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El magisterio ambulante de Mayall

El mentor del blues británico recala en Madrid para celebrar sus 80 años

John Mayall a sus 80 años, un icono del blues.
John Mayall a sus 80 años, un icono del blues.

80 años dan para mucho, aunque puedan ser todos en la misma dirección. Y si alguien lo duda, nada como preguntar a John Mayall (Macclesfield, Cheshire, 1933). El hombre que aparecerá este martes sobre las tablas del Teatro Lara vivió de niño la Segunda Guerra Mundial, y ya practicaba la prédica amateur de los 12 compases antes de amalgamar el boom del blues británico en los sesenta al frente de los Bluesbreakers. “Crecí con los discos de 78 revoluciones de mi padre sonando a todas horas. Eso activó un resorte que me llevó a desarrollar este romance”. La relación no deja de rendir frutos, ya sean giras como la actual para celebrar las ocho décadas del bluesman o su inminente nuevo disco de estudio, A special life.

Esa espiral de tours y grabaciones amagó con cesar en 2008 cuando el cantante, compositor y multiinstrumentista, con algún que otro achaque, disolvió los Bluesbreakers. A la banda, reflotada en los ochenta, nunca le faltaron miembros virtuosos en la estela de los tres ases de la guitarra catapultados al lado de Mayall en el swinging London: Eric Clapton, Peter Green y Mick Taylor. Y fue el toparse enseguida con savia fresca y otra vez aventajada, la de su actual cuarteto, la que animó al músico inglés a seguir: “Como vais a comprobar, interactúo con ellos de forma casi asombrosa y muy excitante”, proclama en vísperas de su show madrileño.

“Crecí con los discos de 78 revoluciones de mi padre sonando a todas horas”

No necesita convencernos: el guitarrista tejano Rocky Athas y la sección rítmica que forman Greg Rzab (bajo) y Jay Davenport (batería), ambos de Chicago, ya mostraron su solvencia instrumental en Tough, el anterior álbum de Mayall. “En el nuevo, ellos han aportado un tema. El resto del disco lo forman versiones y tres composiciones mías”, adelanta el padrino del blues británico, escritor nada despreciable a pesar de no haber concebido nunca un single de éxito (su auge en listas siempre ha sido en formato largo), y que encuentra musas en la actual realidad. “Abundan las observaciones políticas en World gone crazy, igual que hice en 2009 con Tough times ahead”. Canciones, la del mundo chaveta y la de los tiempos duros, en la senda de otras suyas setenteras inspiradas en la crisis del petróleo o el impeachment a Nixon.

Y llama la atención la noticia de un cover de Clifton Chenier, leyenda del zydeco, en la nueva entrega. ¿El bluesman de Cheshire (el condado de Lewis Carroll y su célebre gato) cocinando con las raíces francesas de la música de Luisiana? “Más que de una pieza de zydeco se trata de un blues lento y terroso, con el hijo de Chenier como invitado al acordeón”, aclara Mayall. No es que su discografía no conozca la experimentación: ofrece obras en las que el blues se empapa de jazz; o se desenchufa, como en los dos brillantes trabajos acústicos y sin batería (The turning point y Empty rooms) en tiempos de su traslado definitivo a California al acabar los sesenta. Pasó, entre otras cosas, de ser el que descubría viejos vinilos a su amigo Paul McCartney en Londres a conocer el trasiego de la mansión de Frank Zappa en Laurel Canyon.

‘A special life’ es el inminente nuevo disco de estudio de John Mayall
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Pero si algo marca la trayectoria de Mayall es su eterno retorno a la pureza del blues eléctrico. Pasión compartida que le llevó a fichar a Eric Clapton para los primeros Bluesbreakers cuando este había abandonado The Yardbirds por las veleidades pop del grupo. “Como bluesman, aprendes a reconocer a otros artistas de mentalidad similar", rememora. Juntos parieron la gran cima de crítica y ventas del blues británico, conocida popularmente como The Beano album (1966) porque Clapton leía en la foto de portada ese tebeo de la época. Sus solos de guitarra acapararon plano y dieron lugar al famoso grafiti callejero que rezaba “Clapton es Dios”. Mayall suele contemporizar al respecto: “Fue algo positivo porque contribuyó a que viniera más gente a vernos”. Luego se enteraría por la prensa del plan del guitarrista de marcharse para formar Cream. Aún así, su relación no parece resentida: Clapton colaboró en el disco del 70 aniversario de su mentor.

También sus herederos a las seis cuerdas más famosos, Peter Green y Mick Taylor, se han marcado cameos después de independizarse. El primero dejó su impronta con los Bluesbreakers (A hard road, un gran disco) antes de fundar Fleetwood Mac junto a otros dos gregarios de Mayall, John McVie y Mick Fleetwood. Y a Taylor, el propio Mayall le recomendó para The Rolling Stones. La clave parece tenerla otro de los impulsados, Walter Trout: “La banda de John Mayall es ideal por la libertad que brinda a músicos llamados a ser futuras estrellas”. Y él, ensombrecido a veces por esas aureolas, lo corrobora: “He llevado siempre a gala mi papel de líder, y siempre me ha parecido algo que me venía de forma natural”.

John Mayall actúa el martes 4 de marzo en el Teatro Lara, dentro del ciclo Leyendas con Estrella, 22:30

El blues dentro del blues

John Mayall tuvo en los sesenta el mismo privilegio de otros músicos británicos: respaldar a leyendas estadounidenses del blues como su luego amigo John Lee Hooker, T-Bone Walker o Sonny Boy Williamson en las primeras giras de estos por el Reino Unido. “Nos enseñaron mucho, sobre todo de la dinámica del escenario”, recuerda.

Y dada su entrega a los doce compases, buena parte de los temas compuestos por Mayall en seis décadas de carrera se inspiran en el propio género o en las vidas de sus practicantes. Ejemplos no lejanos: King of the Kings, en 2007, dentro de su álbum de homenaje a su ídolo principal y también amigo, Freddie King ("me derretían su voz increíble y su feroz guitarra") o That good old rockin' blues, en 2009, en cuyos versos confiesa su aversión hacía el hip-hop: "Odio el rap con una vehemencia nunca vista / no puedo evitar ser como soy porque nací así".

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