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A vueltas con el ‘Jesús’ de Pagola

PPC publica una 'guía de lectura' del libro que los obispos españoles intentaron secuestrar El Vaticano dictaminó que 'Jesús. Aproximación histórica' no contiene “ninguna proposición contraria a la fe” Lleva vendidos 120.000 ejemplares y ya ha sido traducido a una decena de idiomas

Los obispos españoles execraron del Jesús de José Antonio Pagola, por herejía, y han cosechado el éxito mundial de libro del teólogo vasco sobre el fundador cristiano. Ahora, vuelven a beber de un cáliz aún más amargo: el lanzamiento de otro libro que remacha las ideas del original. Se titula Guía de lectura. Jesús, aproximación histórica. Escrito por el también teólogo Pedro I. Fraile Yécora, lo publica la editorial católica PPC. Muy rara vez ocurre algo parecido en el mundo editorial, lo que da idea del enorme éxito de la biografía de Jesús lanzada a las librerías en 2007 con la licencia (nihil obstat et imprimatur) del entonces obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte. La guía tiene 127 páginas.

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Es el cáliz que están apurando esta primavera los obispos españoles por iniciar hace seis años un sonado combate inquisitorial contra el teólogo vasco, liderados por el cardenal Antonio María Rouco y su entonces portavoz en la Conferencia Episcopal Española (CEE), el también obispo Juan Antonio Martínez Camino. Los aires que soplan en el Vaticano desde que Francisco asumió el pontificado romano les tiene aún más desorientados. Esto opina el Papa argentino sobre determinados furores inquisitoriales: “Impresiona ver las denuncias de falta de ortodoxia que llegan a Roma Los dicasterios romanos están al servicio del Papa y de los obispos: tienen que ayudar a las Iglesias particulares y a las conferencias episcopales. Son instancias de ayuda. Pero, en algunos casos, cuando no son bien entendidos, corren peligro de convertirse en organismos de censura”. Lo dijo en la entrevista publicada por media docena de revistas de la Compañía de Jesús, a poco de ser elegido papa.

Las razones por las que el episcopado español pedía al Vaticano condenar y maldecir la difusión del libro de Pagola fueron proclamadas entonces con gran alboroto. En primer lugar, afirmaban que Pagola era reo de varias herejías, entre otras la de presentar un fundador cristiano “demasiado humano”. Además (o sobre todo), ser alarmaban porque el libro “se estaba vendiendo como rosquillas” y dañaba la fe de las “almas sencillas”. Roma les quitó la razón, con contundencia, y el libro, Jesús. Aproximación histórica, volvió a las librerías para regocijo de miles de nuevos lectores. Lleva vendidos en España 120.000 ejemplares y ya ha sido traducido al inglés, francés, italiano, portugués (Portugal), portugués (Brasil), croata, ruso, catalán y euskera, con la edición en japonés a punto de concretarse, entre otras varias. Solo para América Latina se han realizado ya cuatro ediciones en castellano.

También se está vendiendo bien la curiosa Guía de lectura del Jesús de Pagola, lanzada por PPC tras comprobar que muchos seguidores del teólogo vasco se habían organizado para leer y comentar juntos el libro, con ganas de profundizar más en la páginas y en los motivos y pormenores que provocaron la intervención de los inquisidores de la CEE, y sus consecuencias, que las hubo. En 127 páginas, la guía ofrece un resumen de cada capítulo (lo que permite captar con más precisión lo más importante); sugiere algunas preguntas para excitar al lector a pensar o a dialogar en grupo sobre lo que han descubierto, y luego propone un texto evangélico que ayuda a descubrir de manera actualizada los mensajes contenidos en el original. Todo el material ha sido supervisado por el propio Pagola, que escribe el prólogo de la guía.

La figura de Jesús suele quemar a las jerarquías del catolicismo

La figura de Jesús suele quemar a gran parte de las jerarquías del catolicismo, siempre temerosas de entrar en su terreno. Prefieren, casi todos, hablar de la Virgen, de Dios en genérico, del Cielo o el Infierno como entes abstractos. Jesús les quema. Algunos de sus mensajes fueron y son revolucionarios y ponen en evidencia la vida diaria y el ejercicio del poder de muchos de sus seguidores. Por revoltoso lo mataron los jerarcas del judaísmo en su tiempo y el gobernador romano. “Una iglesia que no lleva a Jesús está muerta”, ha dicho, sin embargo, el papa Francisco. Esta es la historia de la persecución que ha sufrido el Jesús de Pagola, como antes otros muchos autores que se atrevieron a pensar libremente sobre la vida del fundador.

