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Las armas trucadas de Cao de Benós

El ‘delegado’ español de Corea del Norte compró dos pistolas a la red desmantelada esta semana por la Guardia Civil porque se sentía amenazado de muerte

Patricia Ortega Dolz
Alejandro Cao, embajador no oficial de Corea del Norte en España.
Alejandro Cao, embajador no oficial de Corea del Norte en España.JAUME SELLART (EFE)

Las dos pistolas llegaron en un paquete postal hace unas semanas a un modesto chalé ubicado en una zona apartada de Tarragona, en la ladera de una montaña. Resultó ser la casa de Alejandro Cao de Benós, famoso a sus 42 años por haberse erigido en  representante —o “delegado especial”, según pone en su tarjeta de visita— para las relaciones culturales con Corea del Norte, además de presidente de la Asociación Amigos de Corea del Norte (KFA) y organizador oficial de viajes a ese hermético país asiático dirigido con firme paso militar por Kim Jong-un. Una Zoraki 917 Black de nueve milímetros y otra Zoraki 906 cromo semiautomática. Una para él y otra para su marido tailandés. Las había escondido en un armario atestado de cosas de la habitación principal. Y allí las encontraron los agentes de la Guardia Civil en uno de los registros realizados esta semana en el marco de la llamada operación Vulpes.

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Aunque el espectacular desorden de su casa no lo anuncia, Cao de Benós tiene ascendencia nobiliaria —supuestamente es descendiente de los condes de Argelejo, barones de Les y marqueses de Rosalmonte— y, según declaró a EL PAÍS, compró las pistolas porque se sentía amenazado y aseguró desconocer que eran ilegales.

"Cuando las compré por Internet, aún tenía mi carabina y mi pistola en mi caja fuerte, no las necesitaba, pero ante las amenazas de muerte que venía recibiendo decidí comprar detonadoras, armas que solo hacen ruido, por si tuviese que asustar a alguien en algún momento, no sabía que estaban manipuladas, no sé ni a quien se las compré". Antes de responder a las preguntas por teléfono, Cao de Benós advierte con cierto enfado estar cansado de la manipulación de sus palabras que hacen los medios de comunicación. Reconoce que "su pasión" es el tiro deportivo, que practicaba con frecuencia y por el que tenía esas armas en su caja fuerte. Y explica con detalle la diferencia entre una detonadora y una pistola real. En resumidas cuentas, muestra un buen conocimiento de las armas que hace dudar de su desconocimiento sobre lo que había comprado. 

La pista de las detonadoras Zoraki

P.O.D.

La palabra Zoraki despierta la atención de los agentes en cuanto se cruza en su camino. "Se trata de unas armas detonadoras cortas de fabricación turca que están hechas como si fuesen reales, con los mismos materiales pero con un deflector, una especie de tapón que va a rosca, basta un destornillador para retirarlo y el arma ya es letal", explican. En España son legales —y no requieren licencia— las detonadoras elaboradas con un tipo de materiales más blandos y que no tienen el cañón reversible.

El peligro de las Zoraki radica precisamente en que pueden matar. Son pistolas baratas (80 euros en origen y 170 euros en destino) y, por su pequeña dimensión, se ocultan fácilmente, lo que las hace más atractivas en el mercado negro e incrementa su demandada en el ámbito delincuencial.

La operación Vulpes desarrollada esta semana por la Guardia Civil ha logrado retirar de la circulación 123 de esas armas y 8.000 cartuchos de munición manipulada. Se ha llevado a cabo en dos fases y, hasta el momento porque sigue abierta, se ha detenido a 13 personas, entre las que se encuentra Alejandro Cao de Benós como comprador. La operación se enmarca en el Plan Integral para el Control de las Armas de Fuego (PICAF) de la Guardia Civil, al ser el Cuerpo que a nivel nacional tiene encomendada en exclusiva la competencia sobre el control de las armas y explosivos.

