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Silencio en el barrio de Lubitz

Lubitz compartió casa en Unterbach, a las afueras de Düsseldorf, con su novia

Andreas Lubitz, en una foto de septiembre de 2009, en Hamburgo.
Andreas Lubitz, en una foto de septiembre de 2009, en Hamburgo.Getty

Las persianas del apartamento que el copiloto del vuelo GWI9525, Andreas Lubitz, de 27 años, compartía supuestamente con su novia, permanecen este viernes cerradas a cal y canto. Algunos vecinos del barrio de Unterbach, a unos 13,5 kilómetros al sureste del centro de Düsseldorf (Alemania), aseguran que ahí vivía la pareja, aunque algunos medios locales han especulado sobre una “ruptura” de ambos. El buzón de este edificio blanco, de reciente construcción, aún refleja que allí vivieron dos personas.

“¡Qué hombre tan estúpido!”, exclamó una vecina mientras descargaba la compra en una de las calles principales de este barrio de clase media-alta. En Unterbach, un rincón recogido entre un bosque y una ladera repleta de hojas secas, todos los vecinos conocen la noticia del accidente del avión. También que Lubitz lo estrelló contra los Alpes franceses. Pero nadie habla de su relación con él. “No le conocía”, sostienen los trabajadores del Waldhotel, un motel aparentemente vacío justo al otro lado de la calle.

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Enyia, una joven de 11 años que acaba de regresar del colegio, está sola. Con su mochila a la espalda y las manos en los bolsillos, no quita la vista de la propiedad en la que vivía Lubitz. “He venido a mirar, mirar y mirar”, sostiene en un inglés muy básico la joven quien más tarde es acompañada por su padre. Dos trabajadores de DHL, que prefieren no dar su nombre, confirman que Lubitz vivió allí con su pareja. “Es una chica de cabello castaño claro, como de 25 años más o menos”, recuerda el conductor de la furgoneta, repleta de cartas y paquetes. “La última vez que le vi [a Lubitz] fue hace dos meses”.

Mahmoud Ózback, de origen turco, regenta desde hace seis meses una mercería a pocos metros de la casa de Lubitz. Confiesa no haber hablado con él nunca, pero cree que debía estar bien posicionado, pues el alquiler de ese tipo de apartamentos “cuesta alrededor de 1.000 euros al mes”. Se desconoce si el copiloto —que según la Fiscalía de Düsseldorf tenía un parte de baja para el día del siniestro — era el propietario de esta vivienda o si la alquilaba.

Los vecinos de la residencia en la que a veces vivía el copiloto —permanecía también largas temporadas en la casa de sus padres en Montabaur, a medio camino entre Düsseldorf y Fráncfort— guardan silencio. De vez en cuando, señoras curiosas se asoman tímidamente entre las cortinas de sus casas. Probablemente atraídas por el revuelo mediático.

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A media mañana, una pareja con su hija de no más de tres años esquivaba a los periodistas y accedía al interior de su vivienda por la puerta del garaje. “No vamos a hablar con nadie”, exclamó la mujer. Media hora después, los dos guardias que vigilaban la entrada del domicilio de Lubitz se subieron a su furgoneta y se fueron. La incertidumbre en este barrio exclusivo permanece. Una bandera alemana improvisada en un poste de electricidad ondea, cuatro días después de la tragedia, frente a la casa de Lubitz.

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