“De nuevo a la venta”. Con este laconismo regocijado anunció en abril del año pasado la editorial PPC, de la congregación marianista, el lanzamiento de la décima edición de Jesús. Aproximación histórica, del que se habían vendido 80.000 ejemplares en España cuando fue denunciado en 2008 por la CEE. La Congregación para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora la Inquisición romana, tardó cinco años en dictar sentencia. El libro no contiene “ninguna proposición contraria a la fe”, concluyó. Traducido ya entonces a media docena de idiomas, el Pagola, como ya se le conoce, había seguido vendiéndose fuera de España sin reparo alguno, incluso en las librerías del Vaticano, y sumaba ya unos 120.000 ejemplares. La decisión de la autoridad doctrinal, favorable a Pagola e inapelable, cayó como una bomba entre los obispos y teólogos denunciantes, que se resistieron a aceptar el veredicto de Roma y siguieron enredando el caso con afirmaciones confusas, cuando no falsas. Enfrente, se alzó el contento de los incontables pensadores cristianos —entre ellos, algún cardenal, que se expresaron en defensa de Pagola desoyendo presiones y combatiendo condenas.

Pagola publicó su Jesús en 2007 y un año después introdujo algunos cambios para la novena edición del libro, a sugerencia del obispo Uriarte. Pagola es sacerdote en esa diócesis y fue su vicario general durante 21 años (20 con José María Setién y uno con Uriarte), y rector de su Seminario Mayor, entre otras responsabilidades. En prueba de su apoyo y convencido de que con ello atajaba una revuelta maquinada por el episcopado más conservador, Uriarte decidió que la nueva edición —la novena se publicase con su nihil obstat (nada lo impide) y el imprimatur (imprímase), pese a no ser un requisito obligatorio para este tipo de libros. “Es una obra honesta y bien hecha. Mi decisión la tomo con todo el corazón”, se justificó el prelado. Antes había sometido el texto al peritaje de dos teólogos de la Universidad Pontificia de Salamanca, Santiago del Cura y Santiago Guijarro. El primero era a la sazón miembro de la Comisión Teológica Internacional que asesora al Vaticano en cuestiones doctrinales. También recabó la opinión del arzobispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián, hecho cardenal por el papa Francisco en marzo pasado.

La nueva edición añadía 39 páginas a la original, pero no rectificaba su sustancia. En realidad, era una concesión al obispo Uriarte, que esperaba acallar a los críticos, muy agresivos desde el principio. Los inquisidores se decían alarmados, sobre todo, porque el libro se estaba “vendiendo como rosquillas” y triunfaba fuera de España. Lo de las “rosquillas” lo escribió en el boletín diocesano de Tarazona el obispo de esa diócesis, hoy ascendido a Córdoba, Demetrio Fernández, el primero en tachar a Pagola de “autor muy dañino para las almas sencillas”. La misma posición secundaron en dicho boletín, con descalificaciones aún más gruesas, incluso personales, Luis Argüello, vicario de Valladolid, los teólogos José María Iraburu y José Antonio Sayés, y el obispo auxiliar de Getafe, José Rico Pavés, entonces director de la comisión para la Doctrina de la Fe en la CEE.

Atrapa el gazapo doctrinal

JUAN G. BEDOYA

Desde la fe, como reclaman los obispos que debe escribir Pagola, un historiador tendría las alas cortadas porque, como enseñó el catecismo de Astete, “fe es creer lo que no vimos”. El historiador fracasaría sin buscar más allá del catecismo oficial, sobre todo en el caso de Jesús, que no escribió una línea y al que sus evangelistas no llegaron a conocer. Desde entonces, hay una historia canónica, pero también decenas de miles de biografías y buenos investigadores buscando más allá de leyendas, mitos y teologías.

Consciente de esta situación, el teólogo Joseph Ratzinger escribió en su biografía de Jesús, siendo ya papa: “Cualquiera es libre de contradecirme”. Fue muy contradicho. El libro omitía o añadía detalles extraños a las enseñanzas oficiales, aunque la atención se fijó entonces en detalles chuscos, como si hubo buey y borrico junto el famoso pesebre.

