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Un viaje desde África para buscar a su hijo

Una joven guineana reclama al menor a la Junta y a la familia que lo acoge tras cruzar el Estrecho

Relato de Mariam Berete, la madre biológica de un menor en preadopción.Vídeo: PACO PUENTES
Javier Martín-Arroyo
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Mariam Berete tiene un hijo de cuatro años en Andalucía pero desconoce si algún día volverán a convivir. El reencuentro está en manos de la justicia. Hace dos años y medio que el menor está acogido en preadopción con una pareja y ahora la Audiencia de Cádiz debe decidir si su infancia mejorará junto a esa familia o con su madre, de la que fue separada cuando tenía 11 meses. Una tía suya lo secuestró entonces sin previo aviso para cruzar el Estrecho y aumentar sus posibilidades de quedarse en España. Y ahí comenzó la búsqueda de esta joven con miles de kilómetros, pesadillas, burocracia y final incierto.

El caso del niño asturiano acogido por una familia de Sueca (Valencia) y que ha vuelto con su madre biológica María José Abeng, decisión ratificada por el Tribunal Supremo, ha puesto de relieve las complejas aristas de los casos de desamparo de menores, una realidad habitual pero que aflora cada cierto tiempo en los medios de comunicación. Existen similitudes entre lo vivido por María José, de 19 años, y Mariam, de 20. El periplo de esta última, iniciado con 14 años desde su país de origen, Guinea, hasta Marruecos, y de vuelta a Guinea-Bissau para regresar al país magrebí y finalmente cruzar hasta la Península, denota su perseverancia.

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Después de que su madre la abandonara, Berete relata que sobrevivía con dos hermanas y su tía Fátima en Guinea, donde su padre quería casarla con un primo. Antes de la boda, su tía la forzó a viajar con ella para probar el sueño de Europa. Juntas atravesaron Mali y Mauritania en coche y autobús hasta llegar a Marruecos. En el trayecto fue agredida sexualmente en varias ocasiones, por diversos hombres y quedó embarazada. Dio a luz en Rabat y cuando el bebé tenía 11 meses, un mediodía a principios de 2012 regresó a casa y se vio sola. Cuenta que su tía le había arrebatado a su hijo para cruzar el Estrecho en patera. Su objetivo era asegurarse de que las autoridades no la expulsaban de España.

“Yo no quería venir por el miedo al mar. Sabía que estaba preparando el viaje, pero nada más. Cuando se fue me quedé sola mucho tiempo”, explica en Algeciras. Así, sin nadie y sin nada tuvo que sobrevivir. Poco después un joven le ofreció ayuda para trabajar en una farmacia en Guinea-Bissau, donde se quedó otro año y medio. Tenía techo y comida pero también continuas pesadillas sobre el destino de su bebé. “Ahí decidí que no me importaba cruzar el mar. Conocí un chico y después de hacer todo por convencerme para quedarme, finalmente me consiguió un pasaporte y me pagó el transporte hasta Marruecos desde Senegal”, narra.

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Desde Nador atravesó de manera accidentada los controles policiales de la frontera con Melilla hasta acceder al centro de internamiento de inmigrantes. Allí explicó la búsqueda de su niño a los asistentes, hasta que obtuvo un permiso de residencia temporal para acceder a Cruz Roja en Algeciras, donde pensaba que estaba su bebé. Berete cruzó el Estrecho el 29 de abril de 2015 con la esperanza de ver cuanto antes a su hijo. Como su tía le había puesto su propio apellido, tardó semanas en comprender que el menor vivía con una familia andaluza de acogida y por tanto el rencuentro no sería inmediato.

