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XABIER ETXEBARRIA | Coordinador de los talleres de Nanclares

“Los presos de ETA tienen poca información. No saben qué pasa fuera”

El responsable de los talleres para etarras considera que el plan de presos del Gobierno va en la buena dirección y subraya la dificultad de los presos para romper con ETA

Mónica Ceberio Belaza
Xabier Etxebarria, el jueves en Madrid.
Xabier Etxebarria, el jueves en Madrid.ULY MARTÍN

El plan de reinserción de presos del Gobierno anunciado hace 10 días, que abre la puerta a los acercamientos de presos de ETA a cárceles del País Vasco, tiene como pilares unas “aulas de convivencia” inspiradas en los talleres celebrados en la prisión de Nanclares de Oca (Álava) a finales de 2011 que consistieron en una serie de debates entre disidentes de la banda y periodistas, políticos, profesores y víctimas del terrorismo. El nuevo programa gubernamental incorpora también los encuentros individuales entre reclusos y víctimas que se llevan a cabo desde mayo de 2011, también en Nanclares. Ambas iniciativas, puestas en marcha por el Ministerio del Interior del Ejecutivo socialista con la colaboración del Gobierno vasco, fueron organizadas y coordinadas por Xabier Etxebarria (Bilbao, 1967), abogado y profesor de Derecho Penal, que defiende la necesidad de fomentar el debate dentro de las cárceles entre los presos de ETA y el mundo exterior para favorecer su desvinculación de la banda. “Tienen poca información y sesgada”, asegura. “No saben lo que está pasando fuera ni como es hoy la sociedad vasca”.

Pregunta. ¿Qué opina del plan propuesto por el Gobierno?

Respuesta. Creo que es un paso en la buena dirección que hay que valorar, pero aún hace falta desarrollarlo. En cuanto a las aulas de convivencia, yo creo que sería erróneo enfocarlas como cursillos para reinsertar terroristas. Lo más importante es abrir el debate dentro de las cárceles. La información que les llega a los presos es escasa y sesgada. Hay que permitir que les llegue información más plural; y que debatan con personas de fuera y entre ellos. Dentro del colectivo hay más diversidad de la que, sobre todo desde el 20 de octubre, parece. La esperanza de soluciones colectivas para todos ellos ha retraído a personas que ya estaban dando pasos o pensando en darlos, pero si este espejismo se disipa, probablemente haya más presos dispuestos a avanzar.

P. Los talleres de Nanclares se llevaron a cabo con presos totalmente al margen de la disciplina de ETA, que incluso habían pedido perdón a las víctimas. Ahora acudirán reclusos en un punto intermedio. Ya no hará falta esa petición de perdón para entrar en el programa, pero sí haberse desvinculado de la banda. ¿Cree que con este requisito el plan puede lograr adhesiones?

R. Lo más difícil para un preso es romper con ETA y exteriorizar esa ruptura, algo que se puede hacer de muchas maneras: cambiando de abogado, apuntándose a un destino en prisión, solicitando permisos… cualquiera de ellas te significa y significa a tu familia, una cuestión importantísima para no atreverse a hacerlo. Querer situar este paso al comienzo del proceso sería un error. Sería como saltar varias etapas de golpe. El debate, el contraste de opiniones, la reflexión, la participación en talleres de este tipo… pueden ser previos a la desvinculación, y fomentarla. Evidentemente, que un preso acuda a un taller organizado por Interior ya es un elemento de ruptura. Exigir además una especie de declaración formal, solemne, pública, de desvinculación… creo que es algo que debería hacerse durante el proceso, no al comienzo.

P. ¿Cómo fue el taller que usted organizó y cómo deberían ser las futuras aulas de convivencia?

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R. Sería interesante que fueran a hablar con los presos víctimas que les pudieran explicar su experiencia personal, pensadores, profesores, periodistas y representantes políticos, incluyendo gente con la que los presos puedan sentir una vinculación ideológica. Para que les expliquen qué está pasando fuera y que ellos puedan reflexionar. Esta fue la idea del primer taller, y tuvo resultados muy positivos. A los reclusos les falta mucha información sobre cómo es la sociedad vasca hoy y cómo ha sido durante los últimos 15 o 20 años, porque uno de los problemas que ha tenido ETA siempre es su falta de realismo. Creía que la sociedad vasca era algo distinto de lo que en realidad era. Ahora tienen que reconocer que aquí no ha habido una guerra, que la mayor parte de la sociedad vasca desde hace muchísimos años les estaba rechazando, y que no han sido la vanguardia de nada.