El grupo de Tarazona habría exigido una investigación para ver si Ratzinger, dado que estaba vendiendo “como rosquillas” (aportación estilística del obispo de Córdoba), amenazaba la fe de las almas cándidas. Ratzinger era un papa. Pagola, que también tiene el pecado de vender libros como rosquillas, es solo un teólogo brillante que lleva a sus espaldas la cruz de haber asistido (como vicario general) a dos grandes pero polémicos obispos, los vascos Setién y Uriarte.
Sobre el grano del libro, el lector puede jugar a cazar gazapos teológicos en la edición perseguida por Rouco (la novena), y los cambios introducidos en la décima que acaba de salir. Ambas tienen las mismas páginas (571). Eso quiere decir que los añadidos o las supresiones son mínimos, además de nimios. Pueden cazarse en las páginas 215, 321, 364, 378 y
430 a
431, además de en cuatro notas a pie de página nuevas, dos para citar textos de Ratzinger. En todos los casos, Pagola busca reforzar cinco temas sensibles: confesión de los pecados, conciencia de ser hijo de Dios, institución de la Eucaristía, valor redentor de la muerte de Jesús y la Resurrección.
Es lógico que los inquisidores de Rouco estén dolidos con Roma. Esperaban una condena de un libro y han consagrado a su autor como un biblista de prestigio mundial. El choque estaba cantado. Para la CEE, Jesús es Cristo, es decir, un hombre endiosado, que fundó una iglesia, que condenó a diestro y siniestro (sobre todo, a mujeres) y que les está permitiendo relacionarse con el poder como si fueran poderosos: viven en palacios, son asalariados del Estado y no pagan impuestos en la idea de que con el dinero que se quedan “hacen el bien” (como si los contribuyentes ordinarios fueran a hacer el mal si tampoco cotizaran). En cambio, el Jesús de Pagola es humano y misericordioso, no cree haber fundado una Iglesia, vive entre mujeres y las quiere, detesta el poder y proclamó que no se puede servir al mismo tiempo a Dios y al dinero.
Así se explica la inquina que respira la nota con que la CEE réplica a la carta en que Pagola comunica a sus lectores que esta por fin libre de sospechas. La titularon “Decisiones sobre el libro…”, pero callan que son “decisiones” de la Congregación romana. Hablan de “intercambio de cartas” sin desvelar contenidos. Y se explayan sobre un siniestro “estado de la cuestión” cuando lo que hay son ya “decisiones”. En resumen, la nota acumula juicios negativos, con la esperanza de suavizar el dato de que Roma les ha quitado la razón.

Que se sienten humillados lo indican en el último párrafo, que parece un reto al Vaticano y a la editorial, una especie de "a ver si se atreven a reeditar el libro". Lo parece cuando escriben que "no obstante, a la obra no se le podrá dar el imprimatur". Ocultan (o ignoran) que desde el Vaticano II ningún autor está obligado a pedir el nihil obstat ni el imprimatur a ningún obispo, y ningún obispo puede exigirlo, salvo en tres clases de libros: traducciones de la Biblia, libros litúrgicos y catecismos oficiales. Fue Pablo VI quien lo decidió, además de suprimir la Inquisición y el Índice de libros prohibidos.

Pagola contestó al desde entonces llamado grupo de Tarazona mediante 50 folios y el título La verdad nos hará libres. Empezaba recordando que la ferocidad crítica es poco cristiana. Les dijo: “En el prólogo de su obra teológica, no magisterial, Jesús de Nazaret, el papa Ratzinger pide con una humildad admirable a sus lectores esa benevolencia inicial, sin la cual no hay comprensión posible. La Congregación para la Doctrina de la Fe suele pronunciarse sobre las proposiciones de un autor, nunca sobre su fe o sus intenciones subjetivas. Quiero escuchar la llamada de Jesús: No juzguéis a nadie. No condenéis a nadie. Perdonad. Desgraciadamente, no es esta actitud de la Congregación Romana la que aparece en estos textos que no diferencian el juicio sobre una proposición determinada y el juicio sobre el autor. Así, Sayés afirma que 'para Pagola, Jesús no es Dios'; Iraburu dice que Pagola 'no cree en la Iglesia', y Rico Pavés afirma que Pagola 'se propone solapadamente una revisión integral de la fe'. Es estremecedor sentirse juzgado así”.

Entrando en la defensa de sus posiciones, los argumentos de Pagola resultaban demoledores y, pese a sus buenas intenciones, dejaron a los detractores en ridículo, lo que les iba a irritar aún más. Solo un ejemplo, referido a la afirmación de Sayés de que “Pagola no dice que Jesús es el Hijo de Dios en un sentido único”. Pagola le recuerda esta cita de su libro. “Esto es lo que afirmo literalmente: 'Jesús no es un hijo más de Dios. Es el Hijo. Lo más querido de Dios”.

