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“Colabore.... De una puñetera vez”

La juez Mercedes Alaya insta al exchófer de Guerrero a que deje de engañarla

Javier Martín-Arroyo
La juez Mercedes Alaya.
La juez Mercedes Alaya.

“Más le vale colaborar, yo se lo recomiendo (…) De una puñetera vez”, se le escapó a la juez del caso de los ERE, Mercedes Alaya, durante el interrogatorio. La magistrada estuvo ayer tensa, pero sobre todo muy enfadada. El contraste era obvio con Juan Francisco Trujillo, el que fuera chófer y hombre de confianza de Francisco Javier Guerrero, el principal acusado en el caso. “Temblando, ojeroso y muy bajo de ánimo”, le definió uno de los letrados presentes.

Las medias verdades y mentiras de Trujillo fueron brotando durante toda la declaración, y a medida que las facturas falsas se multiplicaban, aumentaba el enfado de la juez al constatar que el imputado le engañaba. Tras diversos avisos de que debía colaborar con la justicia, y con el fantasma de la prisión provisional de Guerrero sobrevolando la sala, Trujillo dejó de estar esquivo y, poco a poco, fue recuperando la memoria.

La juez llegó a golpear la mesa con un bolígrafo pese a su habitual templanza. Mientras, los abogados asistían estupefactos ante la eterna ristra de hechos delictivos que describía el acusado. “¿Y usted qué titulación tiene para realizar informes como si fuera asesor legal?”, le inquirió la juez. El conductor creó tres empresas de asesoría legal y producción avícola —sin actividad— por consejo de Guerrero, según aseguró, y las utilizó para supuestamente pagarse una espiral de vicios durante tres años.

El imputado emitió cinco cheques consecutivos de 2.900 euros para pagar las antigüedades que adquirió supuestamente para su exjefe. Disparó contra multitud de personas en el entorno de Guerrero, entre ellos el ex integrante de UGT e intermediario Juan Lanzas, pero el ex director general acaparó sus ataques. Antes de que fuera despedido, a Trujillo le dio tiempo de adquirir dos fincas y un piso, aunque parte de estas propiedades las perdió acuciado por las deudas con los bancos. De vez en cuando premiaba con regalos y antojos a su exjefe, al que dio entre 60.000 y 80.000 euros en metálico, dijo. “La única motivación era la cocaína”, llegó a contar a la juez sobre su adicción.

Cuando se le interrogó sobre las cantidades de droga que adquirió, Trujillo aclaró que entre cinco y 10 gramos al día. La juez repreguntó y el chófer puntualizó: "Bueno, al menos consumíamos cinco gramos cada uno". Cuando la juez le preguntó con quién compartían tanta droga, Trujillo no dio nombres.

Tras el almuerzo, el director general y su chófer acudían a los pubs. La rutina era trufar el trabajo con copas y drogas. Trujillo afirmó que Guerrero presumía de su poder al conceder subvenciones, y pasaba las tardes en un bar de copas mientras despachaba asuntos con diferentes personas. Estas pasaban por su despacho oficial en los días siguientes a sus encuentros en el pub.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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