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El padre del niño secuestrado está preso acusado de introducir 586 kilos de cocaína

El hombre integraba presuntamente una red de traficantes colombianos

Las piernas atadas del pequeño Kevin en el lugar del secuestro.
Las piernas atadas del pequeño Kevin en el lugar del secuestro.

“El sábado 29, a las dos de la tarde, en Barcelona. Trae los cinco millones”. Es el recado que recibió por teléfono Ana María A. de la mujer que mantenía retenido a su hijo Kevin, de 11 años. La cantidad millonaria que le pedía era por el pago de una presunta deuda de su marido, Fabián Guillermo P. G., que está preso en Valencia por tráfico de drogas. Este hombre fue detenido en septiembre de 2009 en la Operación Malinke contra una red de narcotraficantes que introducían cocaína en contenedores a través del puerto de Valencia. La Brigada Central de Estupefacientes halló 586 kilos del polvo blanco divididos en 10 contenedores, y calculan que la organización llegó a mover 1.500 kilos.

La banda introducía droga por el puerto de Valencia y la distribuía en España

Fabian Guillermo está acusado de ser el supuesto lugarteniente del empresario español Rafael Rubén Núñez Cercerrados, presunto cabecilla de la red de narcotraficantes. Ambos afincados en Sagunto (Valencia) dirigían, según fuentes policiales, el entramado para introducir cocaína en la Península desde Sudamérica a través del puerto valenciano y regentaban varios negocios que servían de tapadera. En la operación Malinke, la policía detuvo a 29 personas, desmanteló un laboratorio de droga en Fuentidueña del Tajo (Madrid) y practicó 40 registros en Madrid, Valencia, Pontevedra, Toledo y Murcia, en los que se intervinieron 667 kilos de cocaína, ocho armas de fuego, dos pistolas eléctricas, diversa munición y 28 vehículos.

Conociendo el expediente de su padre, y convencidos de que podría pagar los cinco millones, Kevin se pasó tres noches y dos días secuestrado en piso de la calle de Trajà, en Barcelona, hasta que la policía catalana logró liberarle. El menor estaba maniatado, y le habían inyectado sedantes hasta tal punto que necesitó una semana en el hospital de Sant Joan de Déu para recuperarse.

Ana María, de 30 años, niega que su pareja sea culpable de nada, hasta que no lo diga un juez. “La detención salió en televisión en su día. Fue un gran boom. Y seguro que luego pensaron ‘serán narcotraficantes y tendrán mucho dinero”, lamenta la madre, por teléfono. Pero insiste en que son una familia normal. “Regento un restaurante, pago un alquiler, y mi vida es muy sencilla, no tengo coches de lujo”, defiende.

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Hoy se cumplen 14 días del secuestro de su hijo. Tanto Kevin como ella han regresado a Sagunto, en Valencia. “Tengo miedo todavía. Estoy muy nerviosa, pero tengo a mi hijo conmigo, podría haber sido peor”, dice. A Kevin se lo llevaron ante sus ojos, sin que ella, impotente, pudiese hacer nada. “Me pusieron una pistola en el cuello, me dijeron que estuviese quieta… Y les hice caso, pensaba que me iban a matar”, recuerda.

Su pesadilla empezó el 25 de septiembre, cuando se citó con Marta C. V. a las dos de la tarde, en una gasolinera de la plaza de Cerdà en Barcelona. La mujer tenía que llevarle con un policía, primo de un compañero de prisión de su marido Fernando (encarcelado por falsificación de moneda), que es quien supuestamente pergeñó el secuestro. “Cuando me subí al coche, me dijo que el policía nos iba a recibir en su casa porque se sentía más comodo”, explica Ana María. Pero en lugar de eso la llevó a un descampado.

La madre del menor no acudió a la policía hasta que habló con su marido

Al parar, todo se torció. “Me giré hacia atrás y vi un Golf azul marino, viejo, entrado muy rápido”. De él se bajaron tres hombres, con la cara cubierta con una media negra. Un cuarto salió de entre los matorrales. Iban armados.

“Me quedé en blanco, no me lo podía creer, estaba asustada, no sabía qué hacer, hacia donde ir, estaba tirada en medio de la nada”, recuerda hoy Ana María. Los secuestradores se llevaron a Kevin, y también todas las pertenencias de la mujer, que salió hasta una calle de la urbanización en la que estaba y caminó hasta dar con un camionero, que accedió a llevarla a Barcelona, donde la esperaba un primo de su marido.

El secuestro ocurrió alrededor de las cuatro de la tarde. Pero Ana María, según cuenta ella misma, no se decidió a ir a la policía hasta cuatro horas después, tras hablar con su marido. Antes acudió a una entidad de teléfonos, hizo un duplicado de la tarjeta de su móvil, al que le dijeron que la iban a llamar los secuestradores. “Estoy en shock. Necesito asimilar lo que ha pasado”, relata.

Los Mossos d’Esquadra han detenido a la captora de Kevin y a otra persona, ambos con antecedentes por robo. También buscan a un tercer implicado, con un homicidio a sus espaldas. Una vez el niño está a salvo, la policía mantiene abierta la operación para dar con todos los implicados.

Al margen del caso Kevin, fuentes policiales señalan que en España se producen anualmente pocos secuestros y que la mayoría de ellos tienen un transfondo de ajuste de cuentas entre organizaciones del crimen organizado.

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