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Ser madre pasados los 35: así está sorteando la medicina los riesgos de la edad en el embarazo

“Somos capaces de predecir la prematuridad, algo impensable hace unos años, y de prevenirla para que el embarazo llegue a término”, asegura el jefe de Ginecología y Obstetricia Manuel Albi

mujer embarazada
Ricardo Pires / EyeEm (Getty Images/EyeEm)

La última vez que fui madre tenía 42 años, y se puede decir que superé una carrera de obstáculos. Si el rosario de pruebas que implica un embarazo es largo en todos los casos, la lista parece interminable cuando has pasado la barrera de los 35 años. Según un documento de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), en ese momento pasas al incómodo territorio en el que la edad es considerada un factor de riesgo. Y el desarrollo que el texto hace del concepto de riesgo no es precisamente tranquilizador: “En el embarazo de la mujer mayor es más frecuente la presencia de enfermedades como la diabetes o la hipertensión, anomalías en la placenta o alteraciones cromosómicas en el feto”, dice. Sin embargo, cada vez hay más motivos para la tranquilidad.

Trece años después del embarazo, de los análisis de sangre y orina, de las citologías y ecografías, del control constante de la tensión arterial y las pruebas de tolerancia a la glucosa (para detectar una posible diabetes), de la amniocentesis que, afortunadamente, descarte defectos cromosómicos en el feto… trece años después de mi último embarazo, la situación ha cambiado. No es que los riesgos asociados a un embarazo tardío hayan dejado de ser una preocupación, pero la medicina ha hecho progresos importantes en el diagnóstico precoz y en distintos tratamientos. Incluso predecir la prematuridad es posible, algo impensable hace no muchos años.

¿Adiós a la amniocentesis?

El presidente de la sección de Medicina Perinatal de la SEGO, Juan Luis Delgado, subraya que actualmente no se puede establecer una edad de corte a partir de la cual el embarazo sea de mayor riesgo: “Digamos que, a mayor edad, se asumen más dificultades para quedarse embarazada y más problemas en el embarazo, pero no hay un punto de corte rígido”. Las fronteras están muy difuminadas. “Se ha avanzado mucho, sobre todo a partir del año 2005, en el diagnóstico de cromosomopatías”, señala Delgado, que también es jefe de sección de la unidad de Medicina Materna Fetal del Hospital Clínico Universitario Virgen de Arrixaca, en Murcia. Las alteraciones en el número o en la estructura de los cromosomas, que contienen la mayor parte de nuestra información genética, dan lugar a varias enfermedades que, hasta que no se descartan, mantienen en vilo a cualquier futura madre.

Los tests desarrollados durante la última década han disminuido el riesgo global de que aparezca la preeclampisa en un 60%

En mi caso, cuando solo se libraban de la amniocentesis las mujeres con un embarazo de riesgo bajo, tuve que pasar la prueba porque el mío era intermedio y la edad pesaba mucho en el resultado. Actualmente podría haberme ahorrado el trance porque ahora existe el test de ADN libre circulante (ADNlc), que hace que la amniocentesis no sea necesaria en muchos de los casos del grupo de riesgo intermedio. “Este es uno de los grandes avances, una prueba que comenzó hace cuatro o cinco años y que ha minimizado las pruebas invasivas”, destaca Delgado. Consiste en realizar un análisis de sangre a la embarazada para encontrar fragmentos de ADN del feto y detectar el síndrome de Down con una fiabilidad del 99,9%.

"La sanidad pública lo sufraga en algunas comunidades autónomas, por ejemplo en Madrid. Pero hay que decir que es un test de cribado, no de diagnóstico, por lo que si da positivo debe realizarse una prueba invasiva para confirmar el resultado", advierte el especialista. También puede ayudar a detectar la trisomía 13 y 18 (síndrome de Patau y síndrome de Edward, respectivamente), y algunas alteraciones de los cromosomas sexuales. "La nueva prueba ha servido para seleccionar a un grupo de mujeres con riesgo intermedio en las que el cribado no daba resultados seguros, lo que ha hecho que el número de amniocentesis haya disminuido radicalmente", confirma Manuel Albi González, jefe del departamento de Ginecología y Obstetricia de los cuatro hospitales del grupo Quirónsalud en la Comunidad de Madrid.

Cómo prevenir la preeclampsia y tratar la prematuridad

Otro de los avances en el seguimiento del embarazo es el diagnóstico precoz y el tratamiento de la preeclampsia, una enfermedad que aparece con el embarazo y desaparece con el parto. Se manifiesta a partir de la semana 20 de gestación con una tensión arterial alta, y afecta al desarrollo y crecimiento del feto. Además, puede derivar en un cuadro más grave, la eclampsia, que se expresa con convulsiones, tensión arterial alta y edemas.

Afortunadamente, la investigación científica ha conseguido ponerla bajo control gracias a una nueva prueba de detección precoz. “En los últimos diez años se han desarrollado tests de cribado de preeclampsia, de manera que cuando se detecta un riesgo elevado en el primer trimestre se administra aspirina a dosis bajas durante todo el embarazo, lo que disminuye el riesgo global de preeclampsia en un 60%”, explica el ginecólogo Juan Luis Delgado. El médico reconoce que los casos de eclampsia que les llegan son ya excepcionales gracias al diagnóstico precoz y al tratamiento de la preeclampsia.

“Antes se hacían más pruebas conforme avanzaba la gestación y ahora es al revés: se realizan más pruebas al principio para seleccionar qué mujeres son de alto riesgo y cuáles de bajo”, aclara el ginecólogo Manuel Albi

Los científicos también tienen el objetivo de evitar los partos prematuros, que, según avisa la Organización Mundial de la Salud, están aumentando (se estima que cada año nacen en el mundo unos 15 millones de niños prematuros, antes de que se cumplan las 37 semanas de gestación). Que la madre supere los 40 años es un factor que aumenta el riesgo de tener un parto de este tipo, según la Asociación de Padres de Niños Prematuros, de ahí la importancia de otra nueva prueba médica. Está basada en la medición del cuello del útero mediante ecografía, y abre la puerta a prevenir las consecuencias de la prematuridad porque, cuanto más corta sea, mayor es el riesgo de parto prematuro. Aunque una revisión de estudios para evaluar su efectividad encuentra que hay datos limitados en la práctica clínica si se utiliza, “actualmente se recomienda a todas las mujeres en la semana 20 de gestación”, indica Manuel Albi.

Pero, ¿existe un tratamiento para la prematuridad? Sí, “se puede tratar de dos maneras: administrando progesterona en pastillas vaginales para reducir la contractibilidad del útero y el riesgo de parto prematuro, y colocando un pesario vaginal, una especie de anillo que abraza el cuello uterino y lo sujeta. Somos capaces de predecir la prematuridad, algo impensable hace unos años, y también de prevenirla para que el embarazo llegue a término”, responde el especialista.

Además, la aparición de nuevas pruebas en el diagnóstico precoz de ciertas enfermedades asociadas al embarazo ha cambiado el seguimiento médico del mismo en los últimos 13 años. “Antes se hacían más pruebas conforme avanzaba la gestación y ahora es al revés: se realizan más pruebas al principio para seleccionar qué mujeres son de alto riesgo y cuáles de bajo”, aclara Albi. Y un dato curioso: “La mayor parte de las patologías severas recaen en la población de bajo riesgo”.

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