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50 años para una boda

Jose Antonio y Sofía protagonizan el primer enlace en medio siglo en un pequeño pueblo de Teruel , todo un acontecimiento en una de las zonas más despobladas

Los novios, con todos los invitados a su boda. / CARLOS ROSILLO

"Ha vuelto a invitarte a comer". La camarera nunca quería contarle a José Antonio Marteles quién había pagado su almuerzo antes de que él llegara, pero ya se lo imaginaba. Era el año 2004. Este agricultor de Santa Cruz de Nogueras, un pueblo de Teruel de 30 habitantes, había conocido a Sofía Hodra, inmigrante procedente de Rumanía, hacía unos meses, en casa del anciano al que ella cuidaba por aquel entonces. Ella empezó a llamar su atención por el estómago. Poco después tuvieron su primera cita. "Fuimos a cenar a Calamocha y a dar un paseo", recuerda Sofía con un curioso acento mezcla del rumano y el aragonés. "Me conquistó ella", cuenta él con sonrisa pícara. Acaban de protagonizar, 69 años él y 47 ella, el primer enlace de este pequeño municipio en medio siglo, tras 12 años juntos.

Para un municipio de una de las zonas más afectadas por la despoblación, una boda constituye un acontecimiento único. Además, Teruel es una de las provincias con menos matrimonios al año. En 2014 se celebraron 432, según los últimos datos publicados por el INE. La ceremonia tuvo lugar en el museo del pueblo y todos los vecinos y los familiares de otras ciudades estaban invitados. "¡Es la boda del siglo!", exclamaba una invitada. El alcalde Antonio Trullén aguardaba a los cónyuges a las puertas con el bastón de mando y la banda de regidor mientras le preguntaba a un amigo si llevaba bien arreglada la barba. "Es un día especial para el pueblo, nunca pensé que casaría a nadie, hemos ido improvisando", reconocía.  El novio llegó cinco minutos antes de las doce, corbata naranja, flores en la solapa y ya con un manantial de lágrimas en sus ojos. "¡Vamos José Antonio, que te ha costado decidirte!", le gritaban bromistas sus vecinos.

¡Vamos José Antonio, te ha costado decidirte!

Sofía, con un traje azul y tocado en el pelo, apareció tras él, abrumada por ser el centro de atención. "Qué guapa, qué guapa", comentaban los asistentes. La ceremonia, efectivamente, tuvo algo de improvisación. "Ahora vamos a hacer la ceremonia de la luz. Primero los novios y luego los testigos encienden una vela. Creo que se hace así...", explicó el alcalde. "No, no" -corrigió un invitado en la segunda fila-, primero los testigos". Había una parte que Trullén sí tenía bien aprendida: "Os declaro marido y mujer. ¡Ya podéis besaros!".

Los novios, a la salida del museo donde se celebró el enlace.
Los novios, a la salida del museo donde se celebró el enlace.Carlos Rosillo
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El convite en el pabellón municipal contentó a los asistentes con lomo, longaniza y chorizo de Teruel para celebrar la primera boda que los vecinos festejaban en 50 años. La mayoría no se acordaba de la última. Bailar pegados, de Sergio Dalma, anunció la llegada de los nuevos esposos. "Me gusta todo de ella, sobre todo su genio", asegura José Antonio, que tras una vida soltero encontró a la mujer de su vida superados los 60. Sofía llegó a la zona, procedente de Timisoara, al oeste de Rumanía, en 2004 en busca de oportunidades laborales, como muchos extranjeros que después, con la crisis, decidieron regresar a sus países. En los últimos seis años, la provincia ha perdido un 5% de sus habitantes censados. Sofía optó por quedarse con José Antonio y ahora ejerce labores de limpieza en varias dependencias municipales del pueblo. "Al principio lo pasé un poco mal, no hablaba el idioma y era difícil. Pero en seguida me gustó esto, todos los vecinos fueron muy simpáticos conmigo y me acostumbré rápido". Ella fue la que tomó la iniciativa de hacer lo suyo oficial. "Llevábamos muchos años juntos así que este año le dije: 'El 20 de agosto, nos casamos".

Me gusta todo de ella, sobre todo su genio

Pepi y Nati, las pizpiretas hermanas de José Antonio, una de rojo y otra de blanco, animaban a la parroquia con gritos de "¡Vivan los novios!". Ambas emigraron de Santa Cruz de Noguera hace mucho tiempo. "Él había pasado muy mala racha después de la muerte de mis padres, por eso cuando ella apareció no nos fiábamos, la verdad", relata Pepi. Tardaron dos años en darse cuenta de lo "fantástica" que resultó la llegada de Sofía a la vida de su hermano. "En mayo, cuando vinimos a la romería de la Virgen, nos preguntaron nuestra opinión sobre la idea de casarse. Les dijimos que estupendo".

Varela Herrera, argentina, y su marido Enrique son científicos y llegaron al pueblo en 2001 atraídos por la importancia de restos geológicos y paleontológicos en esta zona. Aquí fundaron el museo en el que se celebró la boda y José Antonio les ayudó a restaurar la casa en ruinas en la que ahora viven. “Cuando nos presentó a Sofía al principio era un poco difícil entenderse con ella, pensábamos comprarnos un diccionario de rumano para poder hablarnos”, cuenta divertida. “Esto es el Aragón profundo, los más jóvenes somos nosotros y ya superamos los 50 les decíamos que algún día tendrían que formalizar lo suyo”, explica. El enlace de José Antonio y Sofía despertó en un corrilo de vecinas las ganas de más: “A ver si tira el ramo para que lo coja la próxima en casarse”.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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