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Hacer yoga desnudo tiene sentido: “Hay una parte importante de ti que estás omitiendo”

Varios aficionados cuentan cómo cambian por dentro al mostrarse tal y como son por fuera

Un grupo de nudistas se prepara para hacer yoga en la playa.
Un grupo de nudistas se prepara para hacer yoga en la playa.John Lund (Getty Images)
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Comienza la clase. Comandados por su profesor, los alumnos entonan tres ‘oms’, el típico mantra para desprenderse de la ansiedad y las preocupaciones. La ropa ya se la habían quitado. “Desde el minuto cero, la gente llega y lo primero que hace es desnudarse. Yo les recibo desde mi desnudez, porque cuanta más importancia se le da a algo y más se retrasa, más cobra una magnitud que no tiene. Si lo que queremos es darle naturalidad, lo mejor es no darle importancia. Así que el alumno llega y no se está planteando ‘cuándo nos vamos a desnudar?’, eso generaría una ansiedad mayor”, cuenta David Adrián, uno de los pocos profesores que ofertan clases de yoga nudista o yoga desnudo. En sánscrito se conoce como nagna yoga, él lo llama yoga al natural.

No es tan natural para algunos novatos. “Yo había ido a un colegio de monjas, y eso de decir ‘vamos a ir a un sitio y a estar desnudos, vamos a relacionarnos desnudos’... cualquiera que no lo haya practicado lo primero que piensa es que tiene un cuerpo feo, que los demás te van a ver desnuda, que se van a mirar unos a otros, mezclándose el tema sexual”, comenta Gloria, quien lo practica desde hace tiempo. Pero su vergüenza inicial pronto evolucionó hacia la naturalidad y el placer por esta práctica: “Normalmente lo hacemos al aire libre, y es maravilloso, te encuentras con el entorno”, afirma. ¿Nada más? ¿Eso es todo? No. Hay mucho más.

Un camino hacia la aceptación física

“Lo que hace la no desnudez es diferenciar unas partes del cuerpo en perjuicio de otras”, reflexiona Ismael Rodrigo, químico de formación, practicante de yoga nudista y presidente de la Federación Española de Naturismo. Rodrigo explica que en la práctica habitual del yoga es fundamental sentir cada una de las partes del cuerpo mientras se respira profundamente, algo que le resulta más fácil experimentar en cueros, sin hacer distinción alguna entre las partes que conforman nuestro organismo. El profesor David Adrián apoya su teoría: “El yoga anima a aceptar lo que acontece y a no estar en guerra con nada, a vivirlo todo con una aceptación que da paz. Aceptar tu cuerpo es parte de ese proceso, refuerza ese trabajo. Hay muchas líneas de yoga que se centran en la parte más espiritual y emocional, pero si no aceptas lo que ves en tu espejo al salir de la ducha, hay una parte importante de ti que estás omitiendo”.

“En clase estamos solo gente normal. Yo, por ejemplo, tengo escoliosis y sin la ropa se me ve la espalda torcida. Pero aquí no existe esa valoración de la persona por su cuerpo, nos valoramos por lo que somos, por nuestra capacidad de comunicación y nuestras virtudes como personas”, apunta Rodrigo. Además, “tenemos la ventaja de que la ropa no nos limita la flexibilidad, que es fundamental en el yoga y que se va acentuando con la práctica”, dice Max, profesor de yoga nudista en la Asociación Naturista de Madrid. Ismael Rodrigo, que asiste a sus clases, añade que “el sudor se evapora rápidamente si estás desnudo, pero si estás con ropa la humedad que viene de tu propio cuerpo se conserva ahí”. “Siempre llevamos nuestra toalla y no nos sentamos en ningún sitio sin ponerla, no pones nada de tu cuerpo encima de cualquier sitio así sin más. Y siempre estás limpio porque te has acostumbrado a ello, a estar inmaculado”, señala Gloria.

A sus sesenta años, la mujer defiende la estética en el ejercicio del yoga nudista: “Sobre todo cuando tienes una edad y una serie de desarreglos que hacen que psicológicamente no te sientas igual que con veinte años, el naturismo y el yoga te hacen comulgar mejor con tu cuerpo, cabeza y espíritu, y todas las posturas de yoga fomentan la unión con la naturaleza”, reflexiona. “No son movimientos bruscos ni feos, todo es muy armónico”. Quizá por eso esta modelo que posa desnuda haciendo yoga, y que no ha revelado ni su nombre ni su rostro, tiene 1,2 millones de seguidores en Instagram. El mensaje no solo es estético, como acredita cuando se dice a sí misma en una singular misiva: “Querida mía, eres suficiente tal y como eres”.

La comunión con la naturaleza, ¿incluye las piedras del monte?

¿Y el lugar? ¿Importa? Hagamos un ejercicio de imaginación: cierra los ojos y visualízate haciendo yoga nudista en una preciosa playa, con el runrún de las olas acompasándose con tu respiración, la caricia con sabor a salitre de la brisa marina, una paz perfecta... hasta que notas la molesta intromisión de la arena por todas partes del cuerpo. Pues vaya contacto con la naturaleza, piensas. Es normal, lo que pasa es que la escena no tiene mucho que ver con la realidad de hacer yoga desnudo. Gloria aclara que siempre usa una toalla o esterilla, tanto si lo practica en la playa como si lo hacen en el campo. “Aunque estés desnudo te gusta la comodidad”, dice. Max, por su parte, explica que muchas veces hacen yoga desnudos en el césped de la piscina del camping naturista al que acuden, y que siguen el mismo procedimiento. “Y aquí, en el centro, lo mismo, cada uno lleva su esterilla y además una mantita para arroparse al final de la sesión, cuando tenemos diez minutos de relajación”.

No son muchos los que se apuntan; el yoga nudista es algo minoritario, se practica en grupos pequeños y formados, normalmente, solo por hombres. “A las mujeres aún nos cuesta más, creo que tiene mucho que ver la coquetería, que no te vean fea, tenemos un concepto más de que nos vean guapas y maravillosas, pero es ley de vida que en cuanto vas cumpliendo años se te van cayendo cosas. Y a ellos también se les caen cosas, ¿eh?”, dice Gloria con simpatía. En cuanto a las edades, el rango de los alumnos a los que da clase David Adrián se sitúa por encima de los 30: “Gente muy joven no viene. Yo creo que enfrentarte al yoga implica una madurez y darte cuenta de que hay cosas en tu vida que quieres cambiar a un nivel más profundo, y alguien muy joven no está con la mente puesta en eso; está pensando en desarrollarse sexualmente, profesionalmente, socializar…”

Y concluye: “El punto determinante para que alguien acabe viniendo es cuando su decisión de afrontar su pudor es más fuerte que la propia inseguridad. ¿Te pueden más esas ganas que la inseguridad en sí? Adelante, lánzate. Los miedos solo se superan confrontándolos, son humo, solo cuando se les mira de frente, se disipan. Superar eso es amor a uno mismo y quererse y yo creo que eso es lo que buscamos todos, ¿no?”.

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