La demencia es uno de los males a combatir en el siglo XXI. Su presencia se espera que se multiplique exponencialmente de aquí al 2050. Por ello la investigación en la prevención, tratamiento y posible cura se está adaptando a esta rápida evolución de la enfermedad usando la tecnología sanitaria más puntera como fulcro.
La enfermedad de Alzheimer (EA) es una enfermedad que sufren más de 46 millones de personas y se estima que esta cifra se triplicará en 2050, según datos de Alzheimer’s Disease International. La clave para frenar este ascenso, según concluye el World Alzheimer Report, es acelerar dos fases clave: el diagnóstico y el tratamiento. Entre el 20% y el 50% de los enfermos de alzhéimer de todo el mundo no han sido diagnosticados, agravando paulatinamente la dolencia. Por este motivo la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha etiquetado la EA cómo “una prioridad de salud pública” con el objetivo de reducir esta estimación del número de casos mediante un esfuerzo tecnológico conjunto en el diagnóstico, terapia y asistencia para reinventar todas las fases que atañen a la enfermedad.
3 segundostarda en producirse cada nuevo caso de demencia anualmente. En el año 2015 se estima que el número de casos alcanzó los 9,9 millones en todo el mundo.
729.000MILLONES de euros es lo que cuesta anualmente el tratamiento de la demencia. Se espera que ese coste se dispare por encima del billón de euros en 2018.
22.9MILLONES de personas padecen la enfermedad en Asia, el continente más aquejado por esta enfermedad. India y China encabezan la lista de países con mayor impacto de la dolencia.
La búsqueda del diagnóstico perfecto
En la actualidad el diagnóstico se realiza una vez han aparecido los síntomas de alzheimer, mediante test cognitivos realizados por expertos. El problema de este diagnóstico es que después de la aparición de los síntomas clínicos la ventana terapéutica en muy limitada con relativa incidencia en el paciente. Los retos de las nuevas técnicas diagnósticas es aumentar la sensibilidad de la pruebas de forma que sean capaces de diagnosticar de forma precoz entre un 20% y 50% de pacientes que padecen la enfermedad sin saberlo.
La biotecnología, a través de la aplicación de la nanotecnología promete tener un gran impacto en la salud de las personas y en la detección precoz de enfermedades como el Alzheimer, pero esa realidad aún queda lejos y los avances de las enfermedades cognitivas exigen respuestas inmediatas.
Con la tecnología presente, los profesionales sanitarios aspiran a conseguir que este diagnóstico se pueda medir mediante parámetros fisiológicos que eviten el falso negativo. Una diana diagnóstica en la detección de la proteína beta-amiloide mediante técnicas de imagen. Esta proteína se deposita en diversas zonas del cerebro, provocando la muerte de las neuronas afectadas y desencadenando la enfermedad. Detectar la presencia de estos depósitos anómalos lo antes posible es el reto al que se enfrentan las nuevas tecnologías sanitarias de diagnóstico.
De momento, la identificación de la beta amiloide solo es posible con la tecnología PET. La PET pinta las zonas afectadas del cerebro mediante radiotrazadores, pequeñas partículas radioactivas que penetran el organismo y reaccionan con sus órganos para desvelar cómo se encuentran. Las imágenes generadas por los radiotrazadores son fotografiadas y analizadas por ordenador.
Otra alternativa que está siendo investigada es el uso de técnica avanzadas de resonancia magnética (RM) menos invasiva. La idea es desarrollar una metodología de captación de las imágenes de RM sensible al exceso de depósito de proteína beta-amiloide en el cerebro, permitiendo el diagnóstico precoz de la enfermedad de Alhzeimer. La Fundación Pascual Maragall y Philips han iniciado un proyecto conjunto para investigar la viabilidad de esta técnica para el diagnóstico precoz de la EA que, solo en España, genera 40.000 nuevos casos cada año.
Otra sustancia normalmente asociada con lo dañino, el colesterol, podría esconder las claves de una posible cura. El Centro de Biología Molecular Severo Ochoa publicó el pasado septiembre una investigación relativa a esta molécula y su posible beneficio en la pérdida de la memoria. Un grupo de roedores fueron tratados para impedir el descenso de colesterol en el cerebro, encargado de potenciar las conexiones genéticas que permiten fijar un recuerdo. Los resultados demostraron que los ratones ancianos sometidos al tratamiento mejoraban su memoria.
“El siguiente paso sería probar el medicamento en animales más parecidos a los humanos, perros o monos. Creemos que este descubrimiento puede tener una traslación a la clínica”, afirmó al país Carlos Dotti, investigador del Severo Ochoa en declaraciones a EL PAÍS. La investigación cuenta también con otra ventaja. La droga que estimula la reaparición de colesterol en el cerebro —las personas con Alzheimer suelen presentar niveles anómalamente bajos-ya está probada para su uso médico.
El último campo que se beneficia del impulso tecnológico es el tratamiento de enfermos y familiares con terapias psicosociales. “Hasta ahora no se daba importancia a la investigación sociosanitaria. Nuestro centro se ha comprometido a investigar y a validar este tipo de proyectos que unen tecnología y terapia tanto para el paciente como para el familiar. La meta es dar una validación científica a este campo”, explica María Isabel González Ingelmo, directora del CRE Alzhéimer.
El uso de dispositivos como tabletas abre un nuevo campo de interacción para que los enfermos ejerciten su mente. En el CRE posee una gran tablet compartida en el que hasta cuatro pacientes pueden ejercitar su memoria. “Las nuevas tecnologías te permiten utilizar estímulos más vivos, más llamativos. La tasa a la que se activan estos estímulos puede ser más rápida, y te permite registrar el tiempo que tarda cada persona en responder a ellos. Cada vez son más las técnicas empleadas. Y se está intentando demostrar su validez científicamente”, concluye Pérez Sáez, neuropsicólogo del CRE.