_
_
_
_
_

Una botella contra las botellas de plástico

La empresa Closca reinventa objetos cotidianos de la mano de su fundador: Carlos Ferrando. Con su último producto busca reducir de forma drástica el impacto medioambiental de este tipo de envases

Vista del interior del producto Closca Bottle.Vídeo: Fabián Oloarte - Platzi

Hecho en Valencia pero con ambición global. Closca, que ya tenía en el mercado un casco de bicicleta que se pliega, elogiado por los gurús del diseño, ha sacado un segundo producto, una botella de vidrio. Algo simple, de uso común pero con una idea poderosa detrás y una aplicación para activar el cambio.

Carlos Ferrando (Sumacarcer, 1977) aprendió a emprender por su cuenta, con intuición y ganas. Por el camino ha encontrado algunos consejeros que apoyan su empresa, como Bernardo Hernández e Iñaki Berenguer. “Cuando comenzamos con el casco tenía algo más de 30 años y un gran sueño. Después de demostrar que hay hueco para una visión diferente, queremos tener un impacto más fuerte con la botella”, explica.

A la botella le acompaña una app con capacidad de indicar los puntos para llenarla, además de los lugares dónde hay fuentes y la calidad de las mismas. Los propios usuarios pueden añadir comentarios

Closca Bottle quiere resolver uno de los problemas que la industria de las bebidas no quiere afrontar, la del impacto ecológico del envase. “Una botella de plástico tarda casi 400 años en deshacerse por completo. Más del 80% de las vendidas no se reciclan. No es sostenible, pero parece no importar”, alerta.

Su botella es bonita, higiénica e innovadora, pero no tendría sentido ni capacidad de crecimiento exponencial si no se acompañase por una app, que además es gratuita. Sirve para indicar los puntos para llenarla. Indica dónde hay fuentes y la calidad de las mismas. Además, los propios usuarios pueden añadir comentarios. “Tenemos algunas dentro de ayuntamientos, por ejemplo. También en bancos o tiendas. Lo que queremos es que se usen para evitar el deterioro que producen las de plástico”, relata.

Más información
Pixel Buds, un buen comienzo
Kindle Oasis, una renovación con sentido
Silicon Valley se inventa su religión

En un año fue capaz de poner en el mercado más de 25.000 cascos. Cada unidad tenía un coste de 120 euros. En el caso de la botella: 39 dólares (unos 32 euros al cambio). “Con este precio financiamos también la aplicación, para que siga siendo gratis y se pueda usar con cualquier botella, no solo la nuestra”, matiza. También están abiertos a patrocinios. Entre los compromisos para sumarse se encuentra el servicio de aguas de Valencia.

La botella no va equipada con el chip NFC, un sensor que ha permitido abrirse a aplicaciones de terceros y crecer con más usos. “Tiene sentido porque vemos las bicis como un elemento de cambio. Con la botella tenemos la ventaja de no tener que hacer tallas, por ejemplo, pero seguimos jugando con el diseño, es de vidrio y está rodeada de material biodegradable. Se puede enganchar a una mochila, bici o maleta para llevarlo consigo”, explica el fundador.

A Ferrando le obsesiona mezclar diseño, innovación y tecnología. Ya está pensando en su próximo lanzamiento. Se debate entre el reloj o las gafas de sol, pero siempre "con una parte importante de impacto social y medioambiental", asegura.

Síguenos en Twitter y en Flipboard

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_