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Soledad Cazorla, “defensora absoluta de la igualdad”

Ejerció como Fiscal de Sala de Violencia sobre la Mujer durante una década y asumió la acusación pública contra Mario Conde en el 'caso Banesto'

Juan Cruz
Soledad Cazorla Prieto, fiscal de Sala Delegada para la Violencia contra la Mujer, en 2006.
Soledad Cazorla Prieto, fiscal de Sala Delegada para la Violencia contra la Mujer, en 2006.GORKA LEJARCEGI (EL PAÍS)

Soledad Cazorla, fiscal delegada para la violencia que sufren las mujeres en España, ha muerto hoy en Madrid tras un ataque cerebral que sufrió el domingo y del que no se pudo recuperar. Nació en Larache (Marruecos, cuando era protectorado español) hace sesenta años, estaba casada con el periodista Joaquín Tagar y tenía tres hijos. Fue, como ella decía, una “defensora absoluta de la igualdad”, una lucha en la que no conoció tregua. Desempeñó esa fiscalía desde hace una década; su principal preocupación fue el maltrato. Pero no solo el que se reduce, como decía ella, a pegar. “Ese es el más fácil de probar y de sancionar”. También le preocupaba, como fiscal público del maltrato, “el insulto, o el despellejar a una persona acosándola a pleitos o violentando su intimidad”.

Como coordinadora de los fiscales que se preocupan de erradicar el maltrato, Soledad Cazorla advertía de que el desprecio de la igualdad constituye la base del maltrato y es por tanto “una enfermedad social injustificable”. Contra esa enfermedad trabajó toda su vida, con dedicación, audacia y paciencia. Sin medias tintas, afrontando el problema como parte indivisible de su pasión civil. “Observo un maltrato sutil”, decía en una de sus últimas entrevistas, “en el que cae un pequeño sector de los hombres que quieren domesticar a la mujer. ¡Aún creen que nacer varón te da más derechos!”.

Durante sus años como fiscal se dieron muchos pasos contra el maltrato. Pero, según ella, costaba aún cambiar algo: “A nuestras víctimas por malos tratos no se les cree igual que a otros testigos, no sé por qué. Tienen que demostrar más que cualquier otra persona que denuncia algo”. Afrontó con decisión el argumento de las denuncias falsas, en virtud del cual muchas mujeres se desdecían por falta de pruebas. “Las absoluciones no pueden confundirse nunca con denuncias falsas; hay cosas que sencillamente no se pueden probar y en estos delitos de maltrato no siempre es fácil por sus características. Y eso es muy distinto que denunciar falsamente a sabiendas”. A ese respecto añadía: “Las denuncias falsas no son categorías, son anécdotas, y jueces y fiscales respetamos la presunción de inocencia, ese filtro está ahí, no bajamos la guardia. Nos encontramos con mujeres que denuncian porque ya no pueden más, con otras que no declaran contra ellos porque están en su derecho, con otras que no recuerdan lo que pasó y el golpe se lo dieron ellas mismas con la lavadora y la que, por salvar al agresor, dice que ha sido un ataque de celos y que ha mentido ante el juez”.

Era fiscal desde hacía treinta años; ejerció el ministerio público en Girona, Valladolid, y Madrid; en el Tribunal Supremo fue quien asumió la acusación pública contra Mario Conde en el caso Banesto. Le dijo a María Antonia Iglesias en una entrevista que dio a El País Semanal hace cinco años con respecto a ese caso: “Estos de la alta ingeniería financiera eran timadores, como los del tocomocho o la estampita”. Era directa y diligente, muy trabajadora; en su casa, donde creó un hogar de enorme armonía, tenía un pequeño despacho lleno de recuerdos familiares (de su padre, también jurista, de sus ancestros) y lleno también de casos con los que iba a enfrentarse al día siguiente en la fiscalía que ahora sentirá su vacío.

En la última entrevista que dio a EL PAÍS (el 26 de octubre de 2014), Soledad Cazorla resumió así los avances que vio en los últimos nueve años al cargo de la fiscalía que presidió hasta entonces y en la que siguió hasta su muerte: “Habrá que verlo con tiempo. Nos queda muchísimo por hacer. Los que pensaran que con un ley lo íbamos a arreglar no tenían ni idea. Bienvenida la ley de igualdad, pero me preocupa que bajen las denuncias y las órdenes de protección…”. En su despacho siempre tenía flores y plantas, una de las pasiones que mantuvo como parte de una vida que compartió con muchísimos amigos, con sus hijos y con su marido.

Soledad Cazorla será velada mañana, a partir de las 10.00, en el Tanatorio de la M30 de Madrid.

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