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Mónica Ojeda, pedagoga: “Los adolescentes utilizan sus imágenes sexuales como moneda de cambio o como prueba de amor”

La premiada investigadora del ‘sexting’ destaca cómo a las chicas se las juzga socialmente de forma más dura por el mismo comportamiento que a los chicos

Raúl Limón
Mónica Ojeda Pérez, especialista en consecuencias del 'sexting', junto a una reproducción de su investigación exhibida en un congreso de psicología celebrado en 2017.
Mónica Ojeda Pérez, especialista en consecuencias del 'sexting', junto a una reproducción de su investigación exhibida en un congreso de psicología celebrado en 2017.

“¿Por qué esta magnífica ciencia aplicada, que ahorra trabajo y hace la vida más fácil, nos trae tan poca felicidad?”. La pregunta se la hacía Albert Einstein en febrero de 1931 a los estudiantes del Instituto Tecnológico de California. Entonces, internet aún era un sueño y el físico interpelaba a los alumnos por una de sus obsesiones: el bien humano como finalidad del progreso tecnológico. “La respuesta simple es: porque todavía no hemos aprendido a utilizarla con sensatez”, se contestó el científico.

Esta reflexión abre la investigación de Mónica Ojeda Pérez, pedagoga nacida en la capital andaluza hace 30 años, sobre el sexting, el intercambio de contenidos de carácter sexual a través de internet, en la adolescencia. El trabajo de Ojeda, que es ahora profesora en la Universidad de Sevilla, de donde forma parte del grupo de investigación sobre agresiones interpersonales y desarrollo socioemocional, le ha valido los galardones de la Fundación Centro de Estudios Andaluces (Centra), el Premio Joven a la Cultura Científica y el de Mejor Publicación Científica de Psicología de la Universidad de Sevilla con participación de jóvenes. La investigadora defiende la premisa de Einstein: la clave está en el uso que se haga de la tecnología, la llave para que sea una puerta a la felicidad, a la desgracia o al delito.

Pregunta. El sexting, el intercambio de contenidos eróticos, ha existido siempre. Sin embargo, el término se generaliza en 2008.

Respuesta. Muchas veces pensamos que las cosas que están surgiendo ahora y que nos preocupan son novedosas, pero antes también se enviaban cartas con contenido erótico o con fotos. Incluso dibujos prehistóricos tienen contenido sexual. Es cierto que el dibujo no es lo mismo que una imagen en la que se ve a una persona. Ahí hay un matiz importante. Pero lo realmente novedoso es internet, que lo cambia todo. El hecho de que sea tan fácil difundir el contenido y que llegue a otras personas es lo que hace que salten las alarmas.

P. Pero el sexting es también beneficioso.

R. Ese es el gran dilema. El sexting, efectivamente, es como todo lo que nos rodea: no hay nada que sea totalmente malo o bueno en términos generales, sino que depende del uso que hagamos. Internet nos aporta muchísimos beneficios. Las redes sociales, también. El sexting no tiene por qué ser malo. De hecho, se ha visto ya que tiene consecuencias positivas en ciertas relaciones de pareja, por ejemplo, a distancia o que ayuda a fortalecer la pasión. Pero, como todo, depende del uso que se haga.

El ‘sexting’ no tiene por qué ser malo. De hecho, tiene consecuencias positivas en ciertas relaciones de pareja, por ejemplo, a distancia o ayuda a fortalecer la pasión

P. ¿Cuándo es perjudicial?

R. El comportamiento que ha mostrado ser más dañino es el reenvío sin consentimiento, que se difunda ese contenido más allá del destinatario deseado. Yo puedo tener un acuerdo con mi pareja y hacerlo de forma privada y consensuada, pero el riesgo está en que, posteriormente, se difunda. Es muy perjudicial, sobre todo para las chicas, porque existe un término que se llama “doble estándar sexual” que caracteriza a este fenómeno. Fundamentalmente, consiste en que, por el mismo comportamiento, se juzga socialmente de forma mucho más dura a las chicas que a los chicos. Eso conlleva un mayor impacto emocional.

P. ¿Es habitual el sexting?

R. Uno de los de los aportes de nuestra investigación es que hemos validado científicamente un cuestionario, el SBM-Q, para medir de forma detallada los comportamientos de sexting, tanto el envío y recepción de contenido propio como el reenvío sin consentimiento y la recepción de reenvíos. También los motivos. Lo que hemos visto es que el 8,1% de adolescentes envía contenido propio, pero es muy llamativo que el 9,3% reenvía sin consentimiento contenido de otras personas. Como vemos, no es que sea común, no es una práctica que realice la gran mayoría, pero sí es cierto que está normalizada y que, en muchas ocasiones, lo ven como algo normal en parejas o entre amigos. Concretamente, ese porcentaje de reenvíos sin consentimiento es preocupante. También hemos visto que al 21,2% le llega contenido de este tipo, por ejemplo, de su pareja o compañero íntimo, pero el 28,4% recibe contenidos de otras personas sin consentimiento.

