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Callan las palabras, habla el dibujo

‘Un océano de amor’ de Lupano y Panaccione es una historieta sin un solo diálogo

Guillermo Altares

En La última locura, el homenaje de Mel Brooks al cine mudo, solo hablaba un personaje: el mimo Marcel Marceau. La invención de las películas sonoras supuso un cambio irreversible –que se lo digan a Norma Desmond–, pero el cine ha caído muchas veces en la tentación de explotar la fuerza de las imágenes sin palabras en filmes como The artist y Blancanieves. El tebeo, en cambio, apenas había explorado ese camino. Hasta ahora. El guionista Wilfrid Lupano y el dibujante Grégory Panaccione acaban de publicar Un océano de amor (Reservoir Books), una historieta sin un solo diálogo. Solo imágenes. El resultado es una maravilla: sorprendente, divertido, ingenioso, tanto por la historia como por la forma de resolverla gráficamente. Como dice Paco Roca en el prólogo, en el que hace referencia a Buster Keaton y Charles Chaplin, “que callen las palabras y que hable al fin el dibujo”.

Amor y sal

En Un océano de amor, Wilfrid Lupano se planteó dos retos: tejer una historia de amor (no es su género) y hacerlo sin palabras. Solo con las ilustraciones de Grégory Panaccione, que ha trabajado sobre todo en animación y cita como inspiración para este tebeo Ponyo en el acantilado, de Hayao Miyazaki, y Bienvenidos a Belleville, de Sylvain Chomet.

Lupano (Nantes, 1971) se está convirtiendo en uno de los nombres imprescindibles del cómic europeo actual. Con este volumen, ganó el premio FNAC al mejor álbum de 2015. Además, acababa de lograr varios premios en Angulema con Les vieux fourneaux, una historia tierna y salvaje a la vez sobre varios ancianos que se dedican a complicar la vida a la sociedad que trata de mantenerlos al margen. Su arma de destrucción masiva es un compañero que tiene la capacidad de vaciar sus tripas donde quiera, un anciano aparentemente indefenso que utiliza su habilidad para sabotear mítines y actos del principal partido de la derecha. Suele esperar al momento cumbre, cuando llegan los discursos, para apretar el botón nuclear.

Un océano de amor tiene un tono diferente, aunque también ofrece unas cuantas cargas de profundidad, tanto a través del guion como de los magníficos, evocadores y originales dibujos de Panaccione. Narra la historia de un pescador que se pierde en el mar y de su mujer que sale a buscarle: en medio, está lleno de ternura, de ideas fantásticas, de imágenes inolvidables. Tiene piratas, pescadores, porquería de plástico ahogando el mar, una gaviota, una visita a Cuba… Es un triunfo del relato más allá de las palabras. De eso, al final, tratan el cine y los tebeos, de pensar y contar solo con imágenes.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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