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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Desigualdad en U

La riqueza está tan concentrada que mucha gente es inconsciente de su existencia

Joaquín Estefanía

El banco UBS y la sociedad Wealth-X, dedicada a la gestión de grandes patrimonios, acaban de mostrar que los 211.000 ultrarricos del planeta han continuado prosperando en el año en curso y poseen el 13% de la riqueza mundial. Hace menos de un mes Oxfam Intermon hizo público un estudio según el cual el número de milmillonarios se había duplicado en el periodo 2008-2014, y las 85 personas más ricas del mundo incrementaron su fortuna en medio millón de dólares por minuto durante 2013.

Estos hechos ponen de manifiesto la actualidad del libro de Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica) puesto a la venta en castellano en todo el mundo esta misma semana. Al estudiar la desigualdad en el mundo, el profesor francés se centra mucho más en los verdaderos ricos que en los pobres, como han hecho tantos textos hasta ahora. ¿Por qué?: porque la riqueza heredada juega un papel muy poco importante en el discurso público de hoy y sin embargo, el tamaño mismo de las fortunas heredadas las hace invisibles: “La riqueza está tan concentrada que un gran segmento de la sociedad es prácticamente inconsciente de su existencia, por lo que algunos se imaginan que pertenece a entidades surrealistas o misteriosas”.

La mayor desigualdad se da por los que algunos riquísimos tienen —el patrimonio — y no por lo que ganan
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Al presentar una teoría económica unificada de la desigualdad que integra el crecimiento económico, la distribución del ingreso entre el capital y la fuerza de trabajo, y la distribución de la riqueza y los ingresos de los individuos bajo un mismo marco, Piketty se ha enfrentado a los economistas que consideran que la desigualdad es un producto secundario de la economía. El premio Nobel Robert Lucas (de la Universidad de Chicago), escribía: “De todas las tendencias perjudiciales para la economía sana, la más seductora y, en mi opinión la más venenosa, es centrarse en cuestiones de distribución”.

De la investigación de Piketty merece la pena resaltar dos tendencias. La primera, que la desigualdad es una tendencia estructural del capitalismo. Lo sucedido en el último siglo y pico tiene forma de U. A finales del siglo XIX y principios del XX, la desigualdad era brutal; ésta cayó en los alrededores de la II Guerra Mundial, cuando se aplicó la revolución keynesiana, la creación del Estado de Bienestar y el New Deal del presidente Roosevelt. La disminución de la desigualdad duró hasta finales de los años setenta, en los que con la revolución conservadora, y después con la Gran Recesión, se ha vuelto a elevar a los mismos niveles que tenía antes”.

La segunda tendencia, que ha abierto una polémica con otros científicos (véase por ejemplo el libro El problema de los super-millonarios, de Linda McQuaig y Neil Brooks, Capitán Swing editor), consiste en que, según Piketty, la mayor desigualdad se da por los que algunos riquísimos tienen —el patrimonio — y no por lo que ganan —los supersalarios —. Por ello defiende un impuesto sobre la riqueza a nivel global.

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