, algo sorprendente ya que es la primera que toca tablas.

“Además, el desarrollo de este proyecto coincide con una fascinación por la danza, con un momento en el que en Madrid nos encontramos con piezas que nos han impactado mucho”, explica Cruz. “Sandra Gómez, Tania Arias, Aitana Cordero, Paz Rojo...”, apunta Gandasegui. “Nos flipa lo inenarrable que tiene la danza y su capacidad de imaginar lo que todavía no es imaginable. Cómo el cuerpo puede explicar lo que la palabra no puede. Y eso inunda la pieza”, concluye Cruz. Al forzarles a hablar sobre las temáticas presentes en la obra, Cruz dice: Hemos trabajado sobre un trinomio: fiesta, muerte y juventud. Está muy presente la muerte como ruido de fondo. Pero el escenario en esta obra, al final, es una pared donde las cosas rebotan. Y lo que rebota es otra cosa, son finales de secuencia. No está en crudo ni el Madrid Arena, ni la avalancha, ni la juventud…”, explica Cruz.

“Parecería que el sentido de la juventud es la realización de una euforia compartida con otros. Nos preguntábamos durante el proceso cuántos jóvenes murieron en la Revolución Francesa inmersos en esa comunión. Hoy parece haber atisbos, ir al Congreso, ir a… Pero la revolución está súperenquistada ¿Qué nos queda?, ¿Un estadio, una macrofiesta? ¿Ese es el momento más alto en el que la muerte te puede pillar?”, razona Cruz. “Todo esto está en la obra, pero tratado con cierta distancia e ironía. Siendo conscientes de todo el proyecto fracasado del hombre desde el XVIII, con toda esa culpa que ya no nos pertenece, llenos de un futuro que no se ha realizado y con la clara voluntad de que no vamos a parar y vamos a seguir insistiendo desde el hecho escénico. Como Javier y Janet en escena, bailando, sin parar. Trabajando desde la insistencia y el agotamiento”, concluye Gandasegui sobre este trabajo en el que también se cuenta con textos punzantes, llenos de imágenes, íntimos, políticos y tristes, textos que sobrevuelan una juventud rota y casi ida.

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