Durante el verano de 2015 le avisaron de que su madre, Oumou Doumbuoya, que vivía en Reino Unido, la buscaba. Y entonces la joven comprendió qué había pasado con su bebé desde que tres años atrás cruzó el Estrecho de Gibraltar en patera con su tía Fátima. Cuando llegaron a Tarifa, la tía dijo que el bebé era suyo pero Cruz Roja sospechó que algo no encajaba y avisó de un posible caso de trata de personas. La policía activó el protocolo y realizaron la prueba de ADN a la mujer y al bebé, que se quedó tutelado en un centro de la Junta de Andalucía a la espera de los resultados. Cuando la prueba demostró que Fátima no era su madre, la mujer ya había huido a Francia. Los técnicos de la Junta indagaron sobre posibles familiares que se hicieran cargo de la tutela del bebé y localizaron a su abuela Doumbuoya en Reino Unido aunque no a su madre, que estaba más cerca, en Rabat. Los técnicos conocieron la identidad de la madre pero no su ubicación, ya que Doumbuoya solo mencionó que vivía “en el norte de África”.

A la espera del juicio en la Audiencia

Mariam Berete está a la espera de que la Audiencia de Cádiz dicte sentencia sobre su caso. Antes, el Gobierno andaluz se había opuesto a que la joven eduque a su hijo. “No se argumenta la situación en la que ha permanecido la madre desde diciembre de 2012 hasta junio de 2015, que le ha impedido ocuparse de su hijo”, reprocha el escrito del Ejecutivo.

Mientras, la fiscalía dio una de cal y otra de arena: dictaminó que la Junta había actuado correctamente en ausencia de la madre y planteó que la aparición de la progenitora puede llevar “a reestudiar la situación familiar del menor”. El abogado de la joven, Rafael Huertas, denuncia: “La opción más sensata habría sido un acogimiento simple, sin preadopción. Pero la Junta se propasa en sus competencias y hace lo que le place”.

Esperanza Jorge, de la Fundación Cruz Blanca, ayuda a Berete en su formación [la chica habla ocho idiomas]: “Entiendo que la Junta pensaba que había una ausencia de la madre, pero ¿cómo podemos imaginar que una madre de 16 años sin medio de subsistencia en Marruecos reclame un hijo a las autoridades españolas?”.

Cuando contactaron con su abuela, los servicios sociales ingleses estudiaron si esta era idónea para encargarse de un bebé, pero comprobaron que padecía problemas mentales y había puesto en peligro los dos hijos que tenía en el municipio inglés de Croydon. Desechada esa posibilidad, en mayo de 2014 el Gobierno andaluz optó por dar el bebé en acogimiento preadoptivo a una familia y lo comunicó a la embajada de Guinea y al Ministerio de Asuntos Exteriores. Mientras, su madre ignoraba esta búsqueda para darle al menor un hogar.

Hoy Berete vive en un piso de la Fundación Cruz Blanca en Algeciras después de un año y medio en España. Poco después de su llegada, la prueba de ADN demostró que eran madre e hijo. En septiembre de 2015 acudió a los tribunales de lo contencioso-administrativo para revertir la situación y anular la preadopción puesta en marcha por el Ejecutivo autonómico. El pasado noviembre su abogado presentó un recurso ante la titular del Juzgado de Primera Instancia 2 de Cádiz, Concepción Carranza, que un mes antes había otorgado firmeza al acogimiento preadoptivo de la Junta. El recurso de la joven, por el que demostraba que era la madre del menor, paralizó el proceso de acogimiento por parte de la familia.

A la espera de una resolución, Berete se muestra desesperada por los plazos de la justicia española y por la imposibilidad de ver a su hijo, siquiera en visitas concertadas. “Si pudiera hablar con la familia de acogida, le suplicaría que me devuelva a mi hijo porque ellos no tienen la culpa de nada. Le suplicaré y explicaré que yo no abandoné a mi hijo, que solo fueron las circunstancias. Una madre tiene derecho a estar con su hijo, aunque yo no les impediré estar con él. No sé si saben que yo le estoy buscando”, añade.

El Gobierno andaluz se opone a que la madre vea al niño “por el interés superior del menor”. Berete dice que se siente observada y a veces juzgada por un periplo que ha repetido hasta la saciedad a autoridades, ONG, abogados y ahora a un periodista. “Cuando me miran de soslayo me parece que sospechan sobre si mis frases son verdad. Aquí siempre me han dicho que debo mirar a los ojos para que sepan si miento o digo la verdad”, lamenta.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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