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Raf Simons libera la alta costura

Dior funde tecnología y artesanía en una colección de alta costura que celebra las décadas de los cincuenta, setenta y ochenta

Carmen Mañana
Desfile de la temporada primavera-verano 2015 de Dior.
Desfile de la temporada primavera-verano 2015 de Dior.Getty Images

Las paredes de la habitación palpitaban al ritmo del Bolero de Ravel. Los graves hacían dilatarse y contraerse las láminas doradas que recubrían la estancia como si se tratase de un latido. Dentro de esa suerte de cadencioso corazón, la casa francesa Schiaparelli bombeaba su colección de alta costura para la próxima temporada primavera/verano. Las prendas tan hipnóticas como la música trasladaban a la audiencia a un lugar aislado y excéntrico. Un mundo irreal que se diluía al traspasar el umbral de la puerta y descubrir un París con militares, en vez de amantes, en cada esquina. Pero, en contra de lo que se llegó a temer, los recientes atentados terroristas no han disuadido a los compradores de acudir al más exclusivo escaparate de la industria del lujo: la semana de la alta costura. Más allá de los controles de seguridad a la entrada de los desfiles –con comprobación de pasaportes y arcos metálicos incluídos-, la situación era tan normal como cabría esperar.

Una prueba más del buen momento que vive este costoso y singular sector, junto, claro está, con su constante crecimiento. Valentino asegura haber registrado un aumento del 50% en el número de encargos propiciado por la demanda en los países de Oriente Medio, según recoge la publicación especializada WWD. Ni la caída del rublo y su consecuente influencia en el feroz consumo ruso parecen hacer mella en la optimista progresión de la alta costura.

Una modelo desfila en el 'show' de Schiaparelli en la semana de la alta costura en París.
Una modelo desfila en el 'show' de Schiaparelli en la semana de la alta costura en París.Pascal Le Segretain (Getty Images)

Para Dior 2014 también fue un año récord. Desde la llegada de Raf Simons a la maison francesa hace dos años, las ventas de la costura se han duplicado. En palabras del consejero delegado de la firma, Sidney Toledano, su nueva visión de la mujer ha conseguido atraer a una generación de profesionales menores de 40 años y provenientes de la industria del espectáculo y la tecnología que buscan una alternativa a la manida estética de la alfombra roja.

Y lo cierto es que el diseñador belga no oculta su deseo de “liberar la alta costura”, de explorar sus límites en busca de escenarios menos rígidos aunque igual de ricos. Piezas que, como las que presentó este lunes, transitan de lo decorativo a lo arquitectónico mezclando artesanía y tecnología tanto en los materiales como en las técnicas empleadas. Un difícil ejercio que, además, combina varios referentes temporales. “En las prendas hay un poco del romanticismo de los cincuenta, de la experimentación de los sesenta y de la liberación de los setenta, tanto en su materialización como en su actitud”, explica Simons.

El resultado de esta ambiciosa mezcla es una colección llena de energía. Las botas de lúrex enhebran una propuesta que arranca con unos vestidos bordados en piedras y cubiertos por chubasqueros de plástico transparente y que termina con unas faldas microplisadas de gran volumen. En medio, brocados con incrustaciones, gasas con efecto tatuaje, monos de pailletes. La paleta de colores, vibrantes y ácidos, da continuidad a los estampados psicodélicos, la pedrería y los tejidos más clásicos. Lo que podría ser un indigesto salpicón de revivals resulta, gracias al sentido de la medida de Simons, una narración coherente y emocionante.

Para enfatizar aún más la sensación de desconcierto, el diseñador decidió presentar la colección en una especie de caleidoscopio gigante: una sala llena de espejos hasta el techo, donde, jugando una vez más con la percepción de lo que es o no es alta costura, todo estaba del derecho o del revés según el punto de visto del espectador.

Schiaparelli homenajeó una colección de 1935 que ejemplifica la relación de la firma con los movimientos de vanguardia

La presentación de Dior no tenía nada que envidiar a la de Schiaparelli. La puesta en escena de esta última era obra del artista gráfico Jean Paul Goude, autor de la fotografía que ilustra el mítico disco Nightclubbing de Grace Jones y, más recientemente, de la portada de la revista Paper protagonizada por Kim Kardashian. Con esta colaboración, la casa francesa, propiedad del grupo italiano Tod’s, quería homenajear la colección ‘Stop, Look & Listen’ que su fundadora, Elsa Schiaparelli, presentó en 1935 y que ejemplifica la estrecha relación que la firma mantuvo y parece querer seguir manteniendo con los movimientos de vanguardia.

Entre sístole y diástole: estampados surrealistas pintados a mano, audaces abrigos de piel rematados en oníricos lazos brocados y el trampantojo de unas manos que abrochan un collar a la espalda de un vestido.

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