Pese a las explicaciones del teólogo, la campaña arreció. Según el obispo Fernández, ya no era el libro el “dañino”, sino el mismísimo Pagola. Iraburu llega a escribir que “la peligrosidad mayor de las doctrinas de Pagola está en sus artículos en diarios y revistas, en Internet, en conferencias”. Añade: “Por esta vía es como llega a muchísimas personas. Pide a Dios y a los obispos que liberen al pueblo cristiano de las tinieblas del error”.

Iraburu, predicador navarro jaleado en foros ultracatólicos, había elevado antes su furia inquisitorial demasiado alto, lo que dejaba en ridículo sus informes. Uno de sus investigados, al que acabó llamando hereje, fue nada menos que el jesuita español Luís Ladaria, que en pleno debate sobre Pagola fue nombrado por Benedicto XVI secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es decir, el ‘número dos’ de la romana y universal Inquisición. Allí sigue. “Creemos que la explicación del profesor Ladaria no logra estar conforme con la doctrina de la Iglesia”, le acusó Iraburu a propósito del libro Teología del pecado original y de la gracia.

En la gresca inquisitorial resuelta por Roma, el entonces presidente del episcopado, cardenal Antonio María Rouco, estuvo asistido con entusiasmo por su obispo auxiliar y portavoz de la CEE, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino, que antes había dirigido con mano de hierro la comisión doctrinal, donde fue sustituido por Rico Pavés. La llamada Nota de clarificación de la CEE contra el libro de Pagola, emitida en junio de 2008, parece obra suya, aunque recoge tesis del bloque de Tazazona. Pero fue ya una “nota” oficial del episcopado y llamó la atención que los censores avanzasen aún más en las execraciones, hasta acusar a Pagola de adoptar nada menos que teorías “propias de la lucha de clases”.

Los inquisidores de Rouco fueron derrotados en Roma con estrépito, pero antes habían perdido la batalla en España, donde gran parte de las librerías católicas se negaron a retirar el Jesús de Pagola de sus estanterías pese a recibir la visita de algunos obispos con esa exigencia. Los libreros tenían argumentos que dejaban muda la intransigencia de los peticionarios. Ahora mismo, les decían, el libro se está vendiendo fuera de España con normalidad, incluso en las librerías de la Via de la Conziliazone, frente al corazón del Vaticano, por donde transitan los altos cargos de la Santa Sede y de las conferencias episcopales de visita en Roma. Para ellos, el caso Pagola era “una cuestión española”.

Resuelto el pleito por Roma, los calificativos más gruesos alcanzaron a los prelados que argumentaron en 4.385 palabras la denuncia inicial de la CEE. “Ignorancia”, “oprobio”, “desmesura”, “ensañamiento” “maldad”, “soberbia”, “envidia” “falta de escrúpulos”, “ridículo”, “furia inquisitorial” y “falta de respeto a la verdad” fueron algunos de los calificativos, en boca de teólogos tan reputados como José María Castillo, Félix Azurmendi, Xavier Picaza, Rafael Aguirre, Juan José Tamayo, José Manuel Vidal, José Ignacio Calleja, Benjamín Forcano, José Arregi o José Ignacio González Faus, entre otros muchos. Fue este último quien apeló al famoso título del novelista Eduardo Mendoza (La verdad sobre el caso Savolta) para dar “un poco de humor” a sus reflexiones, que, añadió, “no pueden hacerse sin mucha tristeza”. Todos reclamaban detalles de lo decidido y, además, una disculpa pública de quienes declararon “una guerra teológica tan desproporcionada”. El caso Pagola se convirtió así en el caso Rouco. O en el caso Martínez Camino. “No pueden callarse, como si no hubieran tirado piedras contra el tejado de nuestra Iglesia”, dijo el Foro de Curas.

Sostuvo el pensador cristiano Manuel Fraijó, catedrático emérito de Filosofía de la Religión y de Historia de las Religiones: “Uno de los grandes méritos de la obra de Pagola es que logra transmitir en un lenguaje inteligible y elegante los resultados de la alta investigación sobre la persona de Jesús. El destino de estas obras ha sido siempre controvertido. Están escritas por teólogos que, sin ser especialistas en la exégesis de los textos bíblicos, han leído a los grandes intérpretes de la Biblia y se han quedado con su melodía; melodía que ellos han sabido transmitir con sencillez y honda preocupación pastoral. Y aquí empiezan los problemas con el magisterio de la iglesia. Mientras la hermenéutica del gran legado bíblico se transmite en gruesos volúmenes, accesibles solo a los especialistas, los guardianes de la fe no suelen alarmarse. El pánico cunde cuando Pagola, Hans Küng, y tantos otros teólogos de nuestros días logran que los resultados de la investigación bíblica abandonen los recintos especializados y salgan a la calle”.

El cardenal Rouco y sus ofuscados asesores tampoco podían imaginar en 2008 que entre los defensores de Pagola iba a estar nada menos que el cardenal Gianfranco Ravasi, uno de los mejores biblistas de la Iglesia católica y hombre de confianza del ya emérito Benedicto XVI, que lo nombró presidente del Pontificio Consejo para la Cultura en 2007. El todavía ministro del papa Francisco en la Curia vaticana alzó la voz en defensa de Pagola cuando la CEE ya había emitido su condena. “La mejor forma para guiar al lector no técnico en medio de esta selva de interpretaciones cristológicas me parece la narrativa realizada en España por dos teólogos, Armand Puig i Tarrech (Jesús. Respuesta a los enigmas. Editorial San Pablo) y José Antonio Pagola (Jesús. Una aproximación histórica. PPC)”, escribió el cardenal en el periódico Il Sole 24 Ore en diciembre de 2010.

Tras las alabanzas de Ravasi, tan sonadas, corrió en defensa de Pagola la famosa frase del humanista extremeño Francisco Sánchez de las Brozas, El Brocense. “Quien diga mal de Erasmo o es lego o es asno”, escribió en defensa del gran pensador holandés perseguido por la Inquisición del momento. Ahora se afirma lo mismo de quienes siguen execrando de un libro avalado por Roma y por sus muchos lectores de buena fe.

En 127 páginas, la guía de lectura permite captar lo más importante del texto de Pagola

Escribe Pagola, en la carta que publicó nada más conocer la decisión de Roma: “A quienes habéis leído mi libro os puede interesar conocer las principales decisiones tomadas por Roma. En lo referente a cuestiones doctrinales, la Congregación reconoce que mi libro no contiene ninguna proposición contraria a la fe, por lo cual no me ha pedido corregir ningún error doctrinal o afirmación herética. En lo referente a cuestiones metodológicas, la Congregación hace diversas consideraciones sobre el objetivo y la naturaleza de mi libro, y sobre la relación entre fe e investigación histórica. Sin embargo, no ha considerado necesario pedirme una revisión del enfoque de mi obra ni tampoco corrección alguna”. Añadió: “Ahora solo miro al futuro. Quiero vivir mis últimos años colaborando en lo que considero la tarea más urgente en la Iglesia actual: volver a Jesucristo como la única verdad de la que nos está permitido vivir y la única fuerza que nos puede hacer caminar hacia una Iglesia más evangélica al servicio de un mundo más humano”.

En cambio, la Conferencia Episcopal se mantuvo en sus trece aquel mismo día, nada más leer a Pagola, mediante una Nota que tituló Decisiones sobre el libro Jesús. Aproximación histórica de D. José Antonio Pagola. Lejos de comunicar esas “decisiones” (se supone que las de Roma), gran parte del comunicado lo dedicaba la CEE a resumir las acusaciones contra el teólogo y el proceso seguido. “Informamos sobre el estado de la cuestión y sobre sus precedentes más notables”, decía. Solo en el último punto, en apenas 20 palabras, informaba la CEE de que la Congregación le había dicho por carta al obispo de San Sebastián que “el Autor ha respondido satisfactoriamente a las observaciones hechas por la Congregación y que se le debe exhortar a introducirlas en futuras ediciones de la obra, a la que, no obstante, no se le podrá dar el imprimatur”.

La frase dice una verdad que miente en todo. Ni Pagola ni la editorial necesitaban imprimatur alguno para lanzar de nuevo el libro al mercado. Ese requisito fue suprimido por el Concilio Vaticano II. La Conferencia Episcopal Española no puede ignorarlo. Los teólogos consultados entonces por EL PAÍS se tomaron semejante afirmación episcopal como una manera de “tirar piedras sobre el tejado de la Iglesia católica”. “Malo si es ignorancia, peor si es por maldad”, resumió un portavoz del Foro de Curas vasco.

Nacido en 1937 en Añorga, en un muy humilde caserío guipuzcoano, tercero por atrás de ocho hermanos, Pagola fue discípulo del famoso cardenal Carlo Maria Martini en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y también estudió en el Instituto Bíblico en la misma ciudad, y varios años en la Escuela Bíblica de Jerusalén. Cabeza privilegiada, habla tres lenguas muertas y cuatro lenguas vivas, además de las suyas de origen (español y vasco). También ha tenido tiempo para hacer carrera eclesiástica en su diócesis de San Sebastián, donde fue vicario general del obispo (21 años con José María Setién y uno con Juan María Uriarte), además de rector del Seminario Mayor y profesor de la Facultad de Teología del Norte de España, con sede en Vitoria.

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