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La imperfección del candidato

El líder del equipo con el que Rivera ganó la liga nacional de debate en 2001 repasa las fortalezas y debilidades del político

Albert Rivera, con 21 años durante la final de la Liga nacional de debate.
Albert Rivera, con 21 años durante la final de la Liga nacional de debate. EL PAÍS

Con 21 años, Albert Rivera se enfrentó a una pregunta: “¿Es la prostitución equiparable al resto de profesiones?”. En la respuesta no importó su opinión. Un sorteo deparó que la misión de su equipo fuera defender el ‘sí’ en la final de la Liga nacional de debate universitario de 2001. Rivera tuvo que hablar bajo la presión de un cronómetro que tasaba el tiempo de su intervención. Aguantando las interrupciones de sus rivales. Frente al público que abarrotaba la sala. Ganó. Este lunes, mientras se mide a Pedro Sánchez (PSOE) y Pablo Iglesias (Podemos) en el debate de EL PAÍS, el candidato aplicará las técnicas con las que se impuso su equipo.

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“Albert tiene una gran capacidad de análisis, y era muy estratega: veía los argumentos y destacaba en el turno de preguntas, donde desestabilizaba a los contrarios desde el punto de vista argumental. Los dejaba KO”, cuenta Guiu, portavoz de aquel equipo de la facultad de derecho de la Universidad Ramón Llull de Barcelona. “Su fuerte es la oratoria”, añade el hoy profesor de oratoria en la escuela de negocios de ESADE y director de Proyectos y Área Social del Barcelona. “De cara al debate de candidatos, le recordaría que sea natural en la exposición y que si algo no lo sabe, lo diga. La gente no quiere políticos perfectos, sino transparentes, honestos. Esa imperfección es lo que le hace perfecto”.

Hay ejemplos de que Rivera aplica esa tesis. La semana pasada, en una entrevista en La Sexta, a Rivera le preguntaron qué haría Ciudadanos con al central nuclear de Garoña. “No sé lo que hemos propuesto en el programa. Si piensa que tengo todas las centrales de España y todos los generadores [en la cabeza]…”, contestó. “Hay que reconocer las imperfecciones y los límites. En la nueva política, la imperfección les hace perfectos”, insiste Guiu. “Antes que dar una respuesta políticamente correcta, para después contradecirse en otra ocasión, es mejor la honestidad”.

No hay que asumir que este antiguo compañero de equipo hable desde la complicidad con Rivera. Cuando les pusieron en el mismo equipo de debate, ambos pidieron cambiarse. No se caían bien. Más bien lo contrario. Eran dos chicos competitivos, con vocación de líder. Les obligaron a seguir juntos. Firmaron un pacto: trabajar en equipo, ganar la Liga y no volver a hablarse nunca más, según recuerda Guiu. Aquella experiencia, argumenta el campeón de debates, señala que una de las fortalezas de Rivera es “la capacidad de trabajo en equipo”, y que una de sus debilidades era “la gestión de los egos, igual que yo”. Sin embargo, juntos triunfaron entre otros 61 equipos de 37 universidades distintas de España, trabajando en un equipo que destacó por apuntalar sus tesis con datos y documentación.

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¿Qué piensa hoy este profesor de oratoria de los contrincantes de Rivera? “Que Iglesias tiene una gran capacidad, coloca bien el mensaje y es marketiniano, pero le veo tocado anímicamente. Hay que recordar que en esto la palabra es un 6% y que la entonación, el lenguaje no verbal y la puesta en escena son el 94%”, contesta, recordando el debate en La Sexta entre el líder de Podemos y el de Ciudadanos, en el que este se declaró “cansado”. Y añade: “Sánchez debería ser más agresivo. Molestar a determinados sectores. Está pecando de ser demasiado diplomático”.

No lo fueron aquellos veinteañeros que defendieron en la final que la prostitución era equiparable a cualquier otra profesión. Hoy, Ciudadanos plantea su regulación con argumentos que Rivera ya manejaba entonces: combatir la trata de blancas y la prostitución forzada, recaudar impuestos y asegurar las condiciones sanitarias. Más de diez años después, el líder de Ciudadanos sigue viviendo para el debate.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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