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Las dudas sobre Clinton dan alas a una candidatura de Biden

El vicepresidente sopesa presentarse por tercera vez en su vida a la nominación del Partido Demócrata para la Casa Blanca

Marc Bassets
El vicepresidente deshoja la margarita
El vicepresidente deshoja la margaritaLeigh Vogel (AFP)

El vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, ya actúa como un candidato a la Casa Blanca. Habla como un candidato. Sabe lo que es ser candidato, porque lo ha sido varias veces (y ha fracasado). Pero no es candidato. Todavía. Pronto tendrá que decidir si se presenta a la nominación del Partido Demócrata. Las dudas sobre la favorita demócrata, la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, dejan espacio para que Biden, de 72 años, intente suceder a Barack Obama en las elecciones presidenciales de noviembre de 2016.

Es uno de los pasatiempos favoritos del Washington político y mediático: ¿se presentará Biden? ¿No se presentará? La política estadounidense siente horror al vacío. Y la carrera para la nominación demócrata, con una clara favorita, Clinton, y un solo competidor destacado, el senador Bernie Sanders, amenaza con hacer de la campaña de este partido una de las más aburridas en décadas. Compárese con la del Partido Republicano: 15 candidatos y un favorito sorpresa, el magnate Donald Trump.

Los caucus (asambleas electivas) y las primarias para elegir al candidato de cada partido deben empezar en febrero del año próximo. En verano, según el calendario, se proclamarán los dos candidatos. El tiempo corre en contra de Biden. Llega tarde para el primer debate televisado de los candidatos demócratas, el 13 de octubre. Y, si quisiera presentarse en primarias como New Hampshire, Texas y Florida, debería formalizar su candidatura entre noviembre y diciembre.

Las especulaciones sobre Biden, alimentadas por el propio Biden, responden a la inseguridad de los demócratas con su candidata favorita. ¿Y si Clinton falla? Las revelaciones sobre su uso indebido de un correo electrónico privado mientras era secretaria de Estado —en vez del público como es normativo— han resucitado las dudas sobre su integridad. El ascenso de Sanders, que se define como socialista, ha erosionado el dominio de Clinton en las encuestas. Biden actuaría como un seguro contra lo imprevisto. El miedo al vacío.

La pérdida del hijo

“Mi impresión es que es más probable que se presente que lo contrario”, dice Jules Witcover, experimentado periodista estadounidense. Witcover fue uno de los “muchachos del autobús”, el título del célebre libro sobre los periodistas que cubrieron la campaña presidencial de 1972. Y es el autor de una biografía de Biden, Joe Biden: Una vida de pruebas y redención.

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Witcover publicó la biografía en 2010, antes de la última “prueba” en la vida de Biden: la muerte de su hijo Beau, en mayo, por un tumor cerebral. Beau tenía 46 años. La pérdida del hijo ha creado una corriente de simpatía hacia este político que, al contrario que Clinton, es empático, desprende autenticidad. “A todo el mundo le gusta Joe Biden”, dijo el showman Stephen Colbert al entrevistarlo en la cadena CBS. Antes de morir, Beau le pidió a su padre que se presentase a las presidenciales.

La muerte de Beau no es la primera tragedia en el clan Biden. En 1972, tras ser elegido por primera vez senador por Delaware, la mujer de Joe Biden, Neilia, y su hija de un año, Naomi, murieron en un accidente de tráfico. Sobrevivieron sus dos hijos, Beau, y el hermano menor, Hunter. Cada día, al terminar la jornada en el Senado, Biden se subía al tren a Wilmington, la capital de Delaware —una hora y media de trayecto— para criar a los hijos. Dicen que así mantuvo los pies en la tierra durante sus 36 años en el Senado.

Intentos fallidos

Biden intentó ser presidente dos veces. La primera, en las elecciones de 1988. La revelación de varios plagios —en discursos de campaña y en un trabajo cuando estudiaba derecho en la universidad— le forzaron a abandonar la campaña incluso antes de comenzar los caucus y las primarias. Volvió a intentarlo en 2008, pero topó con rivales de calibre: Obama y Clinton. Biden abandonó después de sacar menos de 1% de votos en Iowa, el estado que abre el proceso de caucus y primarias. Los fracasos no tienen por qué disuadirlo de un nuevo intento. Biden pertenece a una categoría de político especial: hombres y mujeres impulsados por una ambición desmedida que les lleva a creer, cuando se miran en el espejo, que ellos pueden liderar el país más poderoso del planeta.

Pese a la veteranía, Biden arrastra la reputación, posiblemente injusta, de ser un peso pluma, un político superficial proclive a meter la pata, sin la gravitas suficiente para ejercer de comandante en jefe. Cuando en 2012 el Pew Research Center preguntó en un sondeo por la palabra con la que se asociaba a Biden, la más citada fue “bueno”, pero la segunda fue “idiota” y otras fueron “payaso” o “incompetente” (otro sondeo reveló que la palabra más asociada con Clinton es “mentirosa”). Si ahora anunciase su candidatura, quizá llegaría tarde. Las redes de activistas y donantes de Clinton están en pie. Y las diferencias ideológicas entre Biden y Clinton son escasas.

La ventaja de Biden es la experiencia. Se menosprecia su capacidad, pero más de tres décadas en el Senado y siete años en la vicepresidencia son un currículum difícil de igualar. “Ha sido un político toda su vida, ha querido ser presidente y ha fracasado, y ahora tiene la mejor oportunidad que jamás haya tenido. Me sorprendería que no lo aprovechase”, dice Witcover. Biden podría presentarse como el albacea del legado de Obama. “Creo que Joe sería un presidente soberbio”, ha dicho Obama.

Un trampolín a la Casa Blanca

“El cargo más insignificante que jamás haya tramado la inventiva del hombre o que haya concebido su imaginación”. Así definió el puesto de vicepresidente su primer ocupante, John Adams.

Pero Adams, como muchos sucesores, acabó siendo presidente. De Lyndon B. Johnson a George H.W. Bush, el historial de vicepresidentes que acabaron en la Casa Blanca es largo. Algunos, por la muerte del presidente; otros, en elecciones.

En la época contemporánea, la vicepresidencia es garantía para la nominación en las primarias del partido. Pero no garantiza ganar las presidenciales. El caso más reciente, el de Al Gore, vicepresidente con Bill Clinton que en 2000 perdió ante George W. Bush.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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