Carta de El Cabanyal, 2015
La noticia de la retirada del recurso de inconstitucionalidad que paralizaba los planes municipales para el barrio, contiene en realidad mucha esperanza para El Cabanyal
¡Cuánta confusión han despertado las últimas novedades respecto al barrio de El Cabanyal! La semana pasada, el gobierno central retiró el recurso de inconstitucionalidad que paralizaba los planes municipales para el barrio. Esta noticia, que en principio podría parecer preocupante, contiene en realidad mucha esperanza para El Cabanyal. En primer lugar, porque deja intacta la Orden ministerial que prohibía y sigue prohibiendo el PEPRI en su formulación actual. En segundo lugar, porque detrás de la retirada del recurso hay una exigencia del gobierno: adaptar el plan a esta Orden ministerial de 2009, que lo considera expoliador del patrimonio. Analicemos en qué términos se intuye esta adaptación, porque ya empiezan a insinuarse algunos contornos.
Parece que los esfuerzos del Ayuntamiento de Valencia se van a centrar ahora en la ejecución del Bulevar San Pedro: una avenida de nueva creación que iría de la nada a ningún sitio, que no guarda relación con el dilema que en 1988 planteó el PGOU de la ciudad al que se entregó el PEPRI (prolongar la Avenida de Blasco Ibáñez o mantener un barrio vivo), y que además supone el derribo a cargo de las cuentas públicas de toda la fachada poniente de una calle que ya existe y que es fundacional del barrio. Algunos medios ya anticipan esta actuación señalando que el hipotético bulevar está fuera del área catalogada como Bien de Interés Cultural y olvidando que forma parte del Conjunto Histórico Protegido.
Ante esta perspectiva, que anticipa nuevas disputas en torno a qué es y qué no es patrimonial, deberíamos reflexionar sobre la conveniencia de dar un paso adelante tanto en el fondo como en la forma del debate en torno a El Cabanyal. No solo sería muy positivo asumir de una vez por todas los valores históricos y artísticos de un barrio que es, desde el s.XVIII, la puerta al mar de la ciudad de Valencia. Es necesario, además, que superemos este debate de mínimos. El respeto a los valores patrimoniales del barrio, que debería darse por sentado, es necesario pero no suficiente. Esta disputa, que ya dura 15 años, corre el riego de encallar la discusión en un ámbito alejado de la ciudadanía, centrando el problema en torno a leyes, informes y sentencias, elementos valiosísimos e insustituibles pero, en el fondo, abstracciones que necesitan ser complementadas con otras dimensiones del barrio que también están en juego.
Que la distancia entre la realidad y su despacho administrativo es creciente es algo que puede constatarse fácilmente en El Cabanyal. Desde 2010, la inmovilidad de un Ayuntamiento que no concede licencias de obra o actividad ha sido contestada por el barrio mediante una vitalidad que ha escapado a las disposiciones oficiales del planeamiento. Como es ya tradición, la vinculación de lo físico con lo social se ha probado exitosamente en este barrio que ya se recompuso por sí mismo de los incendios de las barracas (1796, 1875) de los bombardeos de la Guerra Civil (1936-39), de la inundación en la Riuà (1957), que a modo de 'cola de lagartija' es capaz de renacer cada vez y que ahora, gracias a unos habitantes orgullosos del barrio en el que viven, se sobrepone a lo que fueron los prepotentes derribos de 2010 del PEPRI.
Este divorcio entre lo planeado y lo existente lleva a equívocos como los que se cometen al decir que, hasta ahora, el barrio estaba bloqueado. El Cabanyal es uno de los barrios más activos, asociativos y dinámicos de esta ciudad (Portes Obertes, Arxiu Viu, Cabanyal Íntim, Cabanyal 2.0, Viu al Cabanyal, etc). Más bien, es la situación urbanística la que se encuentra en un callejón sin salida y a la par que la propia disciplina ha evolucionado en estos 15 años hacia un nuevo paradigma más social. Así pues, ya no solo el proyecto de prolongación de la avenida, que ya era caduco, sino también la propia naturaleza del planeamiento en el que se basa están obsoletos. Es la institución la que está bloqueada porque su modelo hegemónico ya no sirve.
Un vecino nos lo recordaba hace poco. "Este barrio debe ser ecléctico en arquitectura y personas". Es necesario que formulemos el presente y futuro de El Cabanyal como la fachada marítima de la ciudad sobre unas bases que se parezcan a las necesidades reales de sus vecinos. La respuesta a corto plazo exige presionar para obtener ciertas medidas urgentes, como facilitar las licencias de obra y actividad o activar el 'Plan +' como reclama Units pel Cabanyal, sin olvidar complementarlo combatiendo algunos problemas graves de exclusión social, evitando más desahucios y facilitando alquileres sociales o experimentando con regímenes de cesión a cambio de rehabilitación.
Sin que lo urgente nos aparte de lo importante a medio-largo plazo, el momento es excelente para sentar unas bases sólidas y participativas desde las que establecer una nueva estrategia para conducir el futuro del barrio. La reciente decisión del gobierno consolida más aún la orden ministerial de diciembre de 2009 como un marco ineludible para cualquier intervención sobre el tejido físico del barrio. Esta orden, que se limita a regular los aspectos puramente patrimoniales, puede verse complementada con dos principios básicos. Por un lado, es necesario que el planeamiento se preocupe por influir en dimensiones que vayan más allá de las físicas como la economía local, la innovación o la cohesión social. Por otro, es fundamental garantizar que los vecinos puedan participar de la toma de decisiones e implicarse en el desarrollo de este entorno que habitan y que valoran profundamente.
En definitiva, después de este tiempo se abre ahora la oportunidad. No podemos acallarnos y ceder el todo por la parte. El Cabanyal no es negociable. Es el momento de participar. Treinta años después del exitoso jardín del Turia, la ciudadanía puede volver a construir su ciudad. En este nuevo contexto tenemos que reclamar la libertad de sentar las bases de un proyecto realista para el barrio, incorporando las propuestas que se vienen trabajando en este tiempo como la sensata 'Prolongar El Cabanyal', pero, sobre todo, todos juntos: agentes locales, instituciones, partidos políticos, técnicos y ciudadanos. Olvidémonos de pasar, se trata de estar. Es un buen momento para decidir qué y sobre todo, cómo queremos hacerlo. No es un 'apaño' urbanístico lo que queremos, ni lo que queríamos. Si se ha luchado y llegado hasta aquí, merecemos por derecho humano, el barrio del Cabanyal.
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