Extremadura es el paso de la luz natural, con 300 días de sol
Hacer una aproximación a la gastronomía extremeña implica fundirse en un paisaje colosal, sorprendente y exuberante del que emergen productos tan genuinos y nobles que han llegado a situar a la cocina de Extremadura al calor de los más altos fogones del país. Extremadura es el paso de la luz natural, con 300 días de sol y ello por fuerza, revierte en la sinfonía de color y sabor que exhibe su excepcional materia prima.
Extremadura es un sueño hecho DEHESA, en la que se conjugan a la perfección paisaje y gastronomía. Todo el tiempo uno está comiendo con la mirada. Es la tierra del cerdo feliz, del aleteo dulce de las truchas, de la lluvia otoñal bajo el siseo de los olivos, de la parranda entre viñedos. Es entonces cuando el caminante pierde el sentido, porque ha llegado a un lugar llamado ABUNDANCIA.
Comer en Extremadura es una oración a la tierra, porque cada alimento lleva implícito el olor del lugar en que fue sembrado y florecido y el aroma de las manos que lo han recogido. Cada producto “made in Extremadura” almacena el sabor de la propia raíz.
Unas carnes de la dehesa maravillosas, verduras y hortalizas de secano que tienen unas propiedades muy beneficiosas, zumo de aceitunas que cura el corazón y nutre las arterias, dulces que adornan mesas de reyes y endulzan la Navidad, vinos y cervezas que quitan hasta las penas negras. La dehesa, en fin, como alquimia y reserva curativa.
Las doce Denominaciones de Origen aportan y exportan exclusividad. Si Extremadura no hubiera ofrecido al mundo la Torta del Casar, el mundo sería menos redondo. Sus vinos, su jamón ibérico de la ‘Dehesa de Extremadura’ y sus quesos han dado origen a unas rutas en las que se pueden conocer esos productos emblemáticos desde su origen hasta que llegan a la mesa.