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La caída de una familia en dos años

Un radioaficionado de Guadalix de la Sierra pide ayuda para evitar que lo desahucien Casado y con dos hijos, la familia ha perdido la mayoría de sus ingresos en dos años

Carmen Pérez-Lanzac
José Antonio González ante su adosado de Guadalix de la Sierra.
José Antonio González ante su adosado de Guadalix de la Sierra. SANTI BURGOS

Hace dos años, en febrero de 2010, José Antonio González compaginaba sus dos empleos (como administrativo y jardinero) con sus aficiones: la meteorología y escuchar las conversaciones de bomberos y policías gracias a un escáner de frecuencias. González ha dedicado años a sus pasiones y atesora decenas de anécdotas, como ya contó a EL PAÍS en febrero de 2010. Fue, por ejemplo, uno de los primeros en enterarse de la magnitud del accidente de Spanair en 2008. Mientras los equipos de rescate intercambiaban frenéticos mensajes, él estaba ahí, escuchando. De 43 años, casado y padre de dos adolescentes, este curioso por naturaleza que quiso ser bombero pero no lo logró, es radioaficionado desde los ochenta. Lo de la meteorología es más reciente: en 2009 compró una estación y creó la web http://www.meteoguadalix.es, que ofrece información sobre las condiciones climáticas en su zona, Guadalix de la Sierra.

La estación está instalada en su casa, un adosado de ladrillo vista que se ha convertido, seis años más tarde de adquirirlo por 300.000 euros a devolver en 30 años, es uno de sus principales problemas. La crisis ha sido dura con su familia. Su mujer, que trabajaba para Seguros Ocaso, perdió el empleo hace dos años y ya no recibe ninguna prestación. Y el grueso de sus ingresos que él obtenía trabajando de jardinero por la tardes, también se ha acabado. "Lo nuestro ha sido empezar a ir a menos, a menos, a menos...", cuenta José Antonio, cuyo sueldo como administrativo es de 600 euros. "Todo ha fallado".

José Antonio González, en 2010.
José Antonio González, en 2010. SANTI BURGOS
Más información
El hombre que lo escucha todo, 27/02/2010

La familia ha intentado compensar las pérdidas con nuevas fuentes de ingreso. "Vamos a mercadillos, donde vendemos manualidades que hace mi mujer y salchichones artesanos, pero no da", cuenta. La semana pasada, con el desahucio ya en la puerta tras ocho meses de impagos, José Antonio asistió acompañado de su suegro a la asamblea de afectados por la hipoteca que todos los martes se celebra en la sede de la FRAVM. Les contó que estaban a punto de desahuciarles. Y tanto la Plataforma de Afectados por la Hipoteca como los indignados pusieron en marcha su red de activistas en la zona para intentar frenar el desalojo in extremis.

Esta mañana, un centenar de personas han logrado aplazar el desalojo de esta familia, que ha ganado un poco de tiempo para poder "negociar un alquiler social con el banco", dice José Antonio, que está muy emocionado por el apoyo recibido. "Me he quedado impresionado. Nosotros hemos tardado en pedir ayuda porque nos daba vergüenza contar que no pagábamos, hasta que ya no hemos podido más. En cuanto les he contado mi problema me han ayudado, un abogado está llevándonos el caso, un montón de gente de todas las edades ha venido a nuestra casa sin conocernos de nada. Me ha parecido tan increíble que me voy a apuntar también", dice José Antonio. El hombre que lo escucha todo quizá haya encontrado una nueva causa.

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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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