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Formentera, el refugio sin escondites

Antídoto de calma de Ibiza, la isla ha sabido mantener su esencia a pesar de estar abarrotada de turistas y famosos

El diseñador Giorgio Armani y el futbolista Neymar, este verano en las playas de Formentera.
El diseñador Giorgio Armani y el futbolista Neymar, este verano en las playas de Formentera.GTRES / CORDON PRESS

Han pasado ya casi 15 años desde que Julio Médem nos enseñó un paraíso en el que se podía llegar a superar el mayor dolor posible para un ser humano: la pérdida de un hijo. Una isla prácticamente desierta, que se recorría en moto o bicicleta, con playas de arena blanca y aguas cristalinas, con una red de cuevas que mostraba su subsuelo en un queso gruyer, con zonas donde embadurnarse en barros medicinales, con un faro que rebosaba melancolía, un lugar en tierra firme donde a veces la sensación era de estar flotando sobre el Mediterráneo pudiendo marearse.

Ese era el escenario donde los protagonistas de Lucía y el Sexo se curaban las heridas del alma. En toda la cinta no se decía ni una sola vez el nombre de la isla, algo que no hizo más que multiplicar el interés por conocerla. Era Formentera. La película de Médem acercó al turista nacional a la más pequeña e inaccesible de las Baleares, pero desde siempre Formentera ha sido el refugio del bullicio de Ibiza, un antídoto de calma para la isla blanca, y hoy, pese a haber sufrido cierta transformación, ha sabido mantener su esencia mejor que la mayor de las pitiusas. “Estos últimos años se ha invertido en infraestructuras, hay mejores carreteras, pero aquí siguen coexistiendo pijos y hippies. En Ibiza se ha apostado mucho más por el turismo de lujo”, comenta un fotógrafo residente en la isla que ejerce de paparazi cada verano. Todos los que van a Ibiza siguen pasando por Formentera, pero ahora cada vez más los hay que van allí directamente en el intento de conseguir exclusividad y, por encima de todo, un escondite. Pura ilusión. “Les seguimos desde Ibiza en lanchas y les damos para el pelo”, advierte otro fotógrafo. Es imposible no ser visto en una llanura de 20 kilómetros de largo, por lo que al final Formentera también ha claudicado al postureo, donde lo fundamental es que a uno se le vea lo más y mejor posible.

El diseñador Valentino y la 'it girl' Olivia Palermo, en Formentera.
El diseñador Valentino y la 'it girl' Olivia Palermo, en Formentera.gtres

La Formentera real, no la de la peli, de desierta no tiene nada entre mayo y octubre. Está abarrotada. Es frecuente que no quepan más coches y la sensación en plena temporada alta es que la isla pueda llegar a hundirse de la cantidad de italianos que saltan mojito en mano en los chiringuitos de Es Pujols. Por eso muchos de los vips optan por acercarse a la isla en barco. Van todos. Leonardo DiCaprio, Kate Moss, Naomi Campbell. Llegan en los barcos de sus amigos Valentino o Armani. También los españoles. Bustamante, Dani Rovira, y mucho futbolista. Zidane, Cesc, Piqué, y el calcio italiano casi al completo. Pogba, Pirlo, casi todos los del Milan. Se les puede ver tomando algo en el Beso Beach, a la entrada de Ses Illetes, el brazo de arena blanca considerada por muchos la mejor playa de todo el Mediterráneo. “Illetas is the place”, pronuncia en castellano Edu, ibicenco de nacimiento y gran conocedor de Formentera. “Es el lugar del divineo, todos los que vienen aquí quieren ser vistos y fotografiados, los que se quieren esconder van a Mitgorn”.

En Ses Illetas es imprescindible comer en el Juan y Andrea, considerado el mejor restaurante de la isla. Desde luego es el más caro. Unas doradas a la sal, unas ensaladas y una paella de Bogavante para cinco personas puede hacer subir la cuenta a unos 1.400 euros. “Unos 250 o 300 por barba, eso sí, está todo que te mueres, si vienes aquí ya sabes lo que hay. En Ibiza hay sitios más caros y mucho peores, créeme”, puntualiza Edu. Es evidente que Formentera también se ha reconvertido en los años de crisis para atraer a un turismo de clase alta. Pero ha sabido mantener los lugares de siempre. Los atardeceres hippies en El Pirata, los paseos en bici para subir a la Mola, el punto más alto de la isla y donde tienen sus casas de ensueño el dueño de Pachá Ricardo Urgell o el arquitecto Phillipe Starck, o el faro de Berbería. El faro de Lucía y el Sexo, el lugar del silencio, de sentarse a contemplar, a meditar, a sanarse el espíritu. Uno de los pocos escondites de un paraíso que todos buscan para refugiarse, pero donde muy pocos consiguen esconderse.

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