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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Morir por Europa

El aumento de flujos y el drama humano en el mar hacen urgente revisar la política de inmigración

En apenas cinco  días, más de 10.000 inmigrantes ilegales han llegado a las costas italianas. La cifra da idea de la magnitud que está adquiriendo un problema social y humanitario que Europa no ha sabido hasta ahora afrontar de forma adecuada. Según la Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex), en el primer trimestre de 2015 han sido interceptados 57.000 inmigrantes irregulares, el triple que en el mismo periodo de 2014. Se teme que con el buen tiempo la presión migratoria aumente y, con ella, un drama humano que ni siquiera se puede cuantificar. A varios puertos italianos han llegado en los últimos días rescatados y supervivientes de otras travesías y el naufragio de un pesquero este fin de semana frente a la costa libia con 700 víctimas es especialmente trágico.

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El Mediterráneo se está convirtiendo en la mayor tumba de vidas y esperanzas. Mientras sea tan diferente la situación entre las dos orillas —una próspera y en paz, otra pobre y consumida por las guerras— el éxodo no se detendrá. Al contrario. Los conflictos de Oriente Próximo han llevado a los corredores de la inmigración económica a cientos de miles de refugiados. Solo la guerra de Siria ha dispersado en los países vecinos a cuatro millones de personas. A todo ello hay que añadir nuevas olas migratorias procedentes de los Balcanes. Los informes de Frontex muestran cómo crecen y se ramifican las rutas clandestinas por todo el perímetro de la UE. Cuando se consigue sellar un punto de acceso, otro se abre en otro lugar. La mayor vigilancia en la frontera de Grecia con Turquía llevó los flujos hacia Bulgaria. Este país, que hace apenas dos décadas derribaba el viejo muro construido para impedir la salida, levanta ahora otro para impedir la entrada. Los acuerdos con Marruecos y Mauritania redujeron los flujos hacia España, pero aumentó la presión sobre Grecia e Italia.

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Un problema de esta naturaleza no se resuelve solo con vallas de espino. Es preciso un cambio de estrategia. La Comisión Europea ha tomado por fin conciencia de la emergencia y estudia un nuevo modelo de gestión. Europa no puede permitirse que se convierta en otra ocasión fallida. La nueva política estará destinada al fracaso si los diferentes países no son capaces de afrontar la cuestión como un problema común y global. Los del norte se quejan de que asumen la mayor parte de los refugiados políticos, y los del sur de que no reciben suficiente ayuda para controlar sus fronteras.

Resulta imperativo superar este tipo de agravios y divisiones. Lo más urgente es afrontar el problema humanitario y reconvertir el programa Tritón para que asuma tareas de rescate. Con un presupuesto de 2,9 millones de euros al mes, ha sido un grave retroceso respecto del programa Mare Nostrum al que Italia dedicaba nueve millones. Habrá que repartir de forma más armoniosa el contingente de refugiados, pero también apoyar con más medios a los países del sur, sin olvidar incluir en esa estrategia medidas de política exterior en los conflictos de Libia, Siria e Irak.

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