P. ¿Es más común entre adolescentes?

R. El sexting aumenta a medida que se crece. Lo hacen más los adultos, pero, claramente, en la etapa evolutiva de la adolescencia conlleva mucho más riesgo porque en ese momento sabemos que se está formando todavía nuestra identidad, estamos explorando la sexualidad y, además, existe la necesidad de ser aceptados en el grupo de iguales. Los juicios sociales que se realizan sobre las personas implicadas afectan a su reputación y tiene consecuencias muy graves, dañando también la autoestima. Por lo tanto, las consecuencias pueden ser más graves, aunque no lo hagan más los adolescentes. Algunos estudios elevan al 50% o más la práctica de sexting entre adultos emergentes y de más edad.

Los chicos están empezando a visualizar pornografía a los ocho años. Eso contribuye a normalizar los contenidos erótico-sexuales

P. ¿Por qué se normaliza entre los adolescentes?

R. Se han visto distintas causas. Por un lado, cada vez tienen acceso antes a la pornografía a través de internet. Los chicos están empezando a visualizarla a los ocho años. Eso contribuye a normalizar los contenidos erótico-sexuales. En la adolescencia también ocurre que el grupo de iguales es muy importante y llegan a utilizar el sexting como una moneda de cambio, sobre todo en el caso de los chicos. Si muestran fotos de chicas que le han enviado, aumenta su reputación en el grupo y el estatus social. De hecho, si las imágenes son de chicas de su entorno, es mucho más relevante que si es pornografía. Muchos chicos lo utilizan para aumentar su popularidad y eso contribuye a que forme parte de la cultura adolescente. Por otro lado, también está el exhibicionismo en internet o extimidad, que nos lleva a mostrar la vida privada, nuestro lado más íntimo, en las redes sociales. Todo está contribuyendo.

P. ¿Está relacionado el sexting con el acoso?

R. La victimización sí que se ha estudiado en mayor medida y se ha visto que existe una relación entre enviar contenido sexual y que, después, te conviertan en víctima. En nuestro estudio hemos encontrado que sí que existe una relación significativa entre ser agresor y reenviar sin consentimiento contenido erótico-sexual. Este comportamiento de reenvío es más común entre chicos y se ha convertido ya en una nueva forma de ciberviolencia, una nueva forma mediante la que los acosadores dañan a la víctima.

P. ¿Y con el cibercotilleo (cibergossip)?

R. Es importante saber que el cotilleo puede ser positivo o negativo, en función del tipo de rumor que se difunda. Puede ser una forma de fortalecer las relaciones sociales, pero también es negativo si lo que se difunde es perjudicial. Entre el sexting y el cibercotilleo hay una relación recíproca que tiene mucho que ver con la necesidad de ser popular. Es muy importante trabajarlo desde la educación primaria porque muchas veces no se es consciente del daño que causa hablar de forma negativa de otras personas.

Tanto chicos como chicas envían contenido erótico-sexual propio, lo realizan por igual, no hay diferencias significativas. Las consecuencias no son iguales

P. ¿El sexting es más propio de hombres que de mujeres?

R. Tanto chicos como chicas envían contenido erótico-sexual propio, lo realizan por igual, no hay diferencias significativas. Sí es cierto que, en el resto de los comportamientos, la recepción o el reenvío, sí que participan más los chicos. Pero son los resultados de nuestra investigación. En otros estudios puede variar porque influye el contexto y la cultura. Lo que estamos viendo es que las consecuencias no son iguales. En la mayoría de las ocasiones, el chico consigue esa reputación y afianzamiento dentro de su grupo de iguales, pero en las chicas es más complejo por el doble estándar sexual. Ellas sienten que deben ser atractivas y activas en internet, al tiempo que se las censura por ello y se las juzga socialmente. Se las insulta y se daña su reputación. Por otro lado, también pueden sufrir la presión de la pareja que le pide una foto. Muchas veces, si no la envían, creen que su pareja va a pensar que no le quiere o que no confía en él. Por eso, en estas ocasiones, se convierte en una prueba de amor.

P. ¿Se puede hacer de forma segura?

R. Hay un contundente respaldo de la literatura científica de que tenemos que actuar ante todos los comportamientos. Claramente, tenemos que evitar el reenvío sin consentimiento, que es el más dañino, pero también tenemos que enseñar qué hacer si se recibe. Además, lo primero que tiene que pensar quien se plantee enviar este tipo de contenido es si realmente quiere. Si decide enviarlo, libremente y sin presión, entonces hay que saber cómo hacerlo de forma segura. Igual que se enseña en las escuelas cómo evitar infecciones de transmisión sexual o un embarazo no deseado, se debe formar sobre la importancia del consentimiento. Hemos identificado 15 líneas de actuación relevantes, entre las que sobresale la formación en el uso seguro y saludable de las tecnologías, que ya no son solo de la información, sino también de la relación, o trabajar desde una perspectiva de género. Aunque haya consentimiento y se confíe en la otra persona, hay que seguir una serie de recomendaciones. Por ejemplo, intentar que en la imagen no salga nada que te pueda identificar, como tatuajes o marcas. También hay aplicaciones que permiten pixelar la cara o quitar los metadatos, que incluye información personal como la ubicación. También es necesario usar canales seguros, con cifrado o bloqueo de captura de pantalla o plataformas que permitan que el mensaje se autodestruya. Es importante borrar la imagen y que el destinatario también lo haga o atribuirle una contraseña, que sea segura. No vale la fecha de nacimiento. De esta forma, podremos contribuir a una comunicación íntima saludable y un uso seguro de las tecnologías.

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Sobre la firma

Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

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