P. ¿Y cree que deberían desarrollarse en prisiones vascas? La medida más polémica del nuevo plan del Gobierno ha sido precisamente que abre la puerta a los acercamientos.

R. El que se fuera trasladando a Nanclares, por ejemplo, a algunos presos, sería interesante no solo por los talleres, sino para permitir que los presos que ahora están allí, y que ya han hecho un recorrido personal, dialoguen con otros reclusos que pueden estar cercanos a dar el paso pero tienen dudas. Creo que ahora mismo la dispersión, más que entorpecerla, puede ayudar a la cohesión del colectivo oficial de presos.

P. Se habla siempre de la “reinserción del terrorista”. Los familiares de los presos aseguran que están perfectamente insertados en sus comunidades, donde reciben un importante apoyo social. ¿Es esta la palabra correcta?

R. Es cierto que el concepto de reinserción normalmente lo relacionamos con la idea de una persona marginal, que tiene que restablecer vínculos sociales, superar adicciones, determinados déficits sociales… y está claro que esto es otra cosa. En todo caso, la mayor parte de ellos, y por los casos que yo he conocido, después de 15 años de pertenencia a ETA en la clandestinidad y otros 20 en la cárcel, sí necesitan una adaptación a la sociedad. Creo que es también importante en estos momentos trabajar con las familias. También a ellas les falta información sobre las posibilidades que tienen los presos en estos momentos.

P. Esta semana se ha producido un evidente desencuentro entre el Ministerio del Interior y el Gobierno vasco sobre la conveniencia de que Carmen Gisasola, una de las reclusas de la vía Nanclares que disfruta ya de permisos, acuda al Congreso sobre Memoria y Convivencia que está organizando el Ejecutivo de Patxi López para mediados de mayo. Interior ha vetado su presencia. ¿Qué opina?

R. Creo que el veto es un error. Se trata de una mujer que ha dado los pasos que se le han pedido y que quiere reconocer públicamente el daño causado. Creo que es muy importante para la construcción del relato de lo que ha pasado en Euskadi que los presos de la vía Nanclares tengan foros donde expresarse.

P. Usted ha coordinado también los encuentros cara a cara entre víctimas y presos. El plan del Gobierno los recoge, pero con algún cambio. El ministerio quiere que a partir de ahora la iniciativa parta de la víctima; que manifieste ella que desea que le pidan perdón y a partir de ahí se hable con el preso para ver si acepta o no.

R. Este punto del plan puede ser mejorable y debería ser sometido al criterio de los especialistas en mediación. En principio nosotros somos partidarios de no empezar a trabajar con la víctima antes de saber que el encuentro va a ser posible, porque eso provocaría una revictimización.

P. ¿En qué sentido?

R. Generar unas expectativas, remover el pasado, los sentimientos de la víctima… cuando aún no se sabe si la otra parte está dispuesta a pedirle perdón… no es bueno. Por eso en mediación se empieza siempre con el victimario antes de embarcar a la víctima en nada.

P. Si la iniciativa parte de la víctima, y el preso no acepta, esto podría tener efectos negativos con respecto a los beneficios penitenciarios ¿Tiene sentido que el encuentro cara a cara sea algo obligatorio para los presos?

R. No. No puede serlo. Desde el inicio se planteó que no se debían vincular a beneficios penitenciarios para que los presos no tuvieran ningún interés más allá del puramente personal. Esa vinculación desnaturaliza y vicia el encuentro. Este debería ser libre y centrado en los aspectos emocionales. Lo que luego pueda pasar con respecto al tercer grado o la libertad condicional tiene que quedar fuera. Si no, puede condicionar el encuentro de una manera negativa.

P. El Gobierno, en el documento en el que se plasma el plan, señala que la víctima solo podrá reunirse con el autor material del hecho que le truncó la vida. El ministerio después matizó que será una prioridad, no una condición. ¿Cómo se ha hecho hasta ahora?

R. Una vez que se empieza el trabajo con el victimario, se mira cuales son las víctimas directas para ver si podrían estar interesadas en el encuentro. Pero estas a veces no quieren y en otras ocasiones no existen. Y por otro lado hay víctimas que o bien desconocen quien fue el autor del delito o saben su identidad pero la persona no ha sido detenida o está dentro de la disciplina de ETA. En estos casos se puede buscar un encuentro entre una víctima y un recluso no directamente vinculados por un atentado concreto. En el contexto de una organización tan jerarquizada como ETA, en la que a sus miembros les puede tocar ejecutar un atentado o cualquier otro, el terrorista hace una asunción de responsabilidad colectiva.

