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CLAVES
Columna
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El síndrome Esperanza

Aguirre aplicó a los demás la medicina que ella va a tomar ahora cuando se produjo su elección gracias a la traición de Tamayo y Sáez

Jorge M. Reverte

Las elecciones municipales y autonómicas celebradas el último domingo no solo han supuesto un vuelco político de importancia, sino que también han dado una cierta ración de justicia a muchos votantes.

Veamos. Esperanza Aguirre, la presidenta del PP de Madrid, por ejemplo, acumula, tanto para sus partidarios como para sus adversarios políticos, un capital nada despreciable de argumentos que están relativamente al margen de la política. La remuneración que declaró a Hacienda por realizar lo que en el mundo de los negocios se llama la caza de cabezas ha supuesto para sus amigos políticos una ocasión que ni pintada para chulear en los bares del barrio de Salamanca entre cervezas y percebes (aunque estos están ahora en veda). En otro barrio, como Vallecas, se ha producido la indignación más exacerbada, porque es difícil para mucha gente entender que se cobre dinero por elegir cabezas como la de Francisco Granados y Alberto López Viejo. Las cañas que han celebrado el desastre de Esperanza irían acompañadas de tortilla de patata. Y no es demagogia, sino sociología.

Esperanza Aguirre aplicó a los demás la medicina que ella va a tomar ahora cuando se produjo su elección gracias a la traición de Tamayo y Sáez. La diferencia es que a ella no le van a hacer trampas, sino que va a ser derrotada con las armas limpias de la democracia. Porque los electores no olvidan que Ciudadanos dijo que Esperanza Aguirre no sería alcaldesa con sus votos. La suerte para los de Rivera es que no necesitarán poner a prueba su decencia en este caso. Porque a Manuela Carmena le basta con sumar los votos del PSOE para superar a su competidora.

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Madrid ha quedado libre del síndrome Esperanza, que condenaba a la ciudad a estar dirigida por una alcaldesa que no explica bien sus ingresos y explica muy mal sus oscuras maniobras políticas del pasado.

Madrid va a comenzar una etapa en que su alcaldesa será una mujer culta y de trayectoria limpia. Y además ya ha demostrado que sabe ser independiente de los partidos que la apoyan. Esperemos que Carmona y el PSOE tengan la inteligencia de comprenderlo.

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