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La transformación electoral de la derecha colombiana

‘Fico’ y la derecha tradicional pierden la batalla por concentrar el voto antiPetro en favor de la nueva plataforma menos ideológica y más antiestablecimiento

Jorge Galindo
Fico Gutiérrez
El exalcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, durante entrevista después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en Bogotá, el 29 de mayo de 2022.VANNESSA JIMENEZ (REUTERS)

Si había una derecha electoralmente poderosa en el continente americano, esa era la colombiana. Fuera bajo el régimen bipartidista liberal-conservador dominante durante el siglo XX, o la fragmentación electoral del XXI en la que Álvaro Uribe logró arrasar en dos elecciones (tres, si contamos al primer Juan Manuel Santos como heredero del uribismo), los buenos resultados se repetían año tras año. Fico Gutiérrez, exalcalde de Medellín con la bendición de la práctica totalidad del establecimiento de derecha, ha sido el primer candidato con este origen en no lograr ni siquiera pasar a la segunda vuelta en este 2022. Sus mayores caídas se concentran en el interior del país, bastión histórico del conservadurismo.

Más específicamente en los departamentos de Santander y Norte de Santander, pero también en los municipios colindantes dentro de Casanare, Boyacá, Cundinamarca e incluso Bolívar las pérdidas en comparación con lo que obtuvieron Iván Duque (del uribista Centro Democrático) y Germán Vargas Lleras (Cambio Radical, centro-derecha) son especialmente profundas. No parece casualidad que esos sean los puntos fuertes de Rodolfo Hernández, exalcalde de Bucaramanga y natural de Piedecuesta que logró colocarse en la elección final contra Gustavo Petro. Una sencilla correlación entre esas pérdidas de la derecha tradicional y los aumentos de Hernández confirman la hipótesis, especialmente para las zonas mencionadas (pintadas en verde y turquesa en el gráfico).

Rodolfo le ganó a la derecha tradicional el corazón geográfico del país, dejándole a esta solamente su reducto antioqueño. Ese es el único lugar de importancia cuantitativa, con caudal de votos alejado de las izquierdas, que mantuvo Fico (natural de esa zona, como también lo es Álvaro Uribe). También superó a Hernández en la costa Caribe, pero los márgenes relativos allá ayudan mucho menos porque la cantidad absoluta de votos que va hacia la derecha es notablemente menor que en el interior. Lo que contaba era ganar de montañas adentro, y hacia las llanuras orientales. Y eso lo logró Rodolfo, probablemente apalancado en votos que antes eran del establishment tradicionalista.

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Cerrando el análisis a municipios de cierta envergadura (filtrando aquellos que aportaron más de 20.000 votos a la causa de Hernández), resulta que Fico solo le sacó margen a su rival directo en un puñado de ciudades. El dominio urbano (desde grandes capitales hasta pequeñas cabeceras pasando por localidades intermedias) del exalcalde empieza una vez más en Santander, pero es incontestable en casi todo el territorio.

La imagen que emerge de estos datos es la de una competición que podría terminar en reemplazo, algo inevitable en el corto término: la elección a doble vuelta asegura que una mayoría del voto se coordina por bloques una vez solo quedan dos contendientes. Rodolfo Hernández aspira a que así sea, o no podrá vencerle a Gustavo Petro, que parte con una ventaja de 2,5 millones de sufragios. Por ahora, los datos de encuestas recientes sugieren que alrededor de un 85% de los que eligieron a Fico se irían con Hernández, confirmando que el proceso de competición aquí dibujado se convertirá efectivamente en uno de coordinación.

Ahora bien, ¿qué va a suceder con la batalla por este espacio a largo plazo? Porque es seguro que va a continuar, habida cuenta de la capacidad demostrada por Gustavo Petro de mantener más de un 40% del voto en su lado del espectro y la necesidad que le genera al espacio ajeno a la izquierda el contar con candidatos competitivos contra él o quien le reemplace a la cabeza de la ahora oposición. Esta batalla se producirá en tres ejes: el puramente ideológico, el territorial, y el de pro- y anti-establecimiento. Lo que vimos el pasado 29 de mayo es que el candidato que montó una plataforma populista, a la vez que menos significada con los valores conservadores o reaccionarios (independientemente del personaje, su campaña hizo todo lo posible por no centrarse en eso), y enraizada en el centrooriente del país con foco en municipios intermedios, es quien por ahora puede heredar el caudal electoral de la derecha colombiana.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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