Cao de Benós dice que, siguiendo las instrucciones de sus "amigos de los Mossos d'escuadra", había presentado previamente varias denuncias por las citadas amenazas anónimas sufridas a través de las redes sociales, sin que hubiesen podido dar con el autor de las mismas.

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En realidad, en esta investigación de tráfico de armas, él no es más que un nombre que resaltaba por su fama en una lista elaborada por los agentes de al menos 12 personas —también detenidas— que habían adquirido distintas cantidades de este tipo de armamento, bien para uso personal o bien para su reventa y redistribución.

A Cao de Benós, habituado a dar titulares a quien quisiera escucharle, le revocaron la licencia de armas en febrero de 2015, concretamente cuando salió en televisión diciendo: “Si tuviera una pistola ahora, me pondría a matar americanos, me siento absolutamente norcoreano”. Todo indica —aunque él lo niega— que la consecuente retirada de las mismas le llevó a comprar unas detonadoras que se consideran legales en España y que no requieren licencia, siempre y cuando no estén manipuladas para matar, como era el caso. Las 123 armas incautadas hasta ahora por la Guardia Civil tenían el cañón modificado para ser letales y los 8.000 cartuchos de munición confiscados —decenas de ellos en casa de Cao de Benós— también habían sido corregidos para ser letales.

“Las fabrican en Turquía y venían en paquetes postales —declaradas como armas detonadoras perfectamente legales— por decenas desde Bulgaria”, explican fuentes cercanas a la investigación. “Una vez en España, el principal detenido [un delincuente residente en Murcia con antecedentes penales] las manipulaba y las vendía al doble de su precio de origen, unos 170 euros pedía por cada una, las anunciaba por Internet como detonadoras e incluso llegó a publicitar vídeos por canales de Youtube explicando cómo modificaba la munición”.

Cao de Benós es un personaje creado a sí mismo. Quienes lo han tratado lo califican de “vanidoso”, “con un ego agrandado”. Él es su propio manager. Aparte de todas las condecoraciones norcoreanas que en cuanto puede luce en la solapa (es miembro honorario del ejército popular de Corea y periodista honorario de Corea del Norte), cuenta con más de 28.500 seguidores en Twitter y gasta ademanes de tipo de alta alcurnia y una voz afectada, como si tuviese acento extranjero pese a ser español. Es habitual que recuerde su “posición”, su “cargo”, su categoría de “personaje público”. Pero en realidad es un hombre cuyas vinculaciones con el Partido Comunista desde los 16 años le llevaron a contactar con un grupo de familias norcoreanas asentadas en Madrid en los años 90 y que, poco a poco, por afinidad ideológica, ha logrado ganarse la confianza de los norcoreanos hasta obtener la nacionalidad. Al menos así lo cuenta él. "A Kim Jung-un sólo le he dado la mano, aún no he podido hablar con él", reconoce.

Desde entonces hasta ahora se ha convertido en una especie de organizador de viajes a ese país envasado al vacío. “Él vive y ha vivido de las comisiones de esos periplos que monta”, aseguran fuentes cercanas a la investigación. En alguna ocasión montó un bar y en la actualidad, en libertad con cargos y acusado de tenencia ilícita de armas y depósito de munición, según fuentes cercanas al caso, “estaba organizando un nuevo local en Tarragona para que fuera sede de su asociación y lugar de ocio”. Es esencialmente “un comisionario”.

Pero algo de verdad debe haber en las atribuciones y responsabilidades que se arroga porque lo cierto es que ningún español ha viajado a ese país asiático sin pasar por su filtro y, según fuentes cercanas a la investigación, su detención ha llamado la atención más allá de los confines españoles. En alguna ocasión se ha hablado de que Alejandro Cao de Benós “es el único occidental autorizado para hablar en nombre de Corea del Norte”, un país que él trata de explicar y cuyas bondades intenta difundir en cuanto se le presenta la oportunidad. En esta ocasión la publicidad le ha salido gratis.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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