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Columna
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¡Que se ahoguen!

El Gabinete de Cameron se niega a financiar rescates de inmigrantes en el Mediterráneo

Después de la tragedia de Lampedusa en octubre del año pasado, con más de 500 inmigrantes ahogados, la Marina italiana puso en marcha un sofisticado dispositivo de salvamento marítimo. La operación Mare Nostrum ha permitido rescatar de las aguas del Mediterráneo a más de 100.000 personas, una impresionante cifra que quintuplica la del año 2013 y que se explica por el desbordamiento en el número de conflictos en nuestra vecindad (y nuestra inacción respecto a ellos), desde Libia hasta Irak pasando por Siria, pero también en el Cuerno de África (Eritrea, Somalia) o la República Centroafricana y Sudán del Sur.

A punto de concluir dicha misión, la Unión Europea se dispone a sustituir a la Marina italiana poniendo en marcha una operación propia, de nombre Tritón. Pero esta semana hemos aprendido, cortesía del Gobierno británico, que los dispositivos de salvamento marítimo en el Mediterráneo son un estímulo para la inmigración irregular, ergo el Gobierno de Su Majestad renuncia a financiarlos. Hay que reconocer la impecable lógica de este argumento: cuantos más inmigrantes se ahoguen y más peligrosa sea la travesía hacia Europa, menos se atreverán a embarcarse. Siguiendo la misma lógica, España podría electrificar las vallas de Ceuta y Melilla o, mejor aún, como hicieron los alemanes orientales en el muro de Berlín, instaurar sistemas de disparo automático. Es cierto que los primeros inmigrantes que intentaran saltarlas sufrirían graves quemaduras, morirían o quedarían gravemente heridos, pero qué duda cabe de que a largo plazo, el número de intentos de saltar la valla se reduciría.

Algo extraño pasa en el Reino Unido cuando un primer ministro educado en el elitista college de Eton se permite competir en populismo con un chabacano amante de las pintas de cerveza y las frases gruesas como Nigel Farage, el líder del UKIP, que propone la salida del Reino Unido de la UE y brama en público contra las hordas de criminales rumanos y búlgaros que como consecuencia de la libertad de circulación de personas habrían tomado las calles.

Lo grave es que no estamos ante un hecho aislado. El Gobierno de David Cameron está sopesando su retirada de la Convención Europea de Derechos Humanos, una medida que ni siquiera Putin se ha atrevido a tomar. Arguye el Gobierno británico que ni los jueces ni el Parlamento británico deben aceptar ninguna autoridad superior, ni siquiera en materia de derechos humanos, un argumento soberanista contra el derecho internacional que, de nuevo, muy bien podría sostener el propio Putin.

Esta semana también hemos visto a Cameron encenderse en público contra la noticia de que el Reino Unido deberá contribuir más al presupuesto de la UE. No es inquina contra Londres lo que explica este aumento sino el resultado de la pura aritmética y de las reglas de juego (el PIB del Reino Unido ha crecido y como las contribuciones son proporcionales, Londres tiene que pagar más), pero Cameron dice que no pagará. De ser la cuna del liberalismo, el imperio de la ley, la democracia parlamentaria y el respeto a las reglas del juego, David Cameron Unido está llegando a la cumbre del pensamiento populista y xenófobo. Todo ello desde los mejores colegios de elite. Increíble pero cierto.

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