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“¿Que nos maten como en Cataluña?”

Cada vigilante cuenta para reducir a un agresor con unas esposas, una porra de 50 centímetros y guantes anti-corte; la última adquisición aunque se encuentran en negociaciones para incorporar chalecos anti-corte que minimicen ataques con arma blanca. Todo ello está contemplado en la Ley de Seguridad Privada, la misma que les da potestad para pedir a un viajero su billete si existen sospechas de que carece de él, a identificarle, a detenerle o a proteger las instalaciones. Pero se fijan en Cataluña donde tras la muerte en abril del año pasado de un vigilante de Renfe después de una pelea con un viajero que no tenía billete, la Generalitat reformó el articulado de la Ley de Seguridad y asignó el estatuto de agente de la autoridad pública, al igual que mossos o policías locales, a los vigilantes del metro y el tren. Los sindicatos entonces pidieron más personal y formación. Algo a lo que se suman sus compañeros en Bilbao. Para Txema García, de UGT, “esta es una reivindicación que llevamos planteando desde hace cuatro años pero que en la actualidad se encuentra en vía muerta. ¿Hace falta que nos maten como en Cataluña?. En el metro el supervisor tiene categoría de agente de la autoridad como un ertzaina; pues nosotros pedimos la equiparación”, añade.

La media de edad de los vigilantes oscila entre los 35 y los 45 años aunque siendo minoritario hay personal que la supera. Todos pasan por cursos de formación. 20 horas obligatorias al año aunque algunos —los que menos— optan por recibir más de forma privada. La última vez fue en mayo. Lo hicieron de la mano de la Asociación de Formación y Estudios Policiales (AFEP). Asistieron hasta 15 profesionales. Sobre la mesa la necesidad de conocer mejor el entorno donde se trabaja y los procedimientos más adecuados para intervenir. En la actualidad, esta entidad mantiene contactos con las empresas encargadas de la seguridad para aumentar la formación.

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