P. Qué diferencia hay entre estos dos tipos de encuentros? Según el Ministerio del Interior, algunas asociaciones de víctimas han expresado que les genera una cierta “zozobra” la idea de reunirse con un preso si no hay una vinculación directa. ¿Son más complicados?

R. No. En todo caso, sería al contrario. Las víctimas que han participado en encuentros indirectos, como Josu Elespe, dicen que les hubiera resultado más difícil reunirse con el causante directo de su dolor.

P. ¿Alguna víctima ha necesitado asistencia psicológica posterior?

R. Hay víctimas que llevan años en tratamiento psicológico, pero no me consta que ninguna lo haya necesitado a raíz de los encuentros. La valoración de la experiencia ha sido muy positiva en todos los casos.

P. ¿Se hace un seguimiento posterior?

R. Si, y es muy importante. Muchas veces son las propias víctimas las que se ponen en contacto con los mediadores porque les quedan dudas sobre lo que ha pasado y necesitan seguir teniendo algún tipo de feedback. Continúan reflexionando después de la reunión.

P. ¿Sería positivo abrir un cauce para que las víctimas que lo deseen puedan manifestar su voluntad de participar en un encuentro?

R. Desde que esta experiencia se ha dado a conocer, hay muchas víctimas que se han podido plantear ‘vaya, ¿yo sería capaz?, ¿me interesaría? Igual lo que querrían en un primer momento es solo más información para decidir. Sí sería interesante establecer algún mecanismo para que las víctimas pudieran acercarse a esta realidad.

P. Esto, ¿no podría generar frustración? En realidad, hay muy pocos presos dispuestos a pedir perdón.

R. El encuentro individual y directo no es la única posibilidad dentro de la mediación penal. Si fuera surgiendo una cierta demanda, se podrían buscar otras fórmulas, como paneles de víctimas o conferencias, con presos que sí están dispuestos.

P. Algunas asociaciones rechazan los encuentros porque consideran que es ayudar a los presos y creen que todo el apoyo debe dirigirse a las víctimas.

R. Los encuentros son buenos para ambos, pero sobre todo para las víctimas. Para casi todas ha supuesto un paso muy importante en la superación del trauma, han salido muy orgullosas de haber sido capaces, y muchas lo han vivido como algo que necesitaban hacer. Para ellas ha sido muy satisfactorio oír, de boca de un exterrorista, que la violencia ejercida por ETA ha sido injusta e inútil. Además, suelen tener preguntas muy concretas sobre el atentado, que llevan planteándose años, y que finalmente pueden dirigir al único que puede contestarlas. Y casi todas las víctimas creen que están contribuyendo a la futura convivencia en Euskadi.

P. ¿Es posible que se sumen muchos presos?

R. Para eso tendrán que pasar años. Pero ya hay algún exrecluso que lleva 10 o 15 años fuera de prisión y que quiere participar. La necesidad de dar explicaciones, de pedir perdón, de reconocer el daño causado y la inutilidad de la violencia pueden surgir en cualquier momento. Las personas que han estado en ETA y participado directamente en asesinatos van a tener que hacer un recorrido personal muy duro. Habrá algunos que con el fanatismo consigan huir de la culpabilidad. Pero habrá otros que, cuando salgan a la calle y vean la realidad, que han fracasado y que era todo una lucha absurda que ha causado mucho dolor, se harán preguntas incómodas. En la cárcel es relativamente fácil no hacérselas. Tienen una rutina que evita pensar. Les dicen a qué hora se tienen que levantar, a qué hora tienen que comer… Y la disciplina del colectivo también ayuda a no pensar. Cuando se sustraigan a estas dos disciplinas, tendrán que buscar respuestas. No sé si esto les llevara a un encuentro o no, pero creo que tendrán la necesidad humana de hacer algo. Algunos ya han llegado a ella, otros están llegando y otros lo harán en el futuro.

P. Hay quien defiende, dentro de ese mundo, que si los miembros del GAL no han pedido perdón, por qué tendrían que hacerlo ellos.

R. Sin embargo, los presos de Nanclares también hablan del terrorismo de Estado y eso no excluye que reconozcan la injusticia de su propia actuación. Esos son mecanismo para tapar la propia responsabilidad. A algunos les funcionarán durante mucho tiempo y a otros durante menos. Pero su propia responsabilidad estará siempre ahí.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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