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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La obsesión por la ‘monetización’

Tener 950 millones de clientes que se pasan seis horas mensuales dentro de Facebook y no ganar el dinero suficiente (el que los inversores creen que debería tener) crea una obsesión por monetizar las visitas cuanto antes y como sea. El como sea implica pasar por encima de la intimidad de las personas.

Si en tecnología Estados Unidos ha arrasado a Europa y nos obliga a emplear sus sistemas operativos, sus buscadores, sus redes sociales, sin embargo en el derecho a la intimidad de las personas las leyes europeas son mucho más rígidas que en Estados Unidos, quizás por ello a Facebook le brotan los mayores disgustos en esta parte del Atlántico.

El viernes tuvo que anunciar que a partir del 15 de octubre dejaba de aplicar en el continente su aplicación automática de reconocimiento de caras. Irlanda y Noruega habían presentado quejas y, finalmente, amenazas de sanciones económicas si no ponían fin a ese automatismo de poner nombres a los rostros. Seguro que aún Facebook no ha entendido qué tiene de malo identificar rostros sin el consentimiento de la persona identificada.

Cada día se generan 3.200 millones de comentarios y de clics en el botón “me gusta”

Pero insistirá en esto o en algo parecido. Hay que monetizar los datos de esos 950 millones de consumidores que no consumen nada, que no pagan por nada en un sitio donde todo es presuntamente gratis. De algún sitio tiene que salir el negocio. De la publicidad se dice, pero no es la publicidad. Son los datos de las personas, sus comportamientos, sus movimientos, sus amistades y sus gustos. El aprovechamiento o la venta a terceros del data mining, la minería de datos.

Gracias a ella, el 90% de la publicidad en Facebook conecta adecuadamente con el público objetivo de la marca, según estudios de la misma red social cuando la media de acierto en la publicidad online en general es de apenas el 35%.

La publicidad insertada en la red social, según sus mismos datos, genera un reconocimiento de marca un 31% mayor que la publicidad online en general. El recuerdo de marca es un 98% mayor y el porcentaje de conversiones un 192% superior al de otras fórmulas publicitarias online.

Cada día se generan 3.200 millones de comentarios y de clics en el botón “me gusta”. Sin embargo, pese a tan fantásticas cifras, no es suficiente su monetización. Aún no saca todo el partido que se podría sacar a la intimidad de sus usuarios, puesta a prueba desde el primer día de Facebook (nacido como un libro online con las caras de las universitarias para votar por las más buenorras).

Desde su nacimiento ha jugado con el límite de la privacidad. Ya en 2007 la organización MoveOn.org cargó contra el programa de publicidad Beacon por considerarlo una violación de la intimidad.

Beacon formaba parte de la, entonces, “nueva estrategia de publicidad de Facebook social”, que consistía en transmitir información sobre la actividad en los sitios asociados de terceros a sus amigos.

Según MoveOn ese programa podría servir para revelar la lista de compras navideñas de un usuario o en exponer información sensible que podría poner a alguien en peligro.

Pero quizás, finalmente, la culpa no sea de Facebook sino de las personas, porque como dijo Eric Schmidt, presidente ejecutivo de Google: “Si tienes algo que no quieres que se sepa, quizás no deberías hacerlo”. O antes, Scott McNeally, fundador de Sun Microsystems: “La privacidad se ha acabado. It's over”. El dinero está en vender la privacidad.

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