Victoria Kamhi
60 años de la mano del compositor Joaquín Rodrigo
La historia de esta mujer de ojos vivos e inteligentes, que han tenido que duplicar su actividad, parece una novela de Bárbara Cartland. Comenzó en París, allá por el año 1928, cuando durante un concierto quedó prendada de una obra de Joaquín Rodrigo, el Preludio al gallo mañanero. "Me enamoré primero de su música y después de él", explica convencida del buen tino que tuvo. Después de 60 años de convivencia con el creador del Concierto de Aranjuez, se muestra tan enamorada como entonces.
"La casa donde nací estaba en la misma orilla del Bósforo. Entonces, a principios de siglo, Estambul era una ciudad cosmopolita y llena de cultura". Sus padres, él otomano y ella vienesa, pertenecían a la alta burguesía local."Allí se inició mi exquisita educación, en la que no podía faltar la música. Comencé a estudiar piano con un discípulo de Liszt, el pianista húngaro Geza Hegyey". Tras vivir varios años en Viena y Suiza, se instala en París. Corrían los años veinte, y como consecuencia de la I Guerra Mundial, la familia pierde toda su fortuna.
Pero a la princesita le gustaba la música y continuó sus estudios de piano con dos grandes maestros, Lazare Lévy y el pianista español Ricardo Viñes, "con quien aprendí el repertorio español, desde Albéniz hasta Rodrigo y Turina".
En París escucha y se enamora de la música de Joaquín Rodrigo. Con el objeto de conocer "al creador de aquella música tan llena de sensibilidad" organiza una fiesta e invita, a través de un amigo de paja, al compositor. En la fiesta, consciente de que Joaquín Rodrigo la está escuchando, toca al piano lo mejor de su repertorio. La treta le salió de perlas: el maestro quedó prendado de la manera de tocar de aquella chica de buena familia. Era una noche lluviosa de enero. "Lo pasamos tan bien que sin darnos cuenta se hizo tardísimo, el pobre Joaquín tuvo que volver a su casa andando, pues ya no había metro". Cinco años después se casaron en Valencia, pese a la ínquietud de sus padres, que deseaban algo mejor para su niña.
Desde entonces es compañe ra del hombre y colaboradora del músico. A través de sus ojos vivos e inteligentes, vio Joaquín Rodrigo, "mientras paseába mos, al poco tiempo de habernos casado, el palacio y los jardines de Aranjuez". El fruto de aquel paseo, el archiconocido Concierto de Aranjuez -la obra musical española que más derechos de autor devenga en España-, terminó con la inquietud de sus padres.
Ella seleccionó los temas del compositor Gaspar Sanz, que Rodrigo empleó en Fantasía para un geltilhombre, y ella corrige, revisa y ultima los manuscri tos de su esposo. Políglota, ha escrito poemas en varias lenguas y realizado las versiones francesa y alemana de casi todas las canciones de Rodrigo.
La pieza preferida de su marido, Cánticos de la esposa, está precisamente dedicada a ella. Sus manos están constantemente entrelazadas con las de su compañero; no sólo cuando andan entre el trepidar de la calle. También cuando, sentados relajadamente en el sofá, ella lee, con la naturalidad que confiere la costumbre, la Prensa diaria en voz alta. Tras 60 años junto a Joaquín Rodrigo, está convencida de que mereció la pena organizar aquella fiesta parisina: "Todo ha marchado sobre